domingo, noviembre 24, 2024
spot_imgspot_img
InicioartículosEntrevista conmigo mismo | Borja López Cotelo

Entrevista conmigo mismo | Borja López Cotelo

Abrí los ojos en aquella habitación de color amarillo. A mi alrededor, cientos de libros y cuadernos se apoyaban sobre muebles diseminados por la caótica estancia. Poe, Melville, Tolstoi o Maupassant se amontonaban en insólito equilibrio. El suelo estaba repleto de folios arrugados, víctimas sin duda de algún acceso de ira. Yo yacía sobre uno de esos hermoso divanes diseñados por Jeanneret y Perriand.

-Bien, caballero. Podemos empezar.

Volví la vista hacia el lugar de donde procedía la voz. En la penumbra vi un hombre relativamente joven, de cuyo cabello oscuro, abundante hasta el exceso y algo desordenado, se descolgaban dos pobladas patillas. Me sonreía.

-¿Está usted cómodo? –preguntó.

Mi interlocutor estaba sentado en una Fiberglass Chair, una de esas sillas que Charles y Ray Eames diseñaron en los años cincuenta. Fijé mi atención en su armónica curvatura, en las delicadas formas que había adquirido la fibra de vidrio para acomodarse al cuerpo humano. Una pieza original, concluí con cierto deleite. El hombre se incorporó lentamente y pude distinguir entonces su nariz, sus ojos y su boca. En una fracción de segundo, su rostro se delineó al completó. No podía creer lo que tenía ante mis ojos: ¡era yo mismo!

-Sí, no se preocupe –balbuceé.

Decidí no decir nada acerca de la extraña situación. Probablemente no fuese más que un sueño o una alucinación, y en caso contrario, ¿cómo iba a creerme ese hombre, ese otro yo? Preferí seguirle la corriente hasta averiguar qué clase de delirio me había llevado a la consulta de un psicoanalista que se había transmutado en mí mismo.

-Bien –dijo-. Así que ha venido usted a tratarse de esa molesta obsesión. Su rostro me resulta familiar…

-Tengo unos rasgos muy comunes –respondí tajante-. Estoy listo para comenzar el tratamiento.

-De acuerdo, caballero, aunque yo prefiero llamarlo entrevista. Comencemos. En primer lugar, querría que me describiese usted su primer recuerdo.

Respiré profundamente antes de entrar en el juego de ese hombre.

-Es difícil-dije-. Recuerdo unas chalanas apoyadas contra un muro, y una ensenada allí abajo… al otro lado, un campo cuya maleza invade el camino… El sol está bastante alto, hay un olor punzante a brea y barniz… Es todo bastante confuso… ¡Creo que será mejor que le haga un dibujo!

Recogí uno de los papeles del suelo, saqué unos rotuladores que llevaba en el bolsillo y tracé unas líneas. El psicoanalista tomaba apuntes y, de cuando en cuando, me dirigía miradas de desaprobación. Le mostré el esbozo.

El primo Ramón

-Parece que esto no funciona –dijo contrariado, tras un breve vistazo al boceto-. Probaremos con otro ejercicio. Concéntrese ahora, caballero, en su recuerdo más feliz, en su momento de mayor cercanía a la felicidad. Ponga todo su empeño en transmitirme esa idea de paraíso, haga un esfuerzo de abstracción y defínamelo con tanto detalle como sea posible.

-¡De acuerdo! –respondí con entusiasmo. A decir verdad, comenzaba a pasármelo bien- Me viene a la mente una mesa con dos cafés humeantes… Hay una brisa ligera y siento el olor de las hojas… distingo, sobre un plato, un pedazo de tarta y más allá unas migas por las que pelean dos pájaros de un rojo intenso. Podría asegurar que es Nueva York… ¡Pero yo nunca he estado en Nueva York! Todo vuelve a ser confuso…

Tras unos segundos, comencé a dibujar de nuevo para mostrar a ese hombre la imagen que se me había revelado como el paraíso. Al fin y al cabo, pensé, ¿quién mejor que otro yo para ayudarme a resolver la paradoja?

El primo Ramón

El disgusto de ese hombre parecía aumentar a medida que avanzaba la sesión. Me miró con severidad antes de agarrar con evidente irritación la hoja que le ofrecía y apoyarla en la mesilla que tenía a su lado -otro delicado mueble de Perriand, observé-. Acto seguido, se puso en pie y comenzó a hablar mientras caminaba en círculo por la habitación.

-Caballero, estoy dispuesto a ayudarle a superar esa rara aversión suya a las palabras, que ha derivado en una enfermiza querencia por el dibujo. Pero necesito una mayor cooperación por su parte…

Se sirvió un café y le dio un pequeño sorbo, con aire solemne. Me miró desde arriba durante unos segundos, esperando comprobar el efecto de sus palabras. A continuación, se dejó caer de nuevo en su silla:

-Tal vez sea más fácil si se concentra usted en una frase… -dijo pensativo- ¡Eso es! Dígame una cita que haya usted memorizado en algún momento de su vida y no haya sido capaz de apartar de su mente desde entonces. Todos tenemos unas cuantas.

-Desde luego –concedí-. Recuerdo una frase de Borges, esa que comienza: Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo…

-¡Por favor! –me interrumpió- ¡Evite hablar de dibujo! ¿Acaso no piensa usted en otra cosa? Leo en su currículum que ha estudiado arquitectura. Yo también… Vaya, y curiosamente, en las mismas fechas que usted…-observó pensativo- Puede que incluso hayamos coincidido.

Traté de evitar que se percatase de que éramos la misma persona. Cité con precipitación la primera frase sobre arquitectura que se me vino a la memoria:

-Recuerdo aquello que dijo el maestro Scarpa: Sólo puedo ver las cosas si las dibujo.

-¡Cállese! –exclamó- Es evidente que usted es un enfermo crónico… y, lo que es más grave, ha logrado que  vuelva a aflorar en mí esa misma obsesión –añadió con profundo abatimiento-. Sí, caballero: antes que usted, yo sufrí el azote de ese desvarío.

-No me lo puedo creer… -repliqué con falsa sorpresa.

-Sí. Aún conservo algunos dibujos de esos que antes coleccionaba de manera enfermiza. Mire este increíble dibujo de Piranesi.

Sacó de su bolsillo un puñado de hojas arrugadas. Las  separó, extendió una de ellas y, al punto, extendió su brazo hacia mí para mostrármela.

Le Carceri d´Invenzione, Giovanni Battista Piranesi

-En su momento llegué a poseer una considerable colección de dibujos de arquitectos rusos –continuó, melancólico-. Vea esta maravilla de Chernikhov, deléitese con el alarde de virtuosismo de Brodsky y Utkin…

Cycle Architecture of Bridges, Iakov Chernikhov
Wandering Turtle, Alexander Brodsky e Ilya Utkin

Durante unos segundos, ambos contemplamos extasiados las reproducciones que el psicoanalista había sacado de su bolsillo. El onírico paisaje de Brodsky se presentaba a nuestros ojos como respuesta al dramatismo de las carceri de Piranesi, mientras las audaces líneas de Chernikhov parecían a punto de rebelarse contra el estatismo del papel…

-Conservo también este otro dibujo de Cedric Price –continuó, sin apartar la vista de las hojas- Tenga, eche un vistazo.

Museum in Lincoln,Cedric Price

La fuerza sintética de esas escasas líneas captó mi atención como antes habían hecho las otras imágenes. Analicé con calma el boceto de Price, al tiempo que proclamaba su maestría a viva voz. El psicoanalista me miraba ahora con aprobación.

-Bien, caballero –dije-. Si he de ser sincero, yo también guardo en mi bolsillo algunas estampas.

En el acto, saqué unas hojas arrebujadas del bolsillo de mi pantalón. Había allí esbozos de Sverre Fehn, de Utzon y de Pietilä. Había incluso un dibujo de Sota y otro de Sáenz de Oíza que no recordaba haber guardado. Los examinó con detenimiento durante varios minutos hasta que, de pronto, me dijo:

-Si no le importa, me gustaría quedarme con esos dibujos que hizo al usted al inicio de la sesión… Por motivos estrictamente profesionales, por supuesto.

-Eso no es posible, caballero –respondí con firmeza- . Debo llevármelos. Resulta evidente que no es usted psicoanalista, así que buscaré un profesional que ponga remedio a esta locura.

En realidad, solo quería recuperar esos dibujos para añadirles un poco de color. Eso, pensé, mejoraría el resultado. Los cogí sin titubeos de la mesilla. El otro yo me miró, esbozando una sonrisa complaciente.

-Caballero –dijo con serenidad-, me temo que ni usted ni yo tenemos remedio.

Borja López Cotelo. Doctor arquitecto
A Coruña. febrero 2014

Borja López Cotelo
Borja López Cotelohttp://lasonceymedia.com/
Borja López Cotelo y Maria Olmo Béjar, arquitectos por la ETSAC desde 2007. Borja López Cotelo, arquitecto doctor por la Universidade da Coruña desde 2013.
ARTÍCULOS RELACIONADOS
ARTÍCULOS DEL AUTOR
0 0 votos
Article Rating
Suscribirse
Notificarme
guest
0 Comments
Los más recientes
Los más viejos Los más votados
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios

Espónsor

Síguenos

23,474FansMe gusta
4,357SeguidoresSeguir
1,782SeguidoresSeguir
23,990SeguidoresSeguir

Promoción

Columnistas destacados

Íñigo García Odiaga
83 Publicaciones0 COMENTARIOS
Antonio S. Río Vázquez
57 Publicaciones0 COMENTARIOS
José del Carmen Palacios Aguilar
43 Publicaciones0 COMENTARIOS
Aldo G. Facho Dede
43 Publicaciones0 COMENTARIOS
0
Nos encantaría conocer tu opinión, por favor comenta.x
()
x