«Al explorar el lenguaje y la sensibilidad poética compartida por todos estos animales, trabajo hacia el redescubrimiento del ámbito común que una vez existió cuando la gente vivía en armonía con los animales. Espero que el efecto final sea una experiencia de asombro y contemplación, de serenidad y esperanza.»
Gregory Colbert, fotógrafo.
Fue a finales del 2003 cuando Shigeru Ban, el arquitecto japonés popular por sus construcciones con tubos de cartón, recibió un encargo increíble: el de imaginar un museo móvil.
El museo debía viajar alrededor del mundo para mostrar las imágenes que el fotógrafo canadiense Gregory Colbert ha tomado a lo largo de treinta y tres expediciones por lugares insólitos del mundo. Las fotografías responden al criterio de buscar aquellas relaciones originales entre los animales y las personas que el hombre contemporáneo ya ha perdido.
Precisamente esa misma noción de viajar con la cámara era la que Colbert quería para su museo. La construcción tendría que moverse, tendría que viajar por todo el mundo y provocar entre sus visitantes un fuerte compromiso con el entorno.
Cenizas y Nieve
Durante los últimos trece años Gregory Colbert ha viajado con su cámara a lugares exóticos de la India, Sri Lanka, Egipto, Sudáfrica, Etiopía, Namibia, Tonga, Myanmar -anteriormente conocida como Birmania-, las Islas Azores y la Antártida, para explorar la interacción primordial entre los humanos y los animales. Significativamente, las fotografías capturan a los animales a plena luz del día, y ninguna de ellas ha sido manipulada o superpuesta posteriormente. Éste ha sido un trabajo paciente, tal y como Colbert explica:
“Estoy interesado en explorar maravillas intemporales, así que no hay urgencia. Cinco años, diez, quince, no lo habrían hecho distinto, porque lo que se hacía era completamente atemporal.”
Así continúa:
“Nosotros habríamos esperado durante meses. Con las ballenas estuvimos trabajando durante seis semanas sin disparar un sólo fotograma. Hay días de milagros, y hay días cuando uno sólo piensa en ellos. Pero no los fuerzas. Los elefantes decidieron, las ballenas decidieron.”
Son más de cien fotografías de gran formato, de 180×270 cms, impresas en un papel japonés que ha sido coloreado con pigmentos de plantas siguiendo técnicas artesanales de más de trescientos años de antigüedad. Fueron mostradas por primera vez en el Arsenal de Venecia, en el verano del 2002, bajo el título “Cenizas y Nieve”. La exposición fue extraordinaria y se organizó a lo largo de todo un astillero del siglo XV, pertenece a la marina italiana, que mide más de un kilómetro y medio de longitud. La respuesta del público fue sorprendente. Las imágenes fueron visitadas por más de cien mil personas y la colección fue comprada en su totalidad por la compañía Rolex, que aún actúa como uno de los principales patrocinadores de Colbert.
A la hora de enumerar el listado de necesidades para el nuevo museo que albergaría su colección, Gregory Colbert requirió un espacio que él pudiese organizar libremente, además de poder enviar, junto a sus imágenes, a lugares tan remotos como el Parque Nacional de Serengeti en Tanzania, durante el periodo de migración de animales; o instalarse en el Mar de Bering cuando se hiela. Esto implicaba que todo el edificio tuviese que ser reciclable y fácil de montar y desmontar.
El Museo Nómada
Su experiencia con arquitecturas móviles y elementos constructivos reciclables fue un factor decisivo para que Shigeru Ban recibiese el encargo de desarrollar este nuevo concepto de museo.
Ban se interesó por los contenedores de transporte de mercancías como un posible material de construcción que ya tenían intrínseco en su naturaleza la idea del viaje:
“Al viajar por todo el mundo cada contenedor tiene su propia historia”.
Los contenedores, al incorporar también otras cualidades como su facilidad de ensamblarse y apilarse, podrían transportar el museo completo y cambiar su disposición en cada localización.
El arquitecto calculó que necesitarían ciento cincuenta y dos contenedores para crear una estructura que cerraría los 4.180 m2 que ocupa el Museo Nómada. Puesto que la exposición empaquetada requería tan sólo de los ocho contenedores en los que viajaría, para completar la estructura del museo se tomarían prestados otros contenedores en cada nueva localización. Sería, por lo tanto, esencial que los dibujos del arquitecto acompañasen a la exposición en todo momento, aunque el edificio final pudiese alterar levemente su disposición dependiendo de las diferentes condiciones del lugar.
Los contenedores están apilados siguiendo el dibujo de un damero y crean unos frentes de 10’2 metros de altura, y con el fin de protegerse del viento que sople entre la cuadrícula de contenedores, se cerraron las aperturas con una tela a modo de membrana inclinada.
En cuanto a su interior, siguiendo con su interés por el uso de materiales reciclables con los que sea fácil construir y de obtener, además, en cada lugar, Shigeru Ban ha proyectado su techo y las columnas que lo sustentan con tubos de cartón. Para protegerlos del agua y cumplir con la normativa de protección contra incendios, los tubos, además de estar sellados, incluyen un revestimiento impermeable interno y externo. El entramado de la cubierta está construido con tubos de 30 cms de diámetro que descansan sobre los contenedores y las sesenta y cuatro columnas formadas por tubos de 60 cms de diámetro.
Los visitantes entran en la penumbra del espacio de exposiciones del museo al cruzar por una cortina de doce metros de longitud que está hecha con un millón de bolsas de papel de té procedentes de Sri Lanka. Entonces una majestuosa vista se abre frente a ellos: un largo paseo hacia una sala de proyección recorre entre la colección de las fotografías de Colbert. El sencillo diseño de la cubierta a dos aguas refuerza el efecto de perspectiva y dramatiza el espacio en el que las fotografías parecen flotar entre las columnas por estar colgadas con finos cables. Es como si se entrase en un santuario en el que no hay palabras ni textos, sólo imágenes: unas pacíficas escenas del hombre con animales que nos hacen reflexionar.
Los trabajos de Colbert son auténticos testimonios que demuestran que nuestros sentimientos primordiales con los animales no se han perdido totalmente. En un mundo de exceso industrial, los animales no deberían ser definidos simplemente por su grado de domesticación o agresividad. Ellos también encarnan una paz inolvidable. Las fotografías de Colbert mantienen una relación de respeto y calma donde nadie domina al otro; un gesto que el Museo Nómada ayuda a instalar entre las personas dondequiera que se asiente, todo ello en atmósfera de solemnidad creada con materiales de construcción reciclados.
Halldóra Arnardóttir + Javier Sánchez Merina
doctora en historia del arte. doctor arquitecto
Murcia. enero 2014