Las arquitectas pioneras: la presencia de la ausencia (II) | Cristina García-Rosales
Empezaré por Escocia. Todos conocemos a Charles Reine Mackintosh.
Pues bien, Margaret y Frances Macdonald, dos hermanas diseñadoras (aún no tenían el título de arquitectas) trabajaron junto con Mackintosh y su amigo Herbert MacNair a principios del siglo XX -desde 1900 a 1928-, formando el grupo llamado de los Cuatro.
Este grupo trabajó y estableció los primeros impulsos para el renacimiento del diseño y de la arquitectura. Los cuatro realizaron composiciones gráficas, proyectos de interiorismo y de arquitectura con un estilo que puede ser definido como Modernista o Art Nouveau, utilizando formas sensuales, materiales nobles e inspirándose en la naturaleza.
Lo que muy pocos saben es que fue Margaret quien, entre otros muchos diseños, dibujó las rosas que incorporaron posteriormente en muebles, vidrieras o verjas. Y cuando Mackintosh empezó a ganarse una merecida reputación, le llegaron críticas atribuyéndole “desproporciones” por la nociva influencia del gusto de su mujer. Frente a los críticos, Mackintosh se limitó a decir que ella era la que tenía el “genio”, y él únicamente “talento”. Margaret tal como hicieron tantas otras mujeres posteriormente, trabajó siempre a su lado y permaneció oculta según las costumbres del momento.
Su delicada sensibilidad se hace presente en el diseño de las estancias de sus edificios, atribuidos -hasta hace bien poco-, exclusivamente a su compañero. En sus proyectos más conocidos como son la Hill House – la Casa de la Colina-, la Escuela de Arte o la Casa de Te, (todas ellas en Glasgow) diseñaron juntos hasta el último detalle del mobiliario (lámparas, mesas o camas) y en el salón de te, incluso las disposición de los manteles, los menús y los uniformes de los camareros.
Mackintosh y Margaret Macdonald trataban los espacios, como si fueran en si mismas proyectos completos. Así las sillas se acomodaban a la proporción de las ventanas, relacionándose con las chimeneas o con los armarios. Margaret además se encargaba del estampado de las tapicerías, que armonizaban con los tiradores, del diseño de las vidrieras o de las lámparas. Una concepción integral capaz de proporcionar a sus moradores equilibrio vital, una sensación de armonía, de serenidad y de paz interior.
Cristina García-Rosales. Arquitecta
Madrid. Febrero 2014
Las arquitectas pioneras: la presencia de la ausencia (IV) | Cristina García-Rosales