Arne Jacobsen se consideraba a sí mismo, ante todo, arquitecto. Pero la trascendencia de sus muebles ha hecho que sea reconocido como diseñador industrial, algo de lo que siempre intentó huir. Jacobsen creía que el diseño, la arquitectura y las artes podían funcionar como un todo, de acuerdo con las ideas de la gesamtkunstwerk.
Este ideal de síntesis artística le llevó a diseñar la silla 3100 para el comedor de la empresa farmacéutica danesa Novo Nordisk.
Su perfil redondeado y sus esbeltos apoyos recordaban a la forma de una hormiga, por lo que pasó a ser conocida como Ant Chair. La silla comenzó a ser comercializada por Fritz Hansen, y supuso un enorme éxito impredecible para prototipo del que originalmente sólo habían sido encargadas 300 unidades para cubrir las necesidades de la farmacéutica.
Jacobsen se enfrentó a este encargo bajo la influencia de los diseños de Charles & Ray Eames, especialmente la silla LCW de 1945, y de la silla AX, proyectada por Peter Hvidt para Fritz Hansen en 1950.
Pero el diseño de Jacobsen era más limpio y sintético, la silla era mucho más ligera que sus predecesoras y podía ser apilada con facilidad. Estaba formada por nueve láminas de madera contrachapada de teca que, al doblarse, resolvían el asiento y el respaldo.
La flexibilidad de estos productos derivados de la madera ya había sido comprobada en muebles desde la década de 1930, pero en la silla hormiga la lámina era inusualmente fina. Entre las capas de madera se intercalaban estratos de algodón hindú que mejoraban la flexibilidad y resistencia del producto.
Esta lámina descansaba originalmente sobre tres apoyos metálicos, unidos a la madera mediante conectores plásticos.
Desde el principio, el modelo fue sometido a ajustes que contribuyeron a aumentar su difusión: las tres patas originales de acero cromado fueron sustituidas por cuatro fabricadas con tubo de acero mate. El contrachapado de teca fue sustituido por otros de haya, roble y arce. Comenzó además a ser distribuida en diferentes colores, dimensiones y acabados.
Esta versatilidad contribuyó a su expansión como pieza de culto entre diseñadores y arquitectos, que con frecuencia utilizaron la Ant como complemento de sus propias obras. Esta enorme aceptación sorprendió al propio Fritz Hansen, que en principio había dudado del potencial de la silla hormiga. A tal punto que Jacobsen decidió ofrecerse a comprar el excedente ante un posible fracaso en el mercado.
A pesar de esta desconfianza, la Ant supuso un enorme éxito comercial para Fritz Hansen. Esto hizo que la silla fuese tomada como base para futuros diseños que se convirtieron en iconos. La Serie 7, hoy tan reconocida como la Ant, es una evolución del diseño original que apenas supone cambios en la concepción de la pieza.
La silla hormiga lleva en producción desde el año 1952. Pero la popularidad de estos objetos no debe hacer olvidar que Arne Jacobsen también construyó edificios.
Borja López Cotelo. Doctor arquitecto
A Coruña. marzo 2010