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Instrumentos de medida del tiempo (I) | Jorge Rodríguez

Rascainfierno, Fernando Higueras

Siempre me han asaltado las dudas, vacilo cuando se acerca el momento de elegir. Pero es algo que nunca me ha preocupado.

Es común la duda, la incertidumbre. Lejos de denotar flaqueza o debilidad, lo veo como un indicativo de reflexión, de pausa y silencio previo a la acción. Llegados a este punto, quiero recordar unos versos, recomendación de un buen amigo, de San Juan de la Cruz,

«Aquél que obra con tibieza, cerca está de caer».1

Como he dicho, no es la incertidumbre lo que me preocupa, es la calidez (que no calidad) de la decisión. El grado de implicación con el camino que elegimos, la pasión y el cariño con el que lo vivimos. Es capital obrar con la convicción de que disfrutamos aquello que nos rodea, más si cabe en este pútrido ambiente en el que las esperanzas de buen vivir se vuelven quimera, y aquella arena prometida sous les pavès, no es más que la cuarta fila de una playa de tercera, infestada de madres embadurnando a chiquillos con Nivea factor 15. En este ambiente, tenemos que rodearnos de aquello y aquellos que confiamos nos harán disfrutar.

Primero debemos ubicarnos, hacer el que va a ser nuestro hogar, el lugar del fuego. Y digo hacer porque no confío en la elección de un sitio, sino en su manipulación, en optimizar sus potencialidades, en definitiva, hacer, como quien hace una cama, el lugar en el que encontraremos el confort, la tranquilidad o frenesí, que cada momento requiera para desarrollarnos, para vivir a gusto. Y en ocasiones, para crear. Me gusta imaginarme mi lugar, como uno capaz de generar, capaz de ayudar a impulsar mis ideas, y a la vez, capaz de disfrutarlas y acogerlas.

Hace un par de semanas me acerqué a la Costa da Morte y después de un paseo por Muxía le hice una visita al alemán de Camelle. La energía que reside en su casa, el lugar de Man, muestra la intensidad con la que fue vivido. Es su obra a su vez museo y pasión. Sobre Man no puedo hacer más que recomendaros una visita y que le echéis un ojo al artículo que Carlos Pita escribió para la Obradoiro 342. Ya me contaréis.

Volviendo para Coruña con resaca de calamares, me venía a la cabeza el lugar que se construyó Fernando Higueras enterrado junto a su casa, el rascainfierno. Más allá del mamoneo del nombre, pensaba en lo brillante de su decisión disfrazada de locura. Construyó un lugar con una temperatura agradable y tremendamente estable lleno de luz cenital controlada y una hamaca. Y mucho espacio para rodearse de aquello que le importaba, lo que creía que le ayudaría a enriquecer su pensamiento, hacía años que había dejado de ser un hombre de acción. Allí, dijo, fue feliz. Rodeado de cuadros de Antonio López, esculturas de Chillida, miles de bocetos, planos y maquetas. Libros, muchos libros. Para las noches, whiskey con hielo y alguna que otra raya.

Me asaltó este lugar, pero podríamos pensar en el estudio de Picasso en la Rue des Grand Augustins, en la cabaña de Heidegger, en la de Cap Martin del Corbu. O en la casita de Kolonihaven de Miralles. Pequeños lugares, instrumentos de medida del tiempo.

Hace un par de meses escuchaba a un joven arquitecto y editor de un blog, bien podía ser éste, que si algo encontraba como rasgo definitorio y fundamental de su trayectoria profesional, era la colaboración. Las personas son un factor vital en la configuración de los lugares. Son imprescindibles. Y su rastro es una manifestación natural, evidente. Me sacan de quicio los sitios etéreos, brillantes, blancos hasta el hipotálamo, que no admiten ser vividos. Anorexia de niño pijo. Tibios, lugares donde la pasión no cabe.

No sé hasta qué punto el lugar de Man, o el de Higueras, tenían de ellos mismos y de su gente. Quizás, lo que diferencia el lugar de las personas es fino como la piel, y separarlo duele, sangra. Lo que sé es que fueron disfrutados, vividos con pasión. Queridos. Aún a pesar de lo decadente de su vejez, la erosión del tiempo y los peajes que ambos pagaron. Ya se sabe, el mundo de la pasión, es insatisfactorio.3

Ahora todo son perplejidades clásicas que decía Borges. Dónde, con quién. Siempre me han asaltado las dudas, vacilo, cuando se acerca el momento de elegir.

Pero es algo que nunca me ha preocupado.

Jorge Rodríguez Seoane
Febrero de 2014. Coruña

Citas:
1San Juan de la Cruz. Obras Completas. Ed. Espiritualidad. Madrid, 1992. P.205
2Revista Obradoiro nº34 ‘O limite’ VV.AA. COAG, Marzo 2012, A Coruña.
3El amor, las mujeres y la muerte’ Schopenhauer, A. Ed. EDAF. 1993, Madrid

Instrumentos de medida del tiempo (II) | Jorge Rodríguez

Jorge Rodríguez Seoane
Jorge Rodríguez Seoane
Arquitecto y socio fundador y gerente de Seoane Arquitectura. Experiencia activa en evaluación de riesgos y plan de negocio, gestión de personal y dirección de proyectos de ejecución. Gestión de carteras de inversión inmobiliaria, búsqueda de activos singulares y representación de intereses.
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