Las encontramos en el lugar más inesperado: al doblar la esquina, en la plaza del barrio, o en ese descampado que creíamos desconocido para el resto del mundo. Son las arquitecturas de autor, ostentosas ofrendas a la eternidad de arquitectos estrella que resisten como obscenos recuerdos de tiempos pasados.
Hoy yacen, en su mayoría, como mortecinos cetáceos varados en medio de la ciudad.
Esa misma ciudad que en su día fue la razón de ser la arquitectura.
El primo Ramón
Ekaterimburgo, invierno de 2013