El tiempo de los lamentos suele dejar paso a una reflexión serena y a veces audaz. La visión y la lectura del campo después de la batalla, remueve reflexiones, y de forma más convulsa que programada, activa nuevas esperanzas. La situación actual, no solamente en términos locales, sino a nivel global, debería promover un debate riguroso sobre el uso social de la arquitectura y el papel de médium de los arquitectos.
Algunos balbuceos al respecto empiezan a considerar una nueva re-proyección del hecho arquitectónico, con el fin de volver a sintonizar con una masa social que parece habernos dado la espalda, en algunas ocasiones, gracias a nosotros mismos. Desde instancias normalmente periféricas, hoy día, puede decirse que nuevas lógicas de referencia parecen querer religar al arquitecto con su tiempo y su sociedad.
En otras palabras, hoy se da una situación de carácter ocasional, en el sentido al que hace referencia Josep Lluís Mateo en su libro Ocasiones donde señala que
nuestros trabajos son siempre oportunidades para entender y establecer relaciones activas con el mundo.1
Reactivar y cuestionar estas oportunidades es uno de los retos que están sobre la mesa, y desde aquí queremos aportar y compartir algunas ideas que tanto en nuestros despachos como en la universidad vamos lentamente visualizando.
Al hilo de esta consideración inicial, y haciendo un análisis puramente instrumental, uno de los puntos clave reside en la obsolescencia del utillaje estándar del acto de proyectar la arquitectura. No nos referimos, evidentemente, al paso del lápiz al ordenador, sino más bien al instrumental intelectual con que los arquitectos suelen resolver la reflexión arquitectónica, que más tarde darán cabida en sus proyectos de manera más o menos específica. Igualmente nos referimos la aspiración de que, con un nuevo instrumental intelectual, volveremos a establecer un puente de diálogo con nuestra sociedad, escucharemos las situaciones que nos propone el lugar y emprenderemos el viaje crítico que todo proyecto debería llevar incorporado en su código genético.
No se trata por tanto de operar en términos de posicionamientos categóricos, sino más bien de tejer balizas, nodos conceptuales, puntos de reflexión que inviten a una inflexión en las bases teóricas de la arquitectura y en las propuestas de valor de los proyectos del futuro, tanto en los docentes como en los profesionales.
Se pueden determinar como mínimo tres ámbitos de reflexión disciplinar que tienen en su raíz la reformulación de nuestra vocación de servicio a la sociedad. En los próximos 3 artículos anunciaremos estos puntos de anclaje que consideramos estructurales.
Espacios Comunes. La idea de lo común, es decir en términos abstractos, aquello que aglutina, que forma parte de todos, aquello que seguramente no tiene un propietario especifico, porque es un recurso puesto al servicio de todos, parece que centra alguna de las últimas reflexiones. En este espacio ya se hizo alguna mención al respecto, leer artículo Thoughts on the Everyday.2 Tanto el título de la Biennale de Venecia inaugurada el pasado agosto, Common Ground, como en el Congreso Internacional de la Fundación Arquitectura y Sociedad celebrado el pasado junio en Pamplona, cuyo enunciado La Arquitectura: Lo Común, podrían hacer pensar que el foco se mueve hacia una nueva idea de comunidad, o más bien, hacia a una lógica de comunidad. Otro debate, que no vamos a empezar aquí, es la profundidad y la pertinencia de las reflexiones alrededor de la Biennale, por ejemplo, o el carácter oportunista de algunas de las propuestas comisariadas por David Chipperfield. Otros3 saben desenmascarar ciertas actitudes mejor de lo que aquí podríamos hacer.
Introducción
Preferimos pensar que tras la idea de Espacios Comunes, hay la posibilidad de replantear por ejemplo los rígidos límites entre el espacio público y el espacio privado, abrir definitivamente la discusión sobre, por ejemplo, la responsabilidad social sobre espacios privados, o la posibilidad de gestionar desde la eficiencia de lo privado, espacios públicos. Cabría pensar también, bajo la idea de lo común, sobre la multiescalaridad de todo proyecto como garantía de su valor social, es decir, entender que cada proyecto de arquitectura debe encontrar su acomodo en la escala metropolitana, la escala urbana y la escala humana. Podríamos decir que todas las escalas participan de la idea de lo común. Por último, otra idea que planea alrededor del concepto Espacios Comunes, es el de la gestión de los modelos de comportamiento urbanos. La tecnología y lo que se llama la internet de las cosas,4 está provocando que la red se extienda no solamente a las personas, que de por sí ya empiezan a hacer un uso de lo urbano diferente al programado inicialmente, sino también a las cosas, con la posibilidad de emitir y recibir información entre ellas, y entre las cosas y las personas. Esta autentica revolución instrumental, va a llegar a modificar las pautas de pensamiento proyectual de las ciudades, y sobre todo, de los espacios comunes. En otras palabras, afecta directamente a la esencia de lo común. Igualmente pertenece a las lógicas de lo que aquí llamamos Espacios Comunes la concepción de lo ordinario en oposición a lo extraordinario y la idea de lo cotidiano en oposición a lo inhabitual.
Espacios Comunes: La comunidad
Más allá incluso, hay una reflexión de fondo sobre el modelo de comportamiento de las ciudades, que desde hace ya demasiado tiempo están empleando lógicas más ligadas a las corporaciones que a las comunidades, que es lo que realmente son. La competencia por extraer de la ciudad recursos para la satisfacción supuesta de una oferta, léase turismo masivo, equipamientos marca sobredimensionados, estructuras megalomaníacas destinadas al posicionamiento de la citybrand, dejando al ciudadano en un segundo plano, empiezan a mostrar su alto grado de obsolescencia.
Por el contrario, una re-lectura de la idea de ciudad comunidad, cuya raíz es lo común, empieza a hacerse hueco de nuevo. Esta nueva lógica de la comunidad ha demostrado a lo largo de la historia su capacidad para aprovechar un recurso compartido de una manera flexible. En esencia, una comunidad comparte recursos y cada miembro se preocupa por que estos recursos se vayan renovando. En una comunidad, el cuidado de lo común forma parte de su lógica de acción. La estrategia de una comunidad se organiza a través de ecosistemas, basados en estándares abiertos y emergentes. En definitiva el comportamiento de un cuerpo social estructurado a partir de la idea de comunidad potencia la innovación, la resolución efectiva de los conflictos y procura compartir el rol de transferencia de las experiencias pasadas, liberando conocimiento y fomentando la inteligencia colectiva.5
Espacios Comunes: Lo ordinario
Otro aspecto destacado del epígrafe de lo común es la relación con lo ordinario. Lo ordinario, en palabras de Enrique Walker
incluye la arquitectura que la propia arquitectura excluye.6
En esencia lo común emparentado con la idea de lo ordinario supone
por definición una condición de alteridad. Es decir, consiste en aquellos objetos que la disciplina de la arquitectura proclama fuera de su territorio y contra los que define sus límites.
En otras palabras, y llevando las ideas al extremo, lo ordinario, viene a expresar la distancia que los arquitectos y ciertas arquitecturas han abierto respecto a lo que la sociedad sí que da valor, como mínimo valor de uso, y que posiciones esteticistas o simplemente un afán por sofisticar el gusto, ha provocado que la figura del arquitecto quede lejos de las aspiraciones sociales. Otra forma de entender lo ordinario, lo encontramos en la exaltación del arte de lo transitorio, lo fugitivo y lo contingente y que tiene en Baudelaire o en el conde de Lautréamont, quien exalta
la belleza del encuentro fortuito entre una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección,
un punto de referencia, donde lo prácticamente vulgar, como categoría, puede dar pie a una lectura de lo extraordinario. Algo de eso hacían ya los situacionistas en los lejanos años 50.
La consistencia de lo ordinario, dentro del ámbito de lo común, reside en palabras más cercanas, en tomar también como propio del instrumental reflexivo del arquitecto aquello que podría considerase obvio, y que por falta endémica de atención, se ha transformado en algo preciado y recuperable. Potencialmente asistimos a fenómenos de lo corriente, como por ejemplo la proliferación de huertos urbanos, que investigados y convenientemente interpretados son capaces de formular conceptos y estrategias, que permiten en definitiva, aprender del paisaje humano y urbano existente. En otras palabras,
una condición urbana, que no ha sido precedida por una teoría, pero que contiene suficiente evidencia como para sostener una.7
Espacios Comunes: Lo cotidiano
Parece por tanto que el territorio de lo común, se imbrica en las lógicas de cada día, en realidades cotidianas, como pieza angular de una ciudad y desde allí promover una arquitectura más cercana, más real, igual de ambiciosa que otras, y sobre todo, reposiciona a las personas en el centro de reflexión urbano-arquitectónica. Algo que, sin duda, se ha dejado últimamente descuidado en el afán por estilizar y epatar, con propuestas que nacen torcidas. Hay que volver a entender cuál es el tiempo y el espacio especifico para lo cotidiano, donde cada proyecto se afirma por ofrecer exactamente aquello que la sociedad demandará en un futuro próximo, que favorece la conexión y el intercambio, que pivota sobre espacios de roce, de vida cotidiana, y no esconder las carencias tras el disfraz de lo extraordinario, de lo sobresingular.
Seamos claros, aparte de ciertas situaciones extremas, la gran ambición de la arquitectura debería ser el dotar de máxima calidad espacial, funcional y técnica a la mayoría de edificios corrientes, con programas corrientes y situaciones corrientes que llegan a los despachos de arquitectura, es decir dar el máximo de arquitectura para los proyectos mínimos. O en otras palabras, no pretender disfrazar de museo un edificio de vivienda social, un centro de asistencia primaria o un colegio. Eso no quiere decir que debamos renunciar a la ambición arquitectónica, sino todo lo contrario, significa concentrar la máxima ambición en los proyectos cotidianos sin desnaturalizarlos.
Punto y seguido
Debería ser razonable, que tras una evidente obnubilación por los ejercicios de estilo apabullantes en su formalismo, pero aterradoramente vacios de contenido en muchas ocasiones, los Espacio Comunes, vuelvan a mapificar una realidad compleja, por contradictoria, y abierta por indeterminada. A su vez, parecería pertinente reconsiderar también reflexiones basadas en un cierto sentido de lo común, o de la comunidad, entendido este a la manera Kantiana, como la acción recíproca entre el agente y el paciente. Según Kant, esta es una de las tres categorías de la relación, junto con la inherencia y la casualidad, que desemboca en la tercera analogía de la experiencia, llamada también principio de la comunidad. Citando directamente al filósofo,
todas las sustancias se hallan, en la medida en que sean simultáneas, en completa comunidad, es decir en acción recíproca.
En definitiva, aplicado a un conjunto de individuos, la idea de comunidad es un cuerpo social que se comunica por lo menos en algo, es decir, que se relaciona con cosas u otras personas. Que comparten, interactúan, intercambian, etc. Una especie de sensatez establecida, con menos potencia de juzgar, que con la capacidad de ofrecer un resultado socialmente disponible y reconocido.8
Nada mejor que asumir estas ideas como aspiración de lo que debería incorporar un espacio urbano entendido dentro del ámbito de los Espacios Comunes.
Miquel Lacasta. Doctor arquitecto
Barcelona, enero 2013
*Este post y los dos siguientes, con los que comparto la autoría, son el producto de un diálogo abierto con Marta García-Orte, profesora de Taller Final de Grado de la ESARQ, de la Universitat Internacional de Catalunya. En el taller estamos centrados en la investigación y la introducción de estos temas en paralelo al desarrollo de los proyectos de los alumnos. Nuestra aspiración es que al final del Taller, estas ideas sean reconocibles, no tanto en la forma de un objeto dado, sino en los contenidos y la construcción del relato de cada proyecto. Esperamos ver algunos resultados a finales del mes de Julio de este año.
Notas:
1 MATEO, Josep Lluís, Ocasiones, Ed Actar, Barcelona, 2009
4 Interesante la lectura The Internet of Things
5 Para saber más, son muy interesantes los artículos y la línea argumental de Javier Creus, que desarrolla desde la consultora Ideas for change
7 Idem
«Nada mejor que asumir estas ideas como aspiración de lo que debería
incorporar un espacio urbano entendido dentro del ámbito de los Espacios Comunes.»
miquel lacasta