En la primavera de 2014, se cumplieron quince años desde los ataques aéreos de la OTAN sobre Belgrado y de la destrucción parcial de lo que muchos arquitectos coincidirían en calificar como uno de los mejores ejemplos del modernismo socialista yugoslavo: El Cuartel General del Ejército Yugoslavo –Generalštab-, obra del arquitecto Nikola Dobrović (1897-1967). Fue construido entre 1956 y 1963 según el diseño ganador del concurso restringido de 1953 en el cual tomó parte, aunque en categoría especial, el maestro esloveno Josip Plečnik. El complejo se compone de dos bloques horizontales y un cuerpo vertical situados, en dos manzanas enfrentadas en uno de los cruces más transitados y céntricos de Belgrado, de las calles Nemanjina y Kneza Miloša.
A finales de la turbulenta década de los 90, el edificio fue identificado como el corazón de la maquinaria bélica del régimen de Slobodan Milošević y recibió varios impactos de ‘bombas inteligentes’. Desde entonces sus casi 80 mil metros cuadrados siguen en el estado ruinoso, en un limbo entre la destrucción y reconstrucción, un poco en la lista de patrimonio nacional y un poco fuera de ella, dependiendo de los intereses de los posibles inversores en su reconstrucción y reutilización.
El cuartel general es la única obra del arquitecto Dobrović en la capital. Forma parte del registro de docomomo-Serbia, no sólo como proyecto sino también por toda la polémica relacionada con su frustrada reconstrucción. Muy al estilo de las instituciones corruptas de Europa de Este, en 2005 fue incluido en la lista del patrimonio arquitectónico que obliga a la reconstrucción, pero tras alguna oferta importante de parte de inversores sauditas y teniendo en cuenta la enorme dificultad de la reconstrucción, se decidió excluirlo de esta lista para no entorpecer las negociaciones y asegurar los máximos ingresos.
Actualmente se está especulando en convertir a uno de los dos bloques en hotel de alta categoría e incluso se ha oído nombrar a la cadena de Donald Trump como posible interesado. Han sido estas especulaciones y sus posibles efectos sobre la forma del conjunto, que han movilizado a la comunidad de los arquitectos e historiadores de arte y arquitectura para tratar de encauzar y asegurar su correcta reconstrucción.
Nikola Dobrović es considerado uno de los maestros del modernismo yugoslavo. Educado en Praga y Budapest, fue seguidor de las ideas de las vanguardias con una especial sensibilidad centroeuropea. Su expresión se depuró en los años 30 en los proyectos de viviendas unifamiliares en Dubrovnik donde tuvo algún encargo importante como Hotel Grand. (Fotos) La arquitectura de Dobrović es arquitectura de masas, volúmenes, vacíos y sombras.
Con la introducción de la piedra roja tallada a la medida de las piedras de las murallas de Dubrovnik, sus obras adquirieron textura y un particular vínculo con el contexto mediterráneo. Las piedras también le proporcionaron la cuadricula orientadora de escala y proporción. En la época de auge constructivo de entreguerras, Dobrović intentó construir en la capital, Belgrado. En 1929 ganó el concurso para ordenar la plaza Terazije, centró histórico y neurálgico de la ciudad, una especie de terraza natural con vistas sobre el río Sava, que sin embargo nunca fue realizado.
La segunda guerra mundial y la paralela revolución socialista supusieron una vuelta de 180 grados del sistema político y económico y un importante cambio de posiciones y papeles en todos los niveles de la sociedad. Dobrović entró en la capital en el uniforme de Partisano y le fueron asignados puestos de responsabilidad: en el ministerio de construcción, arquitecto municipal de Belgrado, fundador y director del instituto de planificación urbana y dirigió el grupo para la planificación de la ambiciosa ampliación de la capital, la actual Nueva Belgrado.
Aun así sus proyectos se vieron revisados y suspendidos uno tras otro y él relevado de los cargos importantes en 1948, en la ola de desestalinización forzada, impulsada por Tito. Gracias a su trabajo docente en la Escuela de Arquitectura y a sus numerosas publicaciones – tanto o más que a sus obras construidas-, Dobrović ha sido uno de los principales impulsores de la modernidad yugoslava en la época que cambió radicalmente los supuestos sociales de la arquitectura.
El edificio Generalštab se compone alrededor del vació de la calle Nemanjina que separa los bloques A y B. Este vacío marca toda la composición: la orientación, la fachada principal y los volúmenes. Se impone como un eje de simetría que no es, forzando una torre de 18 plantas (los bloques A y B tienen 9) para equilibrar el conjunto. El vacío como centro de la composición, o como su inicio es el tema recurrente en la obra de Dobrović y precisamente en el proyecto de Generalštab lo intenta teorizar. Para hacerlo se inspira en los escritos del filósofo francés Henri Bergsson, de principios de siglo XX, conocido por sus teorías sobre el espacio, tiempo, vacío, instinto e intuición como motores para entender la realidad.
“Nuestro conocimiento se basa en la sucesión cinematográfica de estados estáticos definidos por nuestros propios intereses. Son ellos los que nos impiden reconocer la continuidad, el cambio constante y el flujo del tiempo. También son los intereses los que nos proporcionan la noción del vacío como ausencia de lo esperado o deseado.”
H. Bergson: La Evolución Creadora, 1907.
En 1960 Dobrović publicó su texto “Espacio en movimiento. Los esquemas dinámicos de Bergson. El nuevo entorno plástico” que interpreta las teorías de Bergson en clave arquitectónica. El constante movimiento y cambio del mundo se traslada a la arquitectura en el dinamismo de la composición de las masas y de los vacios. Los vacios son tratados como parte integral del proyecto y no como un negativo de la volumetría, añadiendo el contenido del materialismo dialéctico – a su vez tan presente en la vida política y en la retórica cotidiana- a la concepción del espacio. Dobrović dice:
“El papel mediador de las formas vacías o huecas en el sentido psicológico es muy importante. De la misma manera que una pausa entre dos motivos acústico-plásticos de Beethoven no es un corte, sino al contrario, una continuidad cuando el hombre con la calidad caleidoscópica de su adaptabilidad psicológica se prepara para una nueva serie de percepciones y emociones, diferentes entusiasmos y pasiones, desde la risa hasta el sueño ligero; lo mismo ocurre con la ‘macroarquitectura’ del espacio urbano y suburbano.”
Las tensiones visuales entre los volúmenes que forman parte de la composición –los edificios A y B en el caso de Generalštab- materializan al vacío, que a su vez, aligera a las masas. Cuando habla del espectador y usuario del edificio, tiene en cuenta al hombre urbano que no percibe al entorno como una imagen estática, sino en movimiento continuo: la experiencia del espacio es una película y de acuerdo con ello compone su última gran obra. El espacio se organiza en base del movimiento, tanto el exterior como el interior y éste es horizontal, vertical o inclinado. Así los núcleos comunicativos no son elementos residuales de la funcionalidad, sino tienen su autonomía en la planta y en el alzado.
Esta continuidad de movimiento, la plasticidad y el dinamismo de las formas del complejo, provocaron una serie de oposiciones y malos entendidos entre el autor, las autoridades militares y algunos críticos de arquitectura. Partes de la composición, como volúmenes de entrada de la calle Nemanjina que Dobrovic defendía como dinamizadores, se interpretaban como excesivos o formalistas. El citado texto teórico sobre el espacio en movimiento se publicó precisamente como respuesta a estas polémicas. El espacio en movimiento, la plasticidad de la forma y la inclusión del vacío en la composición arquitectónica influyeron a la obra de muchos arquitectos yugoslavos.
Esta teorización de los principios que resume una gran parte de la obra de Dobrović, fue sin embargo sólo un lado de interpretación de este importante complejo arquitectónico y urbanístico. Más extendida popularmente fue la interpretación simbólica donde los dos volúmenes acabados en piedra roja, inclinados en las dos aceras de la calle Nemanjina como si fueran el cañón del río Sutjeska, lugar de una de las batallas decisivas de la II Guerra Mundial en el territorio yugoslavo. La batalla tuvo lugar en 1943 en la parte sudoriental de Bosnia y Herzegovina (actual república Serbia) y forma un capítulo importante en el imaginario revolucionario. Es el lugar del conocido complejo monumental de Miodrag Živković (1971) y fue tema de la película más cara de la cinematografía yugoslava donde el papel de Tito fue interpretado por (ni más ni menos) Richard Burton.
El patrimonio arquitectónico de la época socialista ha tenido una suerte desigual en las décadas posteriores a la vuelta al capitalismo. El abandono de la ideología comunista, el cambio radical de la retórica de los líderes políticos, sociales y de los medios de comunicación, a menudo se superpone y ofusca a otros factores quizás más decisivos en la desconexión de algunos edificios de la vida urbana. En el caso de Generalštab, aparte de los enormes costes de la reconstrucción, están los temas del uso, de la viabilidad de miles de metros cuadrados de oficinas, de la propiedad y responsabilidad sobre el complejo compartida entre la autoridad militar (en proceso de transformación) y el ayuntamiento, etc… Ciertamente, aquel contenido retórico revolucionario no ayuda a que los nuevos gobiernos, muy dependientes del voto nacionalista, opten por defender una obra de calidad evidente e importancia monumental para la identidad arquitectónica de Belgrado.
La destrucción, abandono y olvido selectivo han sido inseparables de la modernidad. Los constructivistas declararon la muerte al arte (Aleksei Gan, 1922) para construir la nueva creatividad quemando el camino de detrás (Kazimir Malévich, 1919), mientras que los socialistas de la posguerra cortaron (sobre todo retóricamente) las relaciones con las formas y representaciones del pasado capitalista, buscando la nueva identidad, funcionalidad y apariencia para las ciudades socialistas. Los estudios para la Gran Belgrado del mismo Dobrović realizados en 1946, y su proyecto para el centro de Nueva Belgrado tenían estas connotaciones, cambiando radicalmente la escala y los referentes urbanos junto con la calidad y la percepción del espacio construido. En este sentido, el acto de destruir o de no reconstruir, no es un acto incoherente con la modernidad.
En relación con el debate sobre la reconstrucción o derribo de los edificios de Generalštab hay un consenso entre los arquitectos que se debe conservar la totalidad de de sus características exteriores. También se han oído peticiones de que la reconstrucción incluya de alguna manera el recuerdo a la destrucción de fin de siglo. En plena guerra de Bosnia, en 1993, Lebbeus Woods conmocionado por la destrucción generalizada de Sarajevo publicó su “Arquitectura y guerra” en que explicó las 20 tácticas y una estrategia para la reconstrucción. Aunque tratan principalmente el tema de tejido urbano, algunas de ellas se podrían considerar como base teórica para una reconstrucción inclusiva de los diferentes significados que acumula el edificio.
Entre ellas: atender a la paradoja –cuestionar e incluso olvidar las tipologías existentes por anacrónicas y limitadoras e insistir en la manifestación de paradoja buscando la realización de ideas y soluciones contradictorias-; hacer decisiones de segundo orden –más que seguir las reglas de diseño existentes o de primer orden el arquitecto debería crear las reglas de la reconstrucción o hacer arquitectura de la arquitectura-; reciclar y reformar; construir arquitectura como si nunca se hubiera dibujado; crear tejido y no monumentos; ser políticos y no ideológicos.
Jelena Prokopljevic. Doctora Arquitecta
Barcelona. Junio 2014
Notas:
Fotos de 2008 y 2014 – Jelena Prokopljević
Obra de Nikola Dobrović, y esquemas de tensiones visuales y foto del estado original: Miloš Perović, Spasoje Krunić: Nikola Dobrović: eseji, projekti, kritike. Arhitektonski fakultet i Muzej arhitekture, Beograd, 1998.
Planos del edificio A: Marko Matejić: Prilog proučavanju zgrade Generalštaba arhitekte Nikole Dobrovića: koncept i iskustvo prostora. Spomeničko nasleđe, Beograd