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Cary Grant en Norman Foster | David García-Manzanares Vázquez de Agredos

Cary Grant en Norman Foster David García-Manzanares Vázquez de Agredos Cary_Grant_Publicity_Photo_1940s
Cary Grant Publicity Photo, 1940 | Fuente: wikimedia.org

En 1971, prematuramente retirado del cine, con el pelo completamente cano y grandes gafas negras de pasta que le tapaban una sorprendente cara de luna llena, Cary Grant fue invitado a una gala en honor a John Ford. Al llegar al Beverly Wilshire Hotel, donde se iba a celebrar, se dio cuenta que había olvidado la invitación, por lo que se acercó a recepción y presentándose como “Cary Grant”, pidió que le dejasen entrar. El recepcionista, mirando aquella cara oronda y envejecida, y recelando de aquel desconocido, le dijo

“No se parece usted a Cary Grant”;

a lo que él respondió -como si se tratara del diálogo de una screwball comedy de Howard Hawks-,

“¡Nadie se parece a Cary Grant!”.

Los artistas, en sus inicios, experimentan la terrible dificultad de parecerse a sus maestros; y sólo al final de sus carreras comprenden que la auténtica dificultad está en parecerse a uno mismo. O a lo que se espera de uno mismo…

Lleva meses comentándose el proyecto de Norman Foster para renovar la antigua sede de Barclays Bank, en la Plaza de Colón de Madrid. Se trata de un proyecto que, en su imagen a la ciudad, puede recordarnos a proyectos pasados del propio Foster, como la torre Gherkin de Londres por su estructura en patrón triangulado y simétrico, o la sede del Commerzbanz en Frankfurt por el recurso a los jardines vegetales encerrados en su interior (salvando las distancias). Y eso sólo por citar dos ejemplos notorios. Pero en este proyecto de la Plaza de Colón se trata de recursos demasiado evidentes, parece haber un ímprobo esfuerzo en demostrar el parentesco: como esos hermanos que, pareciéndose uno a la madre y otro al padre, se empeñan en inventarse extravagancias comunes -llevar el reloj en la muñeca derecha; dejarse patillas desproporcionadas y anacrónicas-, para demostrar ante el resto que comparten ascendencia, por mucho que pueda no parecerlo.

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Imagen del proyecto para el edificio Axis, en la Plaza de Colón (Madrid) | Cortesía de Foster + Partners | Fuente: Plataforma Arquitectura

No se puede dudar de la capacidad compositiva de Norman Foster a lo largo de los años, creando lenguajes nuevos o explorando otros con aportaciones jugosas. Sólo cabe definir su trayectoria como brillante. Y sin embargo, al hablar de este proyecto -quizá por reemplazar al proyecto de Antonio Perpiñá y Luis Iglesias, icónico en su contundencia con el hormigón-, no se puede evitar pensar que se trata de una obra excesivamente menor -por ser lingüísticamente generosos-.

Si atendemos a lo que se publicó en prensa tras la presentación del proyecto (1, 2 y 3, por citar sólo algunos ejemplos no exhaustivos), comprobamos como todos coincidían en la idea conceptual de la transparencia. Y algo de eso hay, porque se ha pasado de un edificio con una fuerte presencia en la esquina de la Plaza de Colón (aunque minimizada por su propia escala frente a los edificios circundantes), a un edificio anodino que difícilmente llamará la atención del transeúnte; demostrando así su consustancial transparencia.

Cary Grant en Norman Foster David García-Manzanares Vázquez de Agredos jp morgan
Imagen del proyecto para la sede de JP Morgan, en Nueva York | Cortesía de Foster + Partners | Fuente: Plataforma Arquitectura

Al ver propuestas como esta o como la de la torre para la sede de JP Morgan en Nueva York, tan ensimismadas en repetir frases ya dichas, si acaso con otra cadencia, nos queda una cierta frustración por no volver a disfrutar de un lenguaje fresco, como nos resultó en su momento el Centro de Distribución de Renault (Swindon), el Hong Kong Shanghai Bank, o el Carrè d’Art (Nimes).

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Renault Distribution Centre / HongKong Shanghai Bank / Carrè d’Art | Cortesía de Foster + Partners | Fuente: Plataforma Arquitectura

Pero quizá el problema no esté tanto en el proyecto del edificio como en su insistencia hostil en parecerse a sus hermanos, en demostrar que su padre es el propio Foster. Es esa comparación y no otra la que lo cataloga como obra menor. Y por otro lado, está la trampa de nuestras expectativas, de confrontar el proyecto de la Plaza de Colón no ya con las obras de Foster, sino con nuestro recuerdo de ellas. Cary Grant, aún con el pelo completamente blanco y las inmensas gafas de pasta, seguía siendo Cary Grant; en cambio, no lo era para quienes aún recordaban a aquel personaje elegante y presumido, con el traje perfectamente planchado por el servicio del Hotel Plaza de Nueva York.

Y hay en este proyecto de Foster para Madrid algo de aquel Cary Grant en la recepción del Beverly Wilshire Hotel:

¡Nadie se parece a Foster! Ni siquiera Foster…

David García-Manzanares Vázquez de Agredos
David García-Manzanares Vázquez de Agredos
Nacido a temprana edad, pronto descubre su vocación por una vida contemplativa. Arquitecto por formación y escritor por deformación; se gana la vida mecanografiando infórmenes insustanciales, para no manchar la Arquitectura ni la Literatura. Escribe con pseudónimo para tener coartada en caso de ser detenido. Vive en las afueras, con buenas vistas y bien comunicado.
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Luis Rivero Rubio
Luis Rivero Rubio
1 year ago

Interesante enfoque de la decadencia artística, entroncando la realidad que recordamos con la que vemos. Cary Grant tenía que ser siempre chispeante y atractivo. La obra de Foster siempre era novedosa y sorprendente. En el caso de la Pza. de Colón, en Madrid, el resultado solo «se parece a Foster» pero tal vez sea lo que correspondía hacer en un entorno donde los edificios circundantes no suponen un gran escenario de exhibición arquitectónica. Tan solo es un teatrillo de exhibición especulativa.

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