miércoles, diciembre 4, 2024
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Nikolai Ladovsky: la casa-comuna y el método psicoanalítico de enseñar arquitectura | Jelena Prokopljević

La vivienda era uno de los grandes temas de la investigación arquitectónica desde los primeros años postrevolucionarios en la Unión soviética. La casa comuna se dibujaba como una de las mejores soluciones y se desarrollaba en dos vertientes: la reorganización de las viviendas existentes y la construcción de las nuevas. La primera suponía la subdivisión de las casas expropiadas y el nuevo repartimiento de las superficies a razón de unos 10m2 por persona de tal manera que en una vivienda pasaban a vivir familias diferentes (muchas veces de orígenes e intereses completamente distintos) y a compartir todos los espacios menos los dormitorios. Algo parecido a pisos compartidos donde los compañeros no se elegían, pero se tenían que aguantar indefinidamente. Las Komunalki convertidas eran la mayoría y algunas aun permanecen en el espacio ex-soviético.

La segunda variedad de las casas comunas eran de nueva construcción. Las concepciones y los proyectos se empezaron a estudiar poco después de la revolución, pues la casa comuna era el símbolo sublime del socialismo en construcción, la revolución de la vida cotidiana. La vivienda se reducía al dormitorio, todo lo demás era el espacio público: sala de estar, comedor, juegos de niños, espacio para la lectura, cocina, baño, pasillos. Con ello, el espacio (y tiempo) íntimo e individual era minimizado mientras que el espacio colectivo –con el pertinente control social- ocupaba la mayor parte de la vivienda. La casa comuna era objeto de numerosos estudios y proyectos, desde las escuelas de arquitectura hasta las asociaciones de arquitectos e institutos estatales y junto con los centros de cultura, era el tema estrella del constructivismo.

El máximo exponente de la casa comuna es sin duda el Edificio Narkomfin, edificio de viviendas para los trabajadores del Comisariado Popular de las Finanzas, construido en 1928-1930 en el bulevar Novinsky de Moscú por los arquitectos Moisei Guinsburg e Ignaty Milinis. El complejo preveía cuatro bloques: bloque de viviendas, bloque comunal con comedor y sala de deportes, jardín de infancia y patio de servicios con lavandería, secadora, garaje, etc., de los cuales se construyeron los dos primeros y una parte de los servicios. El bloque de viviendas consistía de 3 tipos de viviendas desarrolladas en el Departamento de Estandarización del Stoikom en el 1928 (arquitectos: Moisei Guinzburg, Mikhail Barsch, V. Vladimirov, Alexander Pasternak, G. Sum-Shik): las viviendas mínimas tipo F (y algunas 2F con dos habitaciones), las familiares tipo K y residencia comunitaria con habitaciones para 1 o 2 personas. El edificio no sólo fue un éxito (a pesar de inacabado) de la tipología residencial que tuvo su eco en las obras tan famosas como la Casa Bloc o la Unité d’Habitation, sino que fue también un elogio a la nueva técnica constructiva. Estructura de hormigón, fachada libre –en voladizo- aislada térmicamente, puertas herméticas, ventanas correderas. Se ensayó la prefabricación de elementos constructivos como también la disposición y dimensión de oberturas en función de la luz y de la ampliación visual del espacio interior mediante la luz. Los colores del interior tuvieron su papel para mejorar la experiencia del espacio interior y para ayudar en la orientación en los espacios comunitarios.

La primera casa comuna de la arquitectura soviética no fue un trabajo científico para buscar la nueva distribución acorde con los mínimos necesarios de cada espacio o los materiales idóneos para la nueva construcción. Se trataba de un proyecto experimental que en 1920 realizó Nikolai Ladovski, ideólogo del racionalismo, corriente del vanguardismo arquitectónico paralela al constructivismo. Como introducción para este proyecto y en relación con los problemas de la nueva concepción de arquitectura y del espacio que trataban los arquitectos en la Zhivskulptarj (Comisión para la Pintura, Escultura y Arquitectura) Ladovsky apuntó su posición:

“La técnica hace maravillas. Maravillas deben hacerse en la arquitectura. Las maravillas de la antigüedad fueron construidas a base del trabajo esclavo de las masas y lo más importante en ellas es la cantidad de trabajo. Las maravillas arquitectónicas contemporáneas que habitarán en el espacio serán construidas con una suma de arte e inteligencia y lo más importante en ellas será la cantidad de inteligencia. Es el espacio y no la piedra la materia prima de la arquitectura.”

La casa comuna de Ladovsky es un espacio complejo, con la composición volumétrica de intersección de formas, heredera del cubismo. La planta inicial, o la planta baja, es un trapezoide irregular que contiene una multitud de espacios organizados alrededor de la sala central. Las dependencias pertenecen a niveles distintos, son volúmenes y espacios separados que se organizan siguiendo el movimiento en el interior. La separación de las unidades en volúmenes (utilizado por ejemplo en las viviendas del Habitat ’67) potenciaba su percepción como espacios individuales. Al mismo tiempo la ausencia de un núcleo de comunicación comunitaria que diera acceso a todos los niveles, expandía el espacio comunitario a una red de conexiones internas y complicadas, que se fundía con el espacio privado. La forma exterior –un cúmulo de volúmenes geométricos básicos- sigue el movimiento ascendente con la diagonal pronunciada que concluye con un cohete o flecha piramidal que en la punta lleva la bandera roja.

El experimento previo a la casa-comuna fue el proyecto para el Templo de las Relaciones del Pueblo (un precursor de la casa de cultura o del club obrero) de 1919, que buscaba solucionar el problema del espacio interior desde el punto de vista de la continuidad de la percepción del usuario durante su movimiento por el edificio y hacia el edificio. El proyecto se desarrollaba en dos variantes paralelas: de una composición dinámica con volúmenes unidos unos sobre otros creando una torre con movimiento espiral ascendente o basándose en intersección de volúmenes grandes donde el dinamismo fue creado junto con la acción del usuario, con su visión y movimiento.

“El arquitecto diseña una forma añadiendo elementos que no son ni técnicos ni utilitarios, elementos que se pueden definir ampliamente como motivos arquitectónicos del emplazamiento. Estos motivos tienen que ser racionales y de servir a la básica necesidad humana –la necesidad de orientarse en el espacio.”

Estos experimentos, contemporáneos con el monumento a la III Internacional de Tatlin, evidencian la misma manera de pensar la composición dinámica, pero sobre todo fueron influenciados por el análisis y síntesis de las formas geométricas de los Proun de El Lisitsky y de los Arquitectones de Kazimir Malevich. A partir de 1920, Nikolay Ladovsky impartió clases en VKhUTEMAS (posteiormente VKhUTEIN) la escuela estatal para el arte y arquitectura, fundada el mismo año en Moscú, que englobaba las tres corrientes artísticas de la primera década post revolucionaria: constructivismo, suprematismo y racionalismo. Ladovsky era el líder de esta última, que se declaraba libre del utilitarismo de la arquitectura. Confiando plenamente en la capacidad de la técnica de solucionar casi cualquier problema estructural, el racionalismo intentaba crear espacios a priori independientes, de su materialización. A diferencia del constructivismo que utilizaba las estructuras y los materiales como elementos artísticos y expresivos, aproximando la arquitectura a la ingeniería, los proyectos racionalistas trataban el volumen, el vacío, el peso, contacto con el suelo, movimiento de la forma, del observador y del usuario.

En el VKhUTEMAS Ladovsky fundó la OBMAS –Unión de Talleres Izquierdistas- donde sistematizó su concepción de creación de las formas y formuló un método de enseñanza basado no en el estudio de lo clásico sino en el dominio de los elementos fundamentales de arquitectura. El que llamaba método psicoanalítico, se basaba en el estudio de elementos compositivos, de su análisis teórico, formal y funcional, para explorar las posibilidades de su reinterpretación para las eventuales nuevas aplicaciones. Al contrario del procedimiento clásico que estudiaba estilos y producía dibujos bidimensionales, el taller imaginaba nuevas formas y desarrollaba el lenguaje tridimensional de la nueva arquitectura. El grupo de arquitectos vinculados a Ladovsky en el OBMAS fundaron más tarde la Asociación de Nuevos Arquitectos, ASNOVA, de la que puntualmente fueron miembros El Lissitsky, Konstantin Mélnikov o Berthold Lubetkin.

Este artículo empezaba por la vivienda colectiva; de hecho empezaba por su final, con la vivienda convertida en una distopía social, la imagen que se tiende a extender a la mayoría de la construcción residencial en el espacio soviético. La intención era indagar hasta sus orígenes en unos planteamientos alejados del utilitarismo y de los cálculos del existenzminimum, buscando la solución en la calidad y la percepción de los espacios interiores. Su carácter comunitario se representaba en las conexiones y recorridos antes que en las subdivisiones funcionales. Como uno de los temas vitales en la URSS, la vivienda incitó investigaciones que acabaron creando un nuevo lenguaje arquitectónico que sin embargo llegó a materializarse sólo en una pequeña parte y en un tiempo muy reducido. Aún así, estas investigaciones son vigentes: la relación entre el espacio público y privado en la esfera individual o en la esfera colectiva; la privatización creciente del espacio público y la reducción del espacio individual hacen que los esbozos y experimentos de Ladovsky merezcan un recuerdo.

Jelena Prokopljevic. Doctora Arquitecta.
Barcelona. Septiembre 2014

Imágenes:

S.O. Khan Magomedov “Las 100 Mejores Obras Maestras del Vanguardismo Arquitectónico Soviético”. Editorial URSS, Moscú 2004.

Jelena Prokopljević
Jelena Prokopljevićhttps://laciudadsocialista.wordpress.com/
Arquitecta e investigadora serbia, titulada por la Universidad de Belgrado, y residente en Barcelona, miembro del Comité de Expertos del Premio Europeo del Espacio Público Urbano desde la edición del 2014. Se doctoró en 2006 en la ETSAB, ciudad en la que reside y trabaja. Ha colaborado con la plataforma Eurasian Hub en proyectos de transformación urbana y ha sido responsable del área de arquitectura y urbanismo en la Casa del Este, organización radicada en Barcelona y dedicada a promover la cooperación con la Europa Central y Oriental. Entre sus publicaciones más destacadas, consta el libro Corea del Norte: Utopía de hormigón; arquitectura y urbanismo al servicio de una ideología (escrito con Roger Mateos, 2012) y el artículo «Espacio público en la ciudad socialista: entre la abundancia y la indefinición», publicado en URBS, revista de estudios urbanos y ciencias sociales. Además, suele impartir conferencias y participar en coloquios en lugares como la ETSAB, la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), la fundación Amigos de la UNESCO de Barcelona o la Universidad Ion Mincu de Bucarest. Prokopljević es miembro del Comité de expertos del Premio Europeo del Espacio Público Urbano desde su edición de 2014.
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