Con el presente artículo iniciamos un pequeña trilogía repasando que entendemos, desde Stepienybarno, que son algunas claves dentro del mundo de la educación y los edificios educaciones, y que, a su vez, pueden resultar determinantes a la hora de tener ciudades más sanas y habitables. Para ello, nos distanciaremos lo suficiente, en el tiempo y en el espacio, para intentar tener una visión global del tema en cuestión.
Así, la entrada de hoy es la primera parte del artículo que hemos escrito al respecto y, en ella, nos centraremos en un periodo que va desde principios de siglo XX hasta los años ochenta.
En la segunda parte del mismo, nos meteremos de lleno en nuestra contemporaneidad, analizando nuevas tendencias como puede ser el edupunk o educación expandida.
Esperamos que nuestra aportación sea de vuestro interés y, como siempre, esperamos vuestros comentarios al respecto.
Uno de nuestros pensadores de referencia, Claudio Naranjo, publicó, en año 2004, un recomendable libro bajo el título, “Cambiar la educación para cambiar el mundo” y que nos sirve para dar título al presente post. En él defiende que mucho más importante que la propia arquitectura de las aulas o, incluso, los sistemas pedagógicos actuales, son los maestros y profesores que imparten las clases. Según el psiquiatra chileno, vivimos en una sociedad enferma, en la que las personas nos hemos “descentrado” y alejado de nuestra verdadera esencia.
Mejorar en el conocimiento de uno mismo y evolucionar como personas es requisito imprescindible para que quienes sean los facilitadores del conocimiento puedan transmitir valores, sabiduría y serenidad a sus jóvenes pupilos.
Así, son las personas y no las cosas ni los métodos las que se han poner en un primer plano para que la educación evolucione y, en consecuencia, esta maltrecha sociedad tenga mayores opciones de mejorar en un futuro cercano.
A su vez, acercando el tema a territorios más arquitectónicos, era Louis Kahn quien contaba que la primera escuela no tuvo lugar entre cuatro paredes, sino que,
Igualmente, Kahn insiste en que el problema de las escuelas es que han perdido el norte y han olvidado esa esencia con la que surgieron. Por lo tanto, comenta que, es imprescindible volver a retomar el contacto con la naturaleza para humanizar nuestros centros de enseñanza.
Así que, si rebobinamos en el tiempo, y nos vamos a principios de siglo pasado, justo después de la Primera Guerra Mundial, en Alemania encontraremos varios ejemplos en los que se comenzaron a plantear el tema de manera muy diferente. En un momento dado, se preguntaron cuál sería la mejor manera de sanar a los cientos de niños enfermos que poblaban sus dañadas urbes. La respuesta, para los tiempos que corrían fue totalmente revolucionaria: crear centros en plena naturaleza en los que gracias al contacto con el agua, la vegetación y, especialmente, con el sol estos pequeños mejorasen de sus enfermedades.
De esta forma, en paralelo a la salud, aparecieron nuevos métodos de enseñanza con las denominadas “Escuelas al aire libre”; un primer germen de lo que sería uno de los temas centrales en la evolución de las escuelas del siglo XX.
Curiosamente, no fueron los grandes maestros de la arquitectura moderna los primeros en “traducir” estas ideas de aire naturalista a una arquitectura más académica. En realidad, uno de los primeros proyectos en los que la innovadora tecnología del acero y el vidrio posibilitaba cumplir los sueños de una arquitectura en la que la luz natural pasaba a ser la protagonista absoluta del espacio fue, en 1935, el edificio del “Instituto Escuela” de la pareja de arquitectos madrileños Armiches y Domínguez.
Este proyecto, como podéis ver en las imágenes que publicamos a continuación, apuesta por una serie de paneles móviles que dan a las aulas una flexibilidad hasta entonces impensable. A su vez, se posibilita la ventilación cruzada e iluminación doble con una sección que garantiza una luz homogénea en toda el aula (adelantándose 15 años a la famosa sección de Arne Jacobsen). Así, ante esta comunión entre cultura y educación y una técnica al servicio de la sociedad, comienza una nueva para la arquitectura del siglo XX.
Esta preocupación por mantener el binomio educación – naturaleza, que comentábamos líneas más arriba, fue, igualmente, uno de los grandes desafíos del estilo internacional. Fueron varios de sus miembros, como Taut o Duiker, los que se atrevieron a dar forma a una arquitectura sensible a estas nuevas necesidades, pero fue, quizás, Richard Neutra uno de los que más afinó con sus propuestas, especialmente con su “Corona School”, allá por el temprano 1935.
El arquitecto de origen austriaco, pero afincado en Estados Unidos, fue capaz de inventar unas aulas en las que, al igual que en el “Instituto Escuela”, además de proporcionar iluminación y ventilación cruzada, se diluían los límites entre el interior y el exterior.
En esta misma línea, en Francia surgieron varias escuelas como el proyecto de École de plein-air, Suresnes de los arquitectos Eugène Beaudouin y Marcel Lods. Cada clase era un pequeño pabellón inmerso en un gran parque con tres de sus lados completamente acristalados y lo que era más importante con la posibilidad de abrirse completamente al paisaje consiguiendo, al igual que Neutra, tener un espacio interior con un carácter marcadamente exterior. A su vez, en esta propuesta se daba una vuelta de tuerca más y se incorporaba una nueva estrella para la configuración del espacio exterior: la piscina.
Llegados a este punto, es importante recordar que en esta época la mayoría de las casas no tenía aseos, por lo que, el agua, en este caso, además de servir como elemento catalizador de las actividades más lúdicas era la pieza clave para la mejora de la salud de estos jóvenes escolares. También, la incorporación de actividades menos rígidas hacía que los estudiantes no estuvieran en la misma postura hora tras hora, con los graves problemas que les ocasionaba (por ejemplo, deformaciones en la columna vertebral). Así, nuevamente, la salud y la educación se daban la mano en este intenso primer tercio de siglo XX.
Pero si nos plantamos en la mitad de siglo pasado, podemos ver cómo Le Corbusier conseguía levantar su famosa Unité de Marsella, dando forma a muchos de sus ideales e intuiciones más profundas. Se trababa de un gran paso en la formalización de esta nueva arquitectura que hacía de la azotea uno de sus leitmotiv del proyecto.
Y ¿para quién reservó este preciado espacio? Pues, efectivamente, para los niños y niñas, creando un aula de enseñanza que daba acceso a un perfecto espacio de juego (y viceversa), con el sol y el cielo como techo, que, aún hoy, continúa activo y en perfecto estado de conservación.
Así, continuaron apareciendo nuevas propuestas en las que el mundo infantil comenzaba a ocupar una absoluta y novedosa situación de privilegio. De entre los muchos ejemplos posibles, rescatamos los archiconocidos, pero no por ello suficientemente reconocidos, playgrounds de Aldo van Eyck que hacían renacer la alegría y la vida de entre los socavones del odio y la guerra.
A su vez, el arquitecto neerlandés planteaba interesantes cuestiones entorno al espacio colectivo, urbano o comunitario que, aún hoy, son de absoluta vigencia.
“Los proyectos deben manifestar, en términos arquitectónicos, el deseo real de superar las polaridades que realmente no existen: individual-colectivo, material-emocional, parte-todo, permanencia-cambio, interior-exterior. No son dualidades, ni polaridades. Este hecho debe ser expresado en cualquier planeamiento”.
Aldo van Eyck
Otro de los temas que nos parecen fundamentales es la estrecha relación que debe (o debiera) existir entre los avances de la pedagogía y su correlación con los cambios en los proyectos de edificios educaciones. En este sentido, la escuela que veíamos de Richard Neutra fue una de las pioneras siendo sensible a los métodos de enseñanza de María Montessori. Igualmente, en nuestra vieja Europa, es Herman Hertzberger quien mejor asimila los planteamientos de la educadora y psicóloga italiana, dando forma a una enseñanza mucho más libre.
Según Montessori, los más pequeños aprenden primero desde el inconsciente para luego pasar lo aprendido al consciente; para ello han de tener “libertad de elección en un medio ambiente preparado” donde puedan desenvolverse a su antojo, sintiéndose siempre seguros y arropados.
Así, las aulas han de ser espaciosas, luminosas y permitir distintas posibilidades para disponer el mobiliario. Por ello, es bonito ver como Hertzberger juega con distintos espacios dentro de las clases, en los que el propio suelo se remete alojando una serie de cubos que, una vez extraídos, se convierten en el mobiliario del aula. A su vez, en sus escuelas se da especial importancia al espacio comunitario por lo que abandona la tradicional y repetida hasta la saciedad organización “en peine” por un núcleo central que hace de sala polivalente y al que dan todas las aulas de la escuela.
De esta forma, en el nuevo corazón de la escuela con doble e, incluso, triple altura se dan cita niños de diferentes edades que pueden realizar actividades en común de carácter más creativo como teatro o música. Otro aspecto que destaca en la obra del arquitecto holandés, es el cuidado con que diseña el espacio exterior, disponiendo zonas sin un uso fijo pero que acaban siendo areneros, jardines, zonas de juego o de reposo.
Y no podíamos terminar esta primera parte del artículo, sin traer a primer plano al gran Francesco Tonucci. Este psicopedagogo italiano ha protagonizado una auténtica revolución en la enseñanza italiana y de medio mundo. Igualmente, con su famoso libro “La ciudad de los niños”, Tonucci, nos hizo entender que cuando las ciudades estén pensadas para que niños y otros sectores, en general, más desfavorecidos por nuestro “urbanismo inmobiliario” pasen a un primer plano, solo entonces, nuestras urbes empezarán a dejar de estar enfermas.
A su vez, Tonucci, sigue muchos de los designios de María Montessori u otras escuelas alternativas como puede ser el método Waldorf, nacido de la incasable mente creativa del polifacético Rudolf Steiner. Estas escuelas, surgidas en 1917 y que han llegado hasta nuestro días, abogan, nuevamente, por una enseñanza más personalizada, más libre, con un contacto directo del estudiante con la naturaleza y donde se respeta la evolución natural del niño.
Lo dicho y ya sabéis que en nuestro próximo artículo continuaremos este apasionante tema, con la intención de derribar todo tipo de muros físicos y meternos de lleno en las miles de posibilidades que nos puede brindar una educación hibridada entre lo digital y lo analógico.
Cambiar la educación para cambiar la ciudad (II) | Stepienybarno
Stepienybarno_Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó, arquitectos
Estella, Agosto 2017
Bibliografía:
– Naranjo, Claudio. Cambiar la educación para cambiar el mundo.
–Kahn, Louis. Obras y proyectos.
–Burgos, Francisco. La arquitectura del aula.
– Arne Jacobsen: edificios públicos.
– Arquitectura Viva _ número 78 /126.
– Le Corbusier, Obra completa.
– Aldo van Eyck, parques de juego en Amsterdam (1947-1971).
– http://www.metodomontessori.es/
– http://www.lacittadeibambini.org/
Artículo publicado originalmente en la Plataforma de La Ciudad Viva.