“Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”.
Mahatma Gandhi
Las palabras tienen el poder de explicar lo que no vemos, imaginar todo aquello que es inexistente o sobrepasar la percepción para cimentar un relato transmisible y apropiable.
El lenguaje es la comunicación convertida en una herramienta de acopio de información. Con él se construyen ideas y emociones capaces de definir nuestra identidad personal, colectiva y cultural, a la vez que ayudan a mantener la necesidad intrínseca de pertenencia y comunidad. Es también una poderosa herramienta para promover la comprensión, la empatía y el respeto, y dependiendo de cómo se use se puede convertir en una herramienta provocadora de conflictos y divisiones.
Pero, sobre todo, el lenguaje permitió al homo sapiens superar el mundo de lo que vemos y tocamos para crear el conocimiento de lo que imaginamos y creemos para convertirnos en humanos.
El lenguaje es entonces una herramienta fundamental para la comunicación humana y por extensión para el entendimiento de la Humanidad para construir su propia realidad. El lenguaje tiene un enorme poder para influir en la forma de pensar y actuar de las personas. Tiene la capacidad de ser utilizado para persuadir, motivar, inspirar y convencer. Nombrar las cosas nos permite identificarlas, clasificarlas y distinguirlas para poder comprender mejor nuestro entorno y comunicarnos de manera efectiva con los demás.
En esta acción de explicarnos, encontrando las palabras capaces de consensuar y con ello concentrando esfuerzos para afrontar los retos que nos hemos creado debido a la acción humana, hemos inventado el concepto Antropoceno, el cual ha supuesto un giro epistemológico para las ciencias que estudian el sistema Tierra y ha introducido la acción humana como una fuerza geológica. Los seres humanos se han convertido en una fuerza telúrica, similar al vulcanismo, a los movimientos de las placas tectónicas o a las fuerzas gravitatorias. La historia de la Tierra se enfrenta a la de la Humanidad y la cambia al haber crecido a costa de la naturaleza de la que se nutre. En busca de su bienestar el hombre ha transgredido varios límites biofísicos del planeta, enfrentándose así al hábitat que lo hizo nacer.
Como dice el filósofo Timothy Morton, la propia palabra Naturaleza está generada por los humanos, es un concepto planteado desde un prisma antropocéntrico que lo hace irrelevante para hablar de ecología.1
La historia entre la naturaleza y el hombre, que desde el s. XIX discurría por separado, ahora no tiene más remedio que comenzar a fusionarse si quiere sobrevivir. La idea de esta nueva era geológica nos tiene que invitar a reflexionar sobre cómo la sociedad humana y la naturaleza están profundamente relacionadas, y a la vez motivarnos en la búsqueda de una refundación de la convivencia entre ambas, como parte de una misma realidad indivisible, la Tierra.
Sabemos que esta revolución geológica de origen humano, el Antropoceno, era evitable y que sobrepasa la idea de una crisis medioambiental. Entramos en ella a sabiendas, desde el s. XVIII ya se habla de la capacidad de la humanidad para modificar las influencias climáticas según sus intereses. El Antropoceno es una era de la que los científicos vienen advirtiendo -a partir de numerosos estudios- desde hace más de 40 años. Los propios Stoermer y Crutzen subrayaron ya en su artículo común que estudios realizados en la década de 1920 demostraban que del 30 al 50 % de la superficie terrestre ya había sido transformada por la acción humana.2 Pero no ha sido hasta hace muy poco que la sociedad y algunos gobiernos han empezado a tomar consciencia de la importancia de esta acción y de sus efectos devastadores. Acción esta que conlleva un alto precio en el enfrentamiento sin límites entre el hombre y la Tierra.
A diferencia de otras civilizaciones que han desaparecido a lo largo de la historia de la humanidad, ahora en el s. XXI, nuestra civilización conoce perfectamente los devastadores efectos provocados por el hombre, pero al mismo tiempo es incapaz de revertir este proceso. Este desafío va más allá del cambio climático, porque también pasa por el colapso de los estados-nación democráticos, por la penuria alimentaria, la expansión de las epidemias, y por el derretimiento de los polos con la consecuente subida del nivel de los mares, entre otros. Es el resultado de formar parte de una humanidad planificada sobre la base de maximizar los beneficios del capital a través de un modelo de consumo devorador, basado en la obsolescencia programada y precoz de los productos.3
Hay una serie de hechos, de hallazgos históricos y de decisiones políticas e industriales que explican el origen de esta nueva era del planeta Tierra. De hecho, la historia del hombre en la tierra es tan reciente que, si la comparamos con las 24 horas que tiene un día, veríamos que el hombre habría aparecido en ella en los últimos cinco segundos, y la época industrial de la que estamos hablando, en las últimas dos milésimas de segundo.
A pesar de que algunos autores sugieren que el origen del Antropoceno se empieza a registrar a partir de las primeras deforestaciones hace 8.000 años, otros lo sitúan hace 5.000 años a causa de los cambios que la agricultura originó, o ya más próximo, en el s. XVI por el impacto que supuso la llegada de los europeos al continente americano. En el año 2004, el Programa Internacional Geosfera-Biosfera confirmó, con la publicación del informe “Global Change and the Earth System: A Planet Under Preassure”,4 que tenía evidencias de los cambios que la humanidad había provocado en el planeta desde 1750. Sin embargo, sus investigadores sugieren que el impacto realmente significativo sobre el planeta de las actividades del hombre, empezaron a mediados del s. XX. En el informe se afirma que la magnitud, la escala espacial y la transformación provocada por la mano del hombre desde 1950, no tienen precedentes en la historia de la humanidad, por lo cual se podría considerar ese momento como el inicio del Antropoceno.
En paralelo, el Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (Anthropocene Working Group), creado en el año 2009 y liderado por Jan Zalasiewicz y Colin P. Summerhayes, se ha dedicado a reunir pruebas que permitan impulsar la oficialización, por parte de la Comisión Internacional de Estratigrafía, del Antropoceno como una nueva era dentro de la escala geológica del tiempo. Este equipo considera que la primera detonación de una bomba atómica en Nuevo México, en julio del año 1945, fue el origen de esta nueva etapa geológica. Según los miembros de este equipo de investigación, a esta explosión le siguió el desarrollo de una adicción al consumo de carbón y al petróleo, que han dejado una profunda huella en todo el planeta.5
Visiones críticas, alternativas y complementarias al Antropoceno
Mientras se espera que el concepto Antropoceno sea aprobado por la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS), en climatología le llaman calentamiento global o catástrofe climática6 o en biología la sexta extinción masiva. Pero paralelamente han surgido divergencias, y con ello nuevas palabras, en torno a su pertinencia para definir la nueva era geológica. En los últimos años han aflorado sus limitaciones provocando la aparición de al menos 80 o 90 nuevos términos como Hombreceno, Faloceno, Angloceno, Capitaloceno, Chthulúceno, Urbanoceno, Plantacioceno, Homogenoceno, Eremoceno, Negantropoceno, Antrobsceno, Termoceno, Tanatoceno, Necroceno, Tecnoceno y muchos otros que surgen en la confluencia de diferentes disciplinas. Todos buscan completar y cuestionar, con una crítica constructiva y creativa, la forma de pensar predominante en el mundo científico, reflejo propio de la sociedad en la que lo femenino/cuerpo/sentimiento/naturaleza está subordinado a lo masculino/mente/razón/cultura.7 Son unos términos que intentan ser una alternativa al Antropoceno, principalmente desde las ciencias sociales, manifestando de que ninguno de los integrantes en el debate en torno del Antropoceno posee los conocimientos suficientes para comprender plenamente el fenómeno. Es una cuestión de poner el peso del debate y las investigaciones en el “-ceno”, o dar más valor al aspecto social y humanista el “antropo”. El “-ceno” prioriza los estudios e investigaciones geológicas que consiguen explicarnos las causas naturales de lo que está sucediendo y el por qué, mientras el “antropo”, mucho menos investigado, divulgado y financiado, expone las causas principales y sus posibles soluciones.8
De estas reconsideraciones surge el nombre de Hombreceno para sustituir el de Antropoceno. Una propuesta hecha por la científica Kate Rasworth en el año 2014 para denunciar la insignificante presencia de mujeres en los grupos de investigación del mismo Antropoceno. Este nombre se relaciona con la hipótesis de trabajo que hay detrás del concepto Faloceno, un concepto que propone una reflexión teórica de la actual era geológica global desde la óptica ecofeminista. Hay que considerar que esta nueva era se sustenta en un entramado de relaciones sociales desiguales, jerárquicas, opresivas y destructivas, que afectan especialmente a las mujeres y a la naturaleza, y que son constitutivas de la civilización occidental, de la que se entiende que el actual modo de exterminio de ecosistemas del planeta es una extensión “natural” de las relaciones de dominio y de las formas de violencia características del patriarcado.9
Desde otro punto de vista, pero con igual crudeza, Jean-Baptiste Fressoz10 añade que el Antropoceno, hasta 1980, se podría llamar Angloceno. Considera que Inglaterra en el s. XIX y Estados Unidos en el s. XX, han sido los Estados hegemónicos responsables en gran parte de la aparición de esta nueva era, teniendo en cuenta su influencia y la capacidad expansiva y depredadora de sus grandes empresas. Pero también podríamos hablar de Euroceno, ya que fue la cultura europea y sus políticas las que impulsaron la colonización y la revolución industrial que son responsables de la situación actual, o también de Chinoceno, al ser la civilización más longeva que ha llegado a nuestros días.
Pero como dice Tim Ingold, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Aberdeen (Escocia), la propia palabra Antropoceno es profundamente antropocéntrica separando el mundo humano y el no humano. Una vez más queda manifiesta la prepotencia del hombre que se considera el punto final del planeta y subestima las fuerzas de la naturaleza y geológicas que conviven con nosotros. La humanidad tiene la responsabilidad de lo que está sucediendo, y Tim Ingold se pregunta si quizás tendríamos que cambiar el término de la “Era del Antropoceno”, por la “Era del Capital”, ya que el desarrollo industrial es el verdadero causante de estos grandes cambios y, quizás, no los seres humanos de forma generalizada.11
En esta misma línea, Jason W. Moore considera que la gran amenaza a la estabilidad ecológica se encuentra en el paradigma económico vigente, y por eso aboga por el concepto de Capitaloceno en contraposición a lo que llama historización superficial del Antropoceno.12 Entiende el Capitaloceno como un sistema de poder, ganancia y re/producción en red nacido del capitalismo donde los principales causantes del cambio climático son el uno por ciento de la humanidad que controla los medios de producción y las fuentes de energía, el capital fósil. Oligarcoceno o Corporatoceno podrían ser también otros términos para plantearse ya que estas corporaciones hacen trabajar el sistema para que los ciudadanos compren una visión del problema despolitizada. En el momento histórico en que la destrucción de los ecosistemas alcanza sus máximos con proyectos mineros, energéticos, hidráulicos, turísticos, residenciales, infraestructurales y biotecnológicos de las grandes corporaciones, estas buscan y encuentran la complicidad de los gobiernos de todas las ideologías para desarrollarlos.
Las ciudades serán las grandes protagonistas del siglo XXI, dejando atrás los Estados-Nación que dominaron el siglo XX y los imperios que lo hicieron en el siglo XIX. Casi la mitad de la humanidad vive ya en ciudades en una tendencia creciente que no parece parar. En este sentido, el físico teórico británico Geoffrey West propone reemplazar el concepto de Antropoceno por el término Urbanoceno. West interpreta que
Vivimos en la era del Urbanoceno y, a nivel mundial, el destino de nuestras ciudades es el destino del planeta.
Pisani, 2020
Un nuevo término geográfico para explicar el auge de las ciudades y afrontar, desde este punto, una mirada más direccionada a las crisis de nuestro presente y futuro.
Otros términos, sin tanta repercusión, también intentan explicar desde múltiples visiones el papel central de las ciudades y la urbanización para explicar la era geológica que estamos intentando definir; al respeto podemos encontrar conceptos como el Astycene, el Urbicene o el Metropocene.13
Ante el Antropoceno y más allá del Capitoceno o Urbanoceno, Haraway propone el término tentacular de “Chthuluceno”, alegoría del personaje cósmico Cthulhu, medio pulpo, dragón y caricatura humana creado por el escritor Howard Phillips Lovecraft, para definir “otro lugar y otro tiempo que fue, aún es y podría llegar a ser” un sustantivo con dos raíces griegas para nombrar un tipo de espacio-tiempo que permita producir saber entorno al problema de vivir y morir creando respons-habilidades (habilidades para responder) en una tierra herida en la que la regeneración y la sanación con-tacto tienen que ser posibles mientras seamos conscientes de que formamos parte de una Tierra a la que necesitamos pero, al mismo tiempo, que ella no nos necesita. Una Tierra donde podemos vivir con una actitud regenerativa o destructiva, y que podemos hacer o deshacer siempre que sea desde una actitud simpoiética, es decir, entendiendo que nos necesitamos recíprocamente, en colaboración y combinación, en forma de red tentacular que remarca que no podemos construir nada en solitario. Defiende buscar el lugar común entre la ciencia como lo objético y la narrativa como lo subjetivo, rompiendo así antiguas dinámicas.
Podríamos ir investigando sobre otros contraconceptos que van apareciendo, pero hemos visto que el Antropoceno es un problema sociopolítico-histórico diverso, no un monolito geológico, cuantitativo y demográfico, donde no hay duda sobre la fuente antropogénica de la catástrofe climática. El fenómeno del Antropoceno parte de la división entre naturaleza y cultura, de la visión del “hombre contra el mundo” y de entender la naturaleza como algo separado y al servicio del hombre.14 A pesar de todo, el concepto Antropoceno y todos sus contraconceptos ofrecen reinterpretaciones filosóficas y científica sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza. Alertan sobre la envergadura de la acción humana sobre el planeta en un debate infinito entre libertad, poder y responsabilidad, es decir, el duelo, la ira y la frustración. Estos conceptos tienen la gran capacidad de abrir interesantes debates que unen el mundo de la ciencia y el de la cultura, artistas, geólogos y la sociedad civil. Juntos reflexionan de una forma multidisciplinar sobre el presente y el futuro de la Tierra, del hombre y de su relación con la naturaleza como nunca había sucedido. Uno de los principales desafíos es no quedar paralizado por nociones de “inconmensurabilidad” teórica o empírica, y perseguir obstinadamente un potencial terreno común que nos ayude a generar acciones reales de transformación de la inercia distópica en la que hemos metido la Tierra.
En cuanto al futuro, no se trata de preverlo, sino de hacerlo posible.
Antoine de Saint Exupéry, 1948
Notas:
1 Roc Jiménez de Cisneros, “Timothy Morton: Una Ecología Sin Naturaleza,” CCCB LAB (Barcelona, December 2016).
2 Paul J. Crutzen and Eugene F. Stoermer, “The ‘Anthropocene,’” Global Change Newsletter.The International Geosphere-Biosphere Programme (IGBP): A Study of Global Change of the International Council for Science (ICSU) Sustaining Earth’s Life Support Systems-the Challenge for the next Decade and Beyond 41 (2000): 17–18.
3 Maristella Svampa, “Antropoceno, Perspectivas Críticas y Alternativas Desde El Sur Global,” in Futuro Presente, 2019.
4 R.J. Steffen, W., Sanderson, R.A., Tyson, P.D., Jäger, J., Matson, P.A., Moore III, B., Oldfield, F., Richardson, K., Schellnhuber, H.J., Turner, B.L., Wasson, “The Anthropocene Era: How Humans Are Changing the Earth System,” in Global Change and the Earth System A Planet Under Pressure (Springer-Verlag Berlin Heidelberg, 2005), 81–141, https://doi.org/10.1007/3-540-26607-0_3.
5 Colin P. Summerhayes and Jan Zalasiewicz, “Global Warming and the Anthropocene,” Geology Today 34, no. 5 (September 1, 2018): 194–200, https://doi.org/10.1111/gto.12247.
6 Franciszek Chwałczyk, “Around the Anthropocene in Eighty Names—Considering the Urbanocene Proposition,” Sustainability 12, no. 11 (May 31, 2020): 4458, https://doi.org/10.3390/su12114458.
7 IPCC, “Global Warming of 1.5 oC,” The Intergovernmental Panel on Climate Change, 2020, https://www.ipcc.ch/sr15/
8 Ladanta LasCanta, “El Faloceno: Redefinir El Antropoceno Desde Una Mirada Ecofeminista – Ecología Política,” ecología política, 2017,
9 LasCanta, “El Faloceno: Redefinir El Antropoceno Desde Una Mirada Ecofeminista – Ecología Política.”
10 Jean-Baptiste Fressoz, “El Acontecimiento Antropoceno: La Tierra, La Historia y Nosotros”, Fundación Areces, 2015.
11 Tim Ingold, “Vivimos En La Era Del Antropoceno”, Fundación Aquae, 2016.
12 Jason W. Moore, “(PDF) The Capitalocene Part I: On the Nature & Origins of Our Ecological Crisis,” Journal of Peasant Studies, 2016.
13 Chwałczyk, “Around the Anthropocene in Eighty Names—Considering the Urbanocene Proposition.”
14 Jean-Baptiste Bonneuil, Christophe, Fressoz, The Shock of the Anthropocene: The Earth, History, and Us (ed. Verso Books; Translation edición, 2016).