Maestro de maestros, Oíza dejó en las aulas de la Escuela de Arquitectura de Madrid la esencia de su pensamiento, definido por él mismo como contradictorio. Francisco Javier Sáenz de Oíza, nació en Cáseda (Navarra) pero se crió en Sevilla. Su padre, también arquitecto, pidió el traslado a Madrid, con toda la familia, para que Oíza pudiera estudiar arquitectura.
No te mueras sin ir a Ronchamp entra en la leyenda del personaje y en la estrecha relación que mantuvo con el escultor y poeta Jorge Oteiza, a quien conoció a principios de los años 50 en Aranzazu, y cuya relación se mantuvo hasta el fin de sus días. Fue precisamente Oteiza quien, en los últimos meses de vida del arquitecto, le dijo que visitara la capilla que Le Corbusier había levantado en el noroeste de Francia y dio origen a esta frase mítica “No te mueras sin ir a Ronchamp”.
Personaje polémico y polemista, creador de obras distantes entre sí en el estilo y en la valoración del público. Si Oíza tenía razón y la arquitectura es como la grafología, quizá adentrándonos en Torres Blancas, en el Banco de Bilbao o en el Palacio de Festivales de Santander podamos conocer el universo que rodeó a Oíza, y a un Oíza más allá de su obra.
Vía Hans Brinker en twitter «Lo más curioso es el video en el que Basterretxea habla de cómo Oteiza y él corrigieron el proyecto de arquitectura»
Audiovisual que recupera el relato de las intervenciones del artista
Néstor Basterretxea en la cripta de la Basilica de Arantzazu. En este
documental, Basterretxea relata en primera persona los avatares de la
primera y fallida intervención de la década de los cincuenta, así como
su posterior y definitiva intervención pictórica de los años ochenta. El
documental muestra los dibujos originales del artista y ha sido
producido con motivo de proyecto «Miradas cruzadas: Néstor
Basterretxea», celebrado en en el Museo Oteiza entre julio de 2013 y
julio de 2014:
http://goo.gl/JiSDkH