Las arquitectas pioneras: la presencia de la ausencia (VII) | Cristina García-Rosales
Ahora quisiera tener un breve recuerdo para la arquitecta italo-brasileña Lina Bo Bardi.
Bien puede decirse que, junto con Eileen Gray, conformó el lado femenino de la modernidad.
Lina nació en Roma en 1914 y murió en Sao Paulo en 1992. Estudió la carrera de arquitectura en Italia, licenciándose en 1939. Trabajó con Gio Ponti, fundador de la revista Domus en Milán, ciudad que abandonó en 1943 y de la que escapó milagrosamente de la muerte tras destruir su estudio un bombardeo aliado.
A mediados de la década de los años cuarenta se traslada a vivir a Brasil, donde se convertirá en una de las figuras más representativas de la cultura brasileña del siglo XX.
Era una artista completa, poseedora de una gran capacidad creativa que la llevó a trabajar en las más diversas actividades. Así colaboró en películas, decorados para la ópera y teatro, escritura y periodismo, pintura, diseño de mobiliario, moda, joyería y arquitectura, una arquitectura cargada de una peculiar sensibilidad humana, opuesta al espíritu maquinista que poseía el movimiento moderno. Estaba dotada de una genialidad que pasó desapercibida en su tiempo.
Lina además supo comprender la esencia de la tierra donde vivió durante muchos años: Brasil. Representando el espíritu mediterráneo ligado al trópico, para crear, a través del entendimiento del entorno, una arquitectura marcada por un equilibrio poético, situado entre la parte natural del ser humano y la parte humana de la naturaleza.
En 1951 proyectó y construyó en Sao Paulo una residencia para ella y su marido, “la casa de cristal”, una de sus obras mas conocidas. Fue proyectada con tres grandes frentes de vidrio para aprovechar al máximo las increíbles vistas del paisaje que se despliegan a través del bosque, y disfrutar de vivir en contacto con la naturaleza, de los amaneceres y puestas de sol. Para acentuar la relación con el paisaje exterior intentó minimizar la carpintería del vidrio y los travesaños horizontales de las ventanas, que se elevan por encima de la línea de la mirada para no entorpecer esta relación.
Tal como Margarete Schütte-Lihotzky, trabajó con gran interés para las capas sociales más desfavorecidas, proyectando viviendas y hospitales e introduciendo sus conceptos antropológicos en su forma de hacer arquitectura.
El Museo de Arte de Sao Paulo, construido entre 1957 y 1968 es, seguramente, su obra más significativa y la que la ha llevado a ser considerada como uno de los arquitectos más importantes de Brasil. En este edificio, calificado por algunos como “la arquitectura de la libertad”, rompe con los modelos de museos propuestos por los maestros del movimiento moderno, pero su modernidad y originalidad es innegable. Se trata de un prisma acristalado sujeto con dos enormes vigas rojas, de tal manera que su interior es totalmente diáfano.
Otra de sus importantes obras es el Centro Cultural SESC de Pompéia en el que desarrolla una intensa expresión plástica a través del cuidado y variado uso del hormigón. Ubicado en la ciudad de Sao Paulo y construido en 1977, se emplaza sobre el terreno de una vieja fábrica de tambores, convirtiéndose en la sede de uno de los edificios comunales del Servicio Social de Comercio.
Lina Bo Bardi se caracteriza por no tener influencias que se puedan identificar, por lo que su obra pasa a ser única, respuesta de sus innovadoras ideas.
Tras su muerte en 1992, la fundación que lleva su nombre realizó una importante exposición que ha viajado por 20 países de todo el mundo, y de cuya presentación extraemos la frase para poner final a este breve recuerdo:
«Su mirada, aguda y profunda, logró desechar lo superfluo y descartable y revelar la esencia de la vida cotidiana de los pueblos a través de sus objetos y su universo construido: la mirada como una herramienta que nos guía.»
Cristina García-Rosales. Arquitecta
Madrid. Mayo 2014
Las arquitectas pioneras: la presencia de la ausencia (IX) | Cristina García-Rosales
Croquis de Lina Bo Bardi