Todo ha cambiado antes de que nos diésemos cuenta.
Obsesionados por satisfacer necesidades que hasta hace poco no existían, pasamos los días saltando obstáculos que nosotros mismos hemos colocado en el camino; nos encomendamos al artificio mientras vemos cómo se desfigura el recuerdo del mundo que algún día fue.
A veces pienso que tal vez sea demasiado tarde para mirar atrás, pero no podría asegurarlo: no tengo reloj.
El primo Ramón
Paraíba, verano de 2013