El ave nocturna
Se han dicho muchas cosas de Alvar Aalto.
Que fue racionalista, que fue organicista, que luchó por la independencia de Finlandia en 1917.
Que le gustó el vino, la noche y las mujeres jóvenes.
Tal vez todas sean verdad.
Eso explicaría Viipuri, Paimio, la Mairea, Otaniemi, Säynätsalo, sus ojeras y sus dos matrimonios.
Siempre recuerdo aquella foto en la que Alvar hace un fuego en Muuratsalo, a pocos metros de la orilla helada del Päijänne. Me hace pensar que, de todos los maestros modernos, es el único con quien el gran Hemingway habría compartido mesa alguna noche.
Y entonces, al calor de un vodka carelio, dos hombres habrían intercambiado opiniones acerca de aquel suizo que decía ser francés y de aquel alemán tan estricto.
El primo Ramón
Nantucket, primavera de 2014