Estos últimos días he recordado el patio del colegio donde nos crujíamos las piernas a la hora del recreo cuando tenía a penas unos doce años. En ese campo de juego, que debía de servir para casi todo tipo de esparcimiento, se superponían líneas que mezclaban diferentes disciplinas y deportes, futbol, balonmano, baloncesto, etc, en un entrecruzamientos de reglas y tropiezos. Sobre este enmarañado de actividades y debido a la diversidad de intereses y de juegos, surgía en muchas ocasiones el handicap de la falta de compañeros para organizar un partido completo de fútbol, con todas las posiciones cubiertas, situación que muchas veces se resolvía con una feliz idea: “la del portero delantero”. El portero delantero era la herramienta que permitía jugar con un equipo casi completo al frente del tablero de juego, a cambio de un simple y evidente riesgo, vaciar de contenido uno de los lugares del campo más importantes, tu propia portería…
Esta deriva me trajo a la cabeza un artículo escrito tiempo atrás, para la revista de arquitectura Laura, en el que usaba como tendenciosa metáfora de apoyo, la idea del arquitecto visto como guardameta de fútbol. Han transcurrido desde entonces al menos diez años en los que el futbol no ha dejado de crecer como espectáculo de masas en paralelo al avance y crecimiento de la sociedad neoliberal….. Recupero de nuevo un entresacado de aquellas palabras que decían más o menos esto:
Resulta cínico o cuando menos atrevido, como construir un arco sin cimbra2, tener que apoyar estas líneas, sobre la actitud del arquitecto ante la sociedad que le acompaña, en un símil futbolístico. Elegir sin embargo la marginal figura del portero de fútbol como elemento de comparación, creo disculpa este atrevimiento como símbolo del nexo que la actividad del arquitecto podría haber tenido en el proyecto social y urbano-arquitectónico por extensión la ciudad. Ciudad, espacio social como campo de juego en el que tensionar estrategias de actuación para la vida en común, en la que el arquitecto como el guardameta se convierte en profesional bisagra y equilibrador social tal como Alvar Aalto pensaba en «la pretensión de convertir el gremio mundial de arquitectos en un elemento amortiguador entre los partidos políticos y los intereses mercantiles de la economía” 3.
Arquitecto, hombre de frontera, que como el portero pertenece a un lugar de contacto entre dos legiones distintas, por un lado la de los jugadores en la que se distinguen posiciones amigas o enemigas y por otro el público, que observa, exige y eleva a presión explícita sus deseos. Porque el guardameta, de todos los jugadores, es al margen de su trabajo directo y obvio también el hombre encargado de sufrir o calmar los exaltados ánimos de los fondos del campo, el más cercano por la limitación de sus movimientos y por proximidad al aliento de los que miran… y también el individuo que más escucha…al salir de la demarcación del campo a recoger balones perdidos y ser el objetivo más próximo y retratado de los medios de información gráficos que le acompañan en su situación liminar.
Como hombres de periferia, su energía es la de los que habitan en el límite, aquel espacio común a los creadores, a los pensadores y a los investigadores. Son, deberían ser, en parte, como los Ulises que Francisco Jarauta nos explica, individuos que parten, en el sentido intelectual, para hacerse preguntas y que deben ir más allá de las evidencias consagradas y protectoras, convirtiéndose así en hombres de frontera4. Pero al mismo tiempo, desde un punto de vista físico, son también Penélopes ancladas a un espacio propio y restringido en el que tienen cierto privilegio y predominio, siempre a la espera del eterno retorno de la jugada en la que se proyectan. Jugadores sometidos a unas reglas específicas que les diferencian del resto de compañeros y que paradójicamente naciendo de la excepción y el aislamiento tienen por vocación lo colectivo. Una visión cuyo proyecto mental sólo puede ser lanzado a través de los demás.
Su perspectiva es la del punto origen de la jugada, un lugar mental para el inicio de la colaboración del equipo, donde es posible determinar la rapidez o ralentización del juego y la necesidad del ataque. Posición comprometida, donde se siente en la nuca el aliento de la sociedad que observa lo realizable, que es punto fundamental para encauzar lo posible y para frenar lo a veces casi inevitable, demostrándose responsable ante todos, los de dentro y los de fuera, donde el trabajo bien hecho puede ser agradecido pero casi nunca festejado, y su mejor labor debe ser la de pasar desapercibido.
Un guardameta es como un arquitecto y viceversa como dice Carles Martí: un hombre-arquitecto que debe emplear sus facultades mentales a modo de puente entre la observación, el estudio de la tradición y su corpus teórico, teniendo un papel fundamental la atención a la sociedad a la que se sirve 5, pues ambos, portero y arquitecto, proyectan su mirada, en busca de una meta, un horizonte futurible que mantenga la tensión de su actividad, sufriendo la presión en primera persona cuando la jugada nace de su cabeza, pero especialmente cuando ésta se aproxima en sentido contrario desde el exterior, para resolver problemas, como responsables últimos. Un común horizonte visual de trabajo que puede parecer muchas veces lejano e inalcanzable, para poco después tener que acortarse y sufrir en primera línea la crisis del combate. Mirada que debe retraerse o ampliarse rápidamente en un proceso repetido y continuo, de ida y vuelta, que genera una insatisfacción por lo inabarcable del viaje del conocimiento a través de un límite que se mueve y transforma cuando menos al mismo ritmo que el de su perseguidor. Debido a esa idiosincrasia esa forma de observar no puede dejar entonces de buscar nuevos lenguajes que definan y aclaren lo indeterminado, adaptándose continuamente, virando la cabeza a un lado y otro de su espacio natural de trabajo, para conseguir perspectiva sobre los tiempos que analiza. El guardameta debe vivir una vigilia constante dentro de una contemporaneidad en la que se tienen que desarrollar unas intuiciones espacio-temporales, rápidas e inmediatas, pero con claridad y frialdad de planteamientos prestos a resolver cuestiones cruciales de los estados críticos que siempre se le proponen.
El portero no sólo es la figura que se siente excepcional por poder usar herramientas sensoriales como el sentido del tacto de sus manos con el balón, frente a sus compañeros de viaje, sino que además el portero, como antes hacía el arquitecto, no sólo ve y se fía de la mirada, fundamental e inherente a su trabajo, sino que está en constante bronca, grito y acusación a los suyos propios. Diálogo y escucha, no enfrentados sino coordinados con lo que la vista y el ojo puedan aportar. Argumentando y moviendo con la voz, diálogo continuo a su alrededor, sobre los suyos para organizar lo futurible, con la sociedad que le acompaña para calmar los ánimos y casi siempre consigo mismo, en un obligado diálogo interior que se sufre en ausencia de los demás, comprendiendo en soledad.
Hoy en tiempos que a muchos les parecen de derrota, no cabe sino asumir, y avanzamos en la metáfora, que la figura del portero delantero, el arquitecto que no sabe el lugar que debe de ocupar dentro del campo de la sociedad a que sirve, que esa posición y movimiento artificial es incompatible con las reglas del juego. Estar donde no corresponde buscando una gloria que no es natural a su vocación, a su genética, no trae sino derrota. Así que deberemos de ir al fondo de la malla y recoger el testigo de esa ruina para comenzar una vez más la jugada sabiendo que nuestras limitaciones también son, eran o pueden volver a ser nuestra riqueza. Sabiendo que el único posible gol del portero, su única vanidad ha de ser la del no gol….
Luis Gil+Cristina Nieto
santiago de compostela. mayo de 2012
notas:
1 Imagen de Andreas Gebert, tomada para la agencia EFE, el país 18/04/2012
2 Martí Aris, Carles “La cimbra y el arco” en Circo Nº 93 Edt Moreno Mansilla, Luis Rojo y Emilio Tuñón Madrid 2001.
3 Schidt, Göran. Alvar Aalto de palabra y por escrito. Pag. 12 Edt. El Croquis, El Escorial 2000.
4 Jarauta Francisco. «Qué pasó con Ulises» en Mundialización y Conflictos civilizatorios. Foro de los Noventa. Edt. Francisco Jarauta. Murcia 1998.
5 Martí Aris, Carles. Las Variaciones de la Identidad. Ediciones del Serbal. Barcelona 1993.