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Fredy Massad · crítica de arquitectura

En esta nueva entrega de la sección “baliza”, nos acercamos al mundo de la “crítica de arquitectura”, y que mejor forma de hacerlo que de la mano de Fredy Massad (Buenos Aires, 1966).

Arquitecto atípico (tiene que obtiene en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Planeamiento Urbano de la Universidad de Buenos Aires) y que en compañía de Alicia Guerrero Yesto investiga y realiza análisis críticos sobre la arquitectura contemporánea. Combina su labor docente (profesor de Teoría y Crítica de la Arquitectura en School of Architecture-UIC en Barcelona, profesor invitado ad honorem en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires en Argentina y profesor invitado de la Vilniaus Dailès Akademija en Lituania) con su trabajo como crítico de arquitectura en el periódico ABC (Desde 2013, autor del blog La viga en el ojo) y colaborador en diferentes medios internacionales de Hispanoamérica, Europa y Asia.

Os dejamos con el ojo clínico de Freddy, esperamos que os guste.

Fredy Massad
Fredy Massad

¿Cómo se definiría Fredy Massad?

Una vez, con ánimo de ofender, alguien me llamó ‘inconformista patológico’. Yo lo tomé como un halago, así que me sirve aquí como auto-definición.

Soy alguien que cree en la necesidad de la duda persistente. Soy pesimista.

Creo que en la vida se puede cambiar de todo menos de camiseta.  Yo llevo siempre la de Boca, que es la de Diego Armando Maradona.

En alguna entrevista anterior comenta que recibió una enseñanza imperfecta pero que, gracias a esa imperfección, no le ha condicionado como individuo y no le había inculcado ningún tipo de dogmatismo ¿Qué opina de los programas y del sistema educativo actual en las escuelas de Arquitectura?

Cuando digo que mi educación fue imperfecta, quiero decir que estudié en una facultad masificada y en un periodo en el que ir a la universidad no era una decisión, sino algo que se sentía como una responsabilidad, una obligación. Sin embargo, el Estado no lo asumía como una prioridad. Se invertía y se sigue invirtiendo muy poco en la educación pública. Pese a ello, la Universidad de Buenos de Aires tenía y sigue teniendo magníficos docentes.

Aquella masificación, que a priori podía ser contraproducente, te obligaba a crecer. Te dejaba libertad como individuo. Te daba calle, como decimos en Argentina. Te obligaba a perfilar el camino que debías recorrer para formarte. Te ofrecía las herramientas básicas, permitiendo que fueras tú mismo quien aprendiera a usarlas.

Me gusta dar valor a esta imperfección porque se suele tener en general un cierto complejo de inferioridad respecto a otras universidades, consideradas más prestigiosas, con más ‘marca’, más ‘vanguardistas’… y de donde se sale con un pensamiento endogámico y cerrado, de cierta arrogancia. Creo preferible el aprendizaje que aportan centros menos ‘perfectos’, donde el alumno tiene que mantener la inquietud por su propia formación, incluso después de haber salido de la universidad.

Respecto a los actuales programas y el estado del sistema educativo, es una pregunta difícil y que a la que no se puede dar una respuesta general. Basándome en mi propia experiencia como docente, creo que el panorama está cambiando demasiado rápido y hemos perdido algunas cosas, y que hoy se está volviendo más difícil inculcar la importancia de reflexionar sobre ideas complejas a una generación cada vez más dominada por lo visual y que tiende a reducir al mínimo sus ideas.

Pero me parece que el gran problema no tiene tanto que ver con los estudiantes sino con cómo nos estamos desempeñando como docentes. Creo que hay profesores cada vez más cegados por la vanidad que interesados por incentivar y motivar a sus alumnos. Es como si prefirieran adoctrinar y crearse fans que alentarlos a ser ellos mismos y hacerlo con rigor y respeto a la profesión.

¿Qué aspectos se podrían mejorar y completar?

Insisto, según mi experiencia, creo que es esencial despertar en cada uno de los alumnos el pensamiento crítico. Esto, en la práctica, se torna casi imposible debido a la terrible brevedad de tiempo que se otorga a la enseñanza de las asignaturas. Tengo la sensación de que justo cuando se están empezando a sentar las primeras bases para comprender el concepto de la asignatura, el semestre ya ha concluido.

Lo más deseable sería valorar y fomentar la construcción sólida de conocimiento antes que la acumulación de información. Compruebo que, en general, los estudiantes poseen un conocimiento muy vago de la historia de la arquitectura. No creo en la historia como acumulación de datos sino como una lectura analítica y crítica que les debiera servir para cimentar su propia formación, evitando así que caigan en el embrujo del último charlatán de moda o creer que cualquier cosa es una innovación.

Creo que habría que tratar de combatir esta inercia de esquematismo en los conocimientos y rapidez que parece determinar el carácter de la formación universitaria hoy en día. No puedo decir cuál sería la fórmula para hacerlo, pero habría que intentar armonizar al máximo posible el acceso a la información que hoy nos brindan las tecnologías con la vocación de construir un conocimiento sólido y amplio, que no rehúya enfrentarse la complejidad.

Durante su formación en Buenos Aires en los años 80 también sufrió el contexto de una crisis como ha ocurrido y ocurre en España en estos momentos, ¿fue este el motivo que le llevó a encauzar su vida profesional hacía la crítica?

Argentina, al igual que otros países de Latinoamérica, se caracteriza por vivir crisis cíclicas, pero que no se pueden equiparar a la crisis en que nos encontramos inmersos en España. Las crisis de este tipo son más rápidas, casi fulminantes, pero también la recuperación manifiesta una cierta celeridad. Lo que ha sucedido es que de cada crisis han ido quedando cosas en el camino: la sanidad, la educación pública… se han ido deteriorando a la par que la clase media iba destruyéndose e iba surgiendo un importante puñado de nuevos ricos.

No decidí estudiar Arquitectura por cuestiones pragmáticas sino por ese empuje que uno tiene cuando es joven, sin plantearme nunca qué pasaría cuando me recibiera. Mis años universitarios estuvieron marcados por una de esas tantas crisis cíclicas, dominados por la incertidumbre de cuál sería el futuro. Posiblemente esto tenga algo que ver con haber derivado hacia la crítica. Sin querer frivolizar, diría que si las crisis no te matan te fortalecen. Siempre que uno esté abierto a aprender de ellas.

Entrevista Fredy Massad_Cruces crítico I
Fredy Massad durante el ciclo de diálagos «Cruces crítico»

Se ha comentado y debatido bastante sobre la muerte de la crítica de arquitectura, pero ¿existe realmente una diferencia substancial entre la crítica actual y la de épocas pasadas?

La animadversión contra la crítica no está solamente en la órbita de la arquitectura. La sociedad se ha tornado cada vez más pasiva o complaciente. La brutal crisis del sistema que estamos padeciendo propició el surgimiento del 15-M, pero finalmente esa indignación fue absorbida por el sistema y de esa forma se contuvo. Tal vez porque algunos no estaban tan indignados como parecía con ese sistema, sino que su única intención era abrirse nichos en él.

Quienes determinan la muerte de la crítica de la arquitectura son normalmente los mismos que buscan destruir cualquier atisbo de insumisión al sistema en que se encuentran demasiado cómodos. Creo que, finalmente, lo que han logrado es no tener que decretar su muerte sino amansarla. Y lo han hecho mediante prebendas.

Siempre hubo críticos obsecuentes y que escribieron al dictado de ciertos personajes, o exclusivamente para loarlos. Pero hoy se me hace difícil, sino imposible, encontrar una verdadera crítica. Abundan charlatanes y boutadistas pero falta gente que hable claro y que exponga ideas con solidez.

¿Cuándo cree que se ha producido esa pérdida de rumbo? (Si se ha producido)

No pienso que se haya perdido el rumbo sino que vamos hacia dónde quieren que vayamos quienes manejan el barco, y los demás han convenido obedecer sin rechistar o sobreactuando una supuesta rebeldía con la sola intención de captar elogios en redes sociales, pero sin un genuino interés de torcer el sistema.

Creo que hemos llegado a un punto de no retorno. La sociedad camina hacia un empobrecimiento cultural, ideológico, espiritual… generalizado. Supongo que se trata de ciclos históricos y estamos viviendo uno de esos momentos de decadencia y crisis, de los que emergen otras estructuras.

Ayer en un programa de televisión entrevistaban a una ‘influencer’, un personaje insulso e ignorante y que se jactaba además de su propia ignorancia.  Viendo esto, confirmaba una vez más que el problema no radica en que exista este modelo de personajes embrutecidos sino en que estos se hayan acabado convirtiendo en ejemplos admirados. Se puede replicar que en eso consiste la televisión basura, pero si trasladamos esta misma inercia a la arquitectura, veremos que los modelos ensalzados por los medios con objeto de que sean reverenciados por los arquitectos no difieren en exceso de esos zangolotinos cuya profesión es ser influencer.

En este mismo sentido, recomiendo ver el documental que forma parte de la serie ‘Abstracts’, emitido por Netflix, dedicado a Bjarke Ingels. Personalmente, ha reforzado las preguntas que no deja de suscitarme Ingels: cómo puede haber ascendido a esta categoría de pseudo-mito un tipo que solamente repite eslóganes dignos de libro de autoayuda, sin la menor enjundia intelectual.

Esta veneración a todo este tipo de figuras ha conducido a este punto muerto y vergonzante.

Caricatura de Fredy Massad realizada por ArchMaaik
Caricatura de Fredy Massad realizada por ArchMaaik

Por tanto, ¿cuál debe ser la función de un crítico? ¿Cómo debe posicionarse un crítico de arquitectura?  

Hoy suelen confundirse la idea de teórico y la de crítico, que son totalmente diferentes. Yo me siento más crítico que teórico.

En mi opinión, el crítico tiene que ser un desestabilizador, alguien que genere preguntas y ponga en liza las certezas colectivas. Lejos, muy lejos, de ser un cazatalentos o un curador, como hoy se empeñan en promulgar quienes dicen estar haciendo crítica. Un crítico debe observar e instigar preguntas. Creo que, dado el tiempo en que vivimos, que tiende a ser pasivo, a necesitar explicaciones y respuestas esquemáticas y rápidas, es necesario cierto espíritu beligerante y vehemente, que haga zozobrar las certezas que se han absorbido irreflexivamente. Creo que más que generar dogmas o verdades, el crítico debe abrir dudas.

Como he dicho, en la actualidad se tiende, de una manera muy taimada, a menospreciar la figura del crítico. En una sociedad infantilizada no son bienvenidas las disidencias.

Hay razones claras para que esto suceda, y muchas de ellas han sido fomentadas por la acción de muchos autoconsiderados críticos, los cuales funcionan más como community managers o publicistas de ciertos arquitectos y que nunca tuvieron por cometido ejercer de críticos. Han anulado la idea de la reflexión y han desfigurado el concepto de lo que significa hacer crítica. También se ha generalizado el modelo del crítico como un personaje amargado y frustrado, un pobre desgraciado que canaliza sus miserias y envidias arremetiendo contra otros: el criticón.

Con esa proliferación de farsantes por un lado y esta trivialización de la función del crítico por otro, se ha vuelto muy difícil crear un entorno en el que la crítica pueda recuperar su razón de ser.

Por mi parte, creo que la reflexión crítica es fundamental para desarrollar y hacer crecer el cuerpo teórico que da base a la construcción de la propia arquitectura. Equipa también los propios criterios, nuestra responsabilidad sobre la integridad de nuestras ideas.

Define la crítica que realiza como pragmática, esto le ha acarreado algún que otro enfrentamiento, ¿por qué cree que no se reciben bien sus reflexiones?

Sostengo que la crítica, y más aún en estos tiempos, debe apuntar directamente al problema, sin perderse en derivas retóricas. Intento, como ya decía, que éstas no sirvan para abonar ningún tipo de dogmatismo sino para generar debate.

No estoy de acuerdo con que mis reflexiones no sean bien recibidas. Seguramente quienes se las toman a mal son más ruidosos, y quizá por ello se tenga esta impresión, pero también se reciben con interés y ganas de diálogo. Percibo que hay mucha gente deseosa de que le hablen con claridad, que el crítico tome una posición libre de ambigüedades.

Respecto al primer caso, el matonismo de la corrección política no acepta divergencias y esto se ha convertido en uno de los grandes males de nuestro tiempo, provocando un retroceso peligroso para el pensamiento. De esa corrección política se están beneficiando muchos crápulas que la utilizan para proteger y mantener a flote sus negocios. El buenismo imperante, por paradójico que suene, es el arma más potente para dejar fuera de juego al discrepante. Amparados en esa auto-atribuida superioridad moral y ética y su poder como ‘grupo’, se intenta eliminar y anular a quien opina y cuestiona desde la individualidad. Tal vez, el problema sea no querer participar en esta comparsa.

En el entorno de la arquitectura, siempre se ha visto como una traición el ejercicio de la crítica independiente, pocas veces como algo útil y constructivo. En una profesión determinada por los egos y el corporativismo se ve muy mal esa insumisión de hablar claro, pedir cuentas. Se premia al tonto útil que blasfema y gesticula pero cuyo discurso no es incómodo.

En un artículo reciente, Santiago de Molina escribía sobre “vivir sin maestros”, ¿podría radiografiar el panorama actual de la arquitectura española e internacional?

Creo que la arquitectura está sumida en un aturdimiento general. Sostengo, a mi pesar, que la crisis no ha servido para reflexionar y generar una catarsis. Que sobreviven, aunque como muertos vivientes, personajes del pasado, que aún siguen infundiendo miedo, lo que evita que se los cuestione por temor a quedarse fuera del sistema que aún rigen.

Me parece que se ha reflexionado poco y mal sobre los motivos que llevaron al colapso de la arquitectura. Estamos ante un escenario al cual está regresando gradualmente todo lo que llevó a ese colapso. Dos ejemplos de este déjà-vu: que Foster gane el reciente concurso del Museo del Prado y la inauguración de la Filarmónica de Hamburgo (otro edificio icónico que ha multiplicado por diez su presupuesto original). Ambos ponen de manifiesto que quienes apostaron para que esta crisis fuera solamente un impasse han ganado. Las reglas del juego y sus jugadores siguen siendo los mismos, y han logrado eliminar o convertir en perdedores a gran parte de una generación. Más aún, generando en ellos un complejo de culpa, de responsabilidad compartida, y haciendo que acaten un estado de precariedad profesional como castigo que deben pagar.

"Cruces Críticos", organizado por Fredy Massad.
«Cruces Críticos», organizado por Fredy Massad.

La arquitectura, tiene abiertos muchos frentes de batalla (LSP, Bolonia, paro, precariedad laboral, COAs, ETSAs, emigración, comunicación, etc), ¿no serán demasiados para la polarización existente dentro de la misma? 

Ante preguntas así uno siempre corre el riesgo de acabar cayendo en el palabrerío, en enunciar buenas intenciones casi utópicas. La mayoría de ellos se solucionarían con determinación real de cambio, con una actitud enérgicamente crítica sobre el momento. Sin mansedumbre, con rebeldía genuina, no con eslóganes y ruido. Hay que empezar a dejar mucho atrás, denunciando las causas verdaderas que nos condujeron a este punto.

Creo que el factor de Bolonia, que a mi criterio conduce a una profesionalización extrema que va en detrimento del papel de la universidad como espacio de pensamiento y crecimiento, causará daños irreparables.

Creo que es muy difícil ir contracorriente de los flujos que empujan el mundo hoy, pero habría que empezar a perder el temor y llamar a las cosas por su nombre. Apuntar hacia arriba, señalando a quiénes y qué factores han llevado a la profesión y a la disciplina a este punto tan sensible.

¿Cómo ve el futuro de la arquitectura? ¿Y el de la profesión?

Como decía antes, soy pesimista en general.  No me gusta cómo están las cosas. La arquitectura, la inteligencia de la arquitectura, se encuentra en malas manos. La frivolidad campa a sus anchas y esto no puede achacarse sólo al entorno digital, también esto afecta a muchas parcelas del mundo académico. El modelo de mercado se ha antepuesto al conocimiento.

Se suele dar valor a arquitectos que hacen mala arquitectura y que, a la vez, venden ideologías deleznablemente huecas. Los admirados modelos Bjarke Ingels y Alejandro Aravena son paupérrimos, ideológicamente perversos, pero creo que es un error contraponer a estos el modelo puritano, que encarnan figuras como Zumthor o los recientes Pritzker, RCR Arquitectes. Este modelo es elitista y poco acorde a nuestro tiempo. Seguramente producen buena arquitectura pero es una arquitectura ensimismada y que está dirigida a minorías.

Da la impresión de que hemos pasado, en el lapso de doce meses, de admirar el concepto ‘cool’ de chabolismo propuesto por Aravena o Urban Think Tank a reivindicar ahora el preciosismo y la sofisticación elitista.

No me interesa hacer de profeta, pero apostaría a que el futuro de la arquitectura tiene que pasar por el desarrollo de la industria y la tecnificación. Es necesario intentar hacer arquitectura de calidad y asequible a todos. Para ello, la crítica debe esforzarse en construir una base ideológica sólida, que defina cuáles son las necesidades reales a las que arquitectura debe dar servicio. Habría que romper con la inercia clasista que siempre ha acabado determinando la profesión. Trabajar desde lo público en serio. Dejar la superficie de los eslóganes y el efectismo y entrar en un debate responsable sobre lo que se quiere y lo que se debe hacer.

¿Qué opina de los que se han ido a trabajar al extranjero?

Procedo de una familia de inmigrantes que se vieron obligados a abandonar su país a comienzos del siglo XX. Por eso sé que emigrar es un trance complejo, aún más cuando se transforma en la única solución. En mi caso, la decisión de emigrar fue una opción personal y mi experiencia ha sido muy satisfactoria. Salir del ‘hogar’, dejar la seguridad, me hizo avanzar. No obstante, no creo que sea una condición ni necesaria ni obligatoria para desarrollarse personal o profesionalmente.

Dentro del contexto español actual, en el que se ubica tu pregunta, creo que estos discursos llamando a la emigración o presentándola como única alternativa son muy perjudiciales. Solamente pueden ser beneficiosos para dejar campo libre a una generación que ya está asentada y que no quiere competencia, ni perder vigencia, poderes y privilegios. Me resultan insultantes por la ligereza con que se invita a las personas a irse, haciendo que las personas comiencen su recorrido profesional desde la frustración y el victimismo.

Lamentablemente veo que se está propiciando también una impostura sobre el hecho de emigrar. Hay muchos migrantes vip, que se han desplazado queriendo imbuir de realidad a ese discurso engañoso y exhibiendo ese victimismo. Estos migrantes vip no tienen interés en hacer de ello una experiencia vital, sino alardear en las redes de sus vicisitudes en tierras extrañas.

Emigrar por obligación no es una cuestión fácil, y aún menos si uno se ve impelido a hacerlo. Puede acabar siendo una circunstancia muy traumática.

La viga en el ojo, de Fredy Massad editado por ediciones Asimétricas.
«La viga en el ojo. Escritos a tiempo» de Fredy Massad editado por ediciones Asimétricas.

¿Qué opina de los arquitectos que emprenden en nuevos campos?

Creo en un individualismo bien entendido, como independencia. El emprendedor como persona que levantaba su propio proyecto profesional y vital siempre ha existido. Quien en estos momentos aplique su conocimiento en proyectos que le permitan realizarse, me parece alguien digno de elogio y respeto.

Dicho esto, ese concepto en boga de ‘emprendedor’ y lo que implica me causa mucha suspicacia. Me parece que es paradigmático de esta sociedad de pícaros y embrutecida, que confía como única solución en un aparente progreso hacia adelante y en el individualismo como espectáculo.

La educación del arquitecto es muy abarcativa, aunque esto suene a cliché, y proporciona herramientas que capacitan para poder aplicar y seguir aprendiendo en otros campos. Esto no quiere decir que, si soy arquitecto, de la noche a la mañana no puedo amanecer también capacitado para ser cineasta, artista o filósofo (o todo a la vez). Por supuesto que es positivo abrir el espectro de los intereses y de los potenciales que uno es capaz de integrar a su conocimiento y actividades, pero es importante un sentido de rigor y humildad.

Con lo que estoy totalmente en desacuerdo es con esos discursos que quieren persuadir a los arquitectos a dejar la profesión para dedicarse a otra cosa, bien sea desalentándoles o bien envaneciéndolos y haciéndoles que serán geniales en cualquier campo porque, como he dicho, parten de intereses turbios que quieren reducir al mínimo la competencia dentro de un sistema que ya está muy bien apuntalado.

¿Está contento con su trayectoria profesional? ¿Qué proyectos de futuro le esperan?

Al ser muy pesimista e inconformista me es difícil sentirme satisfecho. Recalco lo que decía al comienzo: creo que esta profesión, como casi todo, es una carrera de fondo. Me alegra haber corrido a un ritmo pausado, con momentos mejores y otros peores. Pero puedo decir que he visto a muchos pasar corriendo a más velocidad y, después, desaparecer. El aprendizaje es lento y estamos saturados de malos aprendices.

Yendo a lo concreto: el año pasado comencé con ‘Cruces Críticos’ una serie de diálogos entre arquitectos y profesionales de otros ámbitos, que tenían como objeto indagar en la reflexión sobre el papel del pensamiento crítico en este momento. En este momento me interesa mucho salir del monólogo. Hacia el futuro me interesa seguir organizando este tipo de encuentros que sirvan para romper la reflexión endogámica y buscar voces que estén más al margen de los estruendos mediáticos.

Por otro lado, estoy preparando un libro.

Para acabar, ¿qué le aconsejaría a los actuales estudiantes y futuros profesionales de la arquitectura?

Detesto que me den consejos, más aún cuando no los he pedido. Por eso evito posicionarme como consejero.

Ante esta pregunta, me acude a la cabeza la imagen de aquellos estudiantes o jóvenes arquitectos que actuaron como pedestales humanos en la Bienal de Venecia de 2012. Con las máscaras que ocultaban sus rostros y sus monos blancos, uniformándolos. Me parece una metáfora terrible de la obediencia, de la aniquilación total de la rebeldía.

Con esa imagen en mente, no les aconsejaría pero sí les diría que no se acobarden ante el panorama, que parece poco halagüeño y que algunos se empeñan en polucionar aún más. Que busquen sus propias experiencias, sin querer imitar ni obedecer. También que no mitifiquen a nadie, que construyan su propio pensamiento.

Crítica de choque, nueva publicación de Fredy Massad
Crítica de choque, nueva publicación de Fredy Massad

Fredy Massad · crítica de arquitectura
Marzo 2016

Entrevista realizada por Ana Barreiro Blanco y Alberto Alonso Oro. Agradecer a Fredy su tiempo y predisposición con este pequeño espacio.

Ana Barreiro Blanco
Ana Barreiro Blancohttps://tallerabierto.gal/gl/
Arquitecta y socia fundadora de gestión cultural taller abierto
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