Ernesto Parra escribía el 30 de agosto de 1978,
«Cioran, como Nietzsche, Baudelaire o Dostoievski, es un maestro en el arte de pensar contra sí mismo, que admite y advierte la necesidad de dejarse llevar por la soberanía de la ausencia».1
Desde hace muchos años que cultivo la lectura de Cioran como una especie de ejercicio trascendental de lucidez que me permite volver en parte a un cierto origen, a la esencia del mundo ininteligible que nos rodea, y a volver también a apreciar como el recurso de la ironía y el sarcasmo se llega a convertir, una vez se suma el gran talento del escritor rumano, en una especie de salvavidas de la cordura.
Cioran es un refugio incomodo, pero enormemente gratificante. Es gratificante porque su lectura te devuelve al instante una sensación de acompañamiento. Tras leer a Cioran, uno se siente reconfortado con el hecho de no estar solo con tus paradojas. Otros anteriormente ya veían la angustia en un mundo que había torcido la mueca, acelerando su incomprensión hasta convertir la realidad en una contradicción permanente. Esa sensación de alivio que se obtiene de las lecturas de Cioran, son a la vez el registro de nuestra incapacidad por dotar a todo lo que vemos de un relato complaciente.
«El desdoblamiento entre el yo público, como escribió Bergson y el yo profundo, es un fenómeno cultural que se agudiza en este tiempo de extraordinarias y velocísimas mutaciones».2
Abel Posse escribe y remite a Bergson, hablando de Cioran con extrema claridad. Eso también lo encuentras en sus lecturas. Cuando uno se enfrenta a Cioran, aparte de encontrar la desesperación lúcida de una mente privilegiada, ante todo uno se encuentra a un ser brutalmente desgarrado entre un supuesto yo público y un yo profundo. Para mayor esguince, ambos yo’s se dan en constante y acelerada mutación. Por tanto, la confrontación con los dardos de Cioran se transforma en un choque brutal de paradojas al observar como lo que es y lo que debería ser no coinciden ni en los contornos ni en las esencias.
De este tipo de choque brutal tenemos también experiencia los arquitectos
No conozco a muchos colegas que se prodiguen en la lectura del pensador rumano, pero estoy convencido que dejarse mecer por el desgarro Cioranesco, bañándose en las aguas de su lúcida ironía, y apretujándose chic to chic contra su sarcasmo, es un ejercicio de arquitectura tenaz y revelador.
Y es que Cioran pone encima de la mesa todas aquellas preguntas necesarias, que por exceso de dureza nos obcecamos en esconder en el baúl de lo innombrable. Al igual que Cioran, cualquier arquitectura y cualquier arquitecto debe preguntarse hasta sus últimas consecuencias el porque de las cosas. Y ya lo pueden sospechar, Cioran es un ejemplar intelectual especializado en hacerse las preguntas más sangrantes.
Fernando Savater, el filósofo vasco y confeso admirador, y en vida, amigo del rumano, traduce las preguntas extremas y brutales que Cioran desgrana en sus escritos;
«¿Puede edificarse un discurso atareado en negarlo todo y en negarse, en desmentir sus prestigios, su fundamento y su alcance, su verosimilitud misma? ¿No es el escribir una tarea afirmativa siempre, de un modo u otro, apologética incluso en la mayoría de los casos?¿Es concebible un pensamiento que se ve a sí mismo como una empresa imposible o ridícula, inevitablemente falaz en el justo momento de reconocerse su verdad?».3
Imagino a los Smithson en pleno debate sobre el New Brutalism, haciendo preguntas de una naturaleza pareja. ¿Puede la arquitectura edificar un discurso atareado en negar todo lo superfluo, en eliminar los excedentes que esconden la misma verdad de la arquitectura? Y en caso afirmativo, esta arquitectura ¿será capaz de desmentir su prestigio, su fundamento y su alcance, hasta llegar a su verosimilitud misma? ¿No es el edificar una tarea afirmativa siempre, de un modo u otro, apologética incluso en la mayoría de los casos?¿Es concebible un pensamiento arquitectónico que se ve a sí mismo como una empresa imposible o ridícula, inevitablemente falaz en el justo momento de reconocerse su verdad?
Evidentemente estas preguntas no son más que un juego, una simulación, una imposible escena donde la dureza de las preguntas de Cioran se ponen en juego en un improbable diálogo de la pareja inglesa.
De hecho el término brutalismo, o New Brutalism no surge de la manera brutal como la arquitectura era proyectada y mostrada, dejando vistas las instalaciones, dejando el material en bruto, evitando todo tipo de concesiones decorativas. La idea de llamar brutalismo al movimiento liderado por Alison y Peter Smithson proviene del sobrenombre Brutus con el que Guy Oddie llamaba a Peter Smithson.
Sin embargo, siempre he pensado, o más bien fabulado que la brutalidad de los escritos de Cioran formaban parte del interés de la pareja inglesa y que obras escritas en años cercanos como Le Crépuscule des pensées, 1940, Précis de décomposition, 1949, Syllogismes de l´amertume, 1952, La tentation d’exister, 1956 o Histoire et Utopie, 1960 tuvieron alguna que otra influencia en las ideas y las obras del New Brutalism.
Quizás algún día, si no existe ya, alguna investigación o incluso una tesis doctoral encontrará una relación entre la percepción brutal de los escritos de Cioran y el brutalismo descarnado de obras como la Hunstanton School en Norfolk, de 1949–54, las Golden Lane housing de Londres, de 1952, la extensión de la Sheffield University, de 1953, todas ellas obras de los mismo Smithson, el Royal College of Physicians, de 1964, en el Regent Park de Londres de Sir Denys Lasdun, principalmente conocido por el uso de grandes planos horizontales de hormigón béton brut, o el Ham Common housing development, en Richmond, Surrey, de 1955–8, el Selwyn College dormitory project, en Cambridge, de 1959, el Engineering Department Building, de la Universidad de Leicester, de 1959–63 o el History Faculty Building, en Cambridge University de 1964–7 de James Stirling.
Lo que si parece claro es que en las obras del New Brutalism, había una manera eminentemente cruda de encarar la arquitectura, lo que en palabras de Reyner Banham esta actitud viene a ser descriptivamente expresada de la siguiente forma:
«In the last resort what characterizes the New Brutalism in architecture […] is precisely its brutality, its je-m’en-foutisme, its bloody-mindedness».4
En definitiva, si el New Brutalism fue una manera de humanizar el movimiento moderno,5 acaso un intento basado en la crudeza y la honestidad de los materiales, la brutalidad de la lucidez de Cioran puede entenderse también como una humanización de la literatura.
Y es que al final lo brutal es esencialmente humano.
1 PARRA, Ernesto, «Historia y Nostalgia en Cioran», diario El País, edición del 30 de Agosto de 1978, Madrid.
2 POSSE, Abel, «La revelación de Emile Cioran», en Elementos de Metapolítica para una Civilización Europea, núm. 49 Ed. UrKultur, Zaragoza, 2013
3 SAVATER, Fernando, Sobre E. M. Cioran, introducción de Breviario de Podredumbre, Editorial Taurus, Madrid, 1972.
4 BANHAM, Reyner, The New Brutalism, Revista AR, Architectural Review, Londres, diciembre 1955. En una traducción libre, la cita de Banham se puede traducir de esta manera: Como último resorte, lo que caracteriza el Nuevo Brutalismo en arquitectura es precisamente su brutalidad, su “me importa un bledo”, sus ganas de fastidiar.
5 Es interesante este enfoque en el texto de Dr John W. Nixon, New Brutalism, que se puede encontrar en http://www.rewardinglearning.org.uk/common/includes/microsite_doc_link.aspx?docid=8992-1