Nos parece interesante replantear cómo es la relación entre la arquitectura, los arquitectos, la ciudad y la propia sociedad a la que servimos. Y desde Stepienybarno, cada vez nos parece más importante analizar cuál es papel que jugamos los arquitectos en este planteamiento.
Así que, con vuestro permiso, vamos a intentar analizar unas cuantas claves que quizás nos den pautas para mejorar esta relación.
¿Te vienes con nosotros?
Por un nuevo urbanismo.
Un plan urbanístico debiera ser el mejor garante para que asegurar el buen funcionamiento de una ciudad. Estos planes han de estar firmados por un arquitecto o arquitecta, aunque cierto es que pueden ir (y debieran ir) acompañados por equipos multidisciplinares, donde se inserten sociólogos, ingenieros, ecólogos o paisajistas. Pero esta “exclusividad” ha hecho las delicias de muchas oficinas de urbanismo especialistas en poner cuadritos uno al lado de otro.
Como suele mencionar José María Ezquiaga,
“muchas de ellas se han convertido en meros repartidores de edificabilidad”.
Aun así, cada vez es más claro que un tocho infumable de en el mejor de los casos buenas intenciones para los próximos cuatro años es complicado de digerir. A día de hoy, necesitamos herramientas infinitamente más agiles y flexibles que marquen un camino a seguir, incluyendo a la ciudadanía en la medida de lo posible –con una participación real-.
Como bien dicen nuestros amigos de Paisaje Transversal,
“(…) Si bien el desarrollo de figuras legales de planeamiento urbano (Planes Generales, Planes Parciales, Planes Especiales, etc.) está sujeto legalmente a plantear mecanismos de participación pública, lo cierto es que estos suelen reducirse al periodo de alegaciones y exposición pública.
De este modo, lo que se logra es remplazar la participación por mecanismos que pertenecen únicamente al ámbito de la comunicación e información.
Esto conlleva que se acabe confundiendo la participación con la consulta pública cuando se utilizan exclusivamente encuestas, estadísticas, etc. Esta tendencia se refleja, por un lado, en el modelo de selección por votación popular sobre una serie de propuestas arquitectónicas ya dadas y cerradas; y también en casos como las consultas ciudadanas dirigidas a, simplemente, decidir el color del que hay que pintar un puente (…)”.
Si esta realidad la trasladamos a los propios edificios, la problemática se agrava todavía más. La gran mayoría de los que forman el núcleo de nuestras ciudades requieren, nuevamente, la firma de un arquitecto. Así que, pararnos a entender qué es lo que hemos estado haciendo en los años de “bonanza” no parece una mala idea.
Por lo tanto, la pregunta que se viene haciendo sobre si la arquitectura interesa (o no) a la sociedad, nos parece del todo relevante.
Para responderla, los arquitectos no podemos echar balones fuera, pensar que somos unos incomprendidos (nos encanta sentirnos victimas del sistema) y que es la gente la que no se preocupa de lo que realmente debiera.
Como bien comentaba hace tiempo el arquitecto Juan Herreros, en un post de Anatxu Zabalbeascoa,
“(…) me inquieta comprobar que los arquitectos no habitamos un lugar desde el que explicar con claridad el interés y la necesidad de nuestro trabajo. La ciudad cambia a ritmos vertiginosos impulsada por la energía, las ambiciones y la fuerza del capital, pero no tengo muy claro que estemos realmente participando de esos cambios con nuestro conocimiento e imaginación sino más bien dando forma final a un escenario cuyas reglas las escriben otros”.
Nuestras ciudades a partir del efecto “Guggenheim” han querido posicionarse en el mapa a golpe de talonario. Por ello, más de un alcalde se ha aferrado a su poltrona, acompañado de la estrella arquitectónica de turno. Les ha encantado el despliegue mediático que ello genera, gastarse todo el dinero del mundo y tener su propio hito particular (asegurando de esta forma infinidad de votos).
Desde este tipo de intervenciones, se ha transmitido a la sociedad una imagen de la arquitectura frívola y distante, más propia de programas de salsa rosa que de algo serio y respetuoso.
Así, mucha gente identifica a los arquitectos como unos tipos endiosados (con la cartera bien llena) y que no pegan ni golpe.
Por todo ello, entendemos que además de perder una gran oportunidad para trazar puentes entre arquitectura y sociedad, lo que ha sucedido es que nos hemos distanciado aún más.
Buenos arquitectos, pero bastante desconocidos.
Por otro lado, dentro de la arquitectura “pública” nos encontramos con otro grupo de edificios que, aun siendo buenos ejemplos de arquitectura de nuestro tiempo, manejan un lenguaje demasiado extraño. Aquí no hay un problema de calidad arquitectónica, sino de no haber sabido aclarar el nuevo código que se estaba utilizando. A este respecto el arquitecto Francisco Cifuentes, comentaba hace tiempo, en el foro de Arquia proxima, que
“estamos con la mirada cerrada, sin conexión con la sociedad. No se trata de renunciar a construir, pero si queremos hablar de cambio, salgamos a la calle”.
De hecho, muchas arquitecturas han tratado de imponer cómo se han de utilizar los edificios, en vez de haberse parado a entender las verdaderas necesidades de quien los usará y
“adaptarse a la manera de vivir de la gente, tratando de servirla, de mejorarla”,
como ya remarcaba hace ya unos años José Antonio Coderch,
“el arquitecto no debe ensañar a nadie cómo debe de vivir”.
A partir de aquí, la idea que puede tener la sociedad de los arquitectos es de lo más variada, pero, no sin parte de razón, por un gran porcentaje de la misma se les identificará como la mano ejecutora de la alianza político-inmobiliaria. En este punto, poco se puede decir, salvo admitir que la “ciudad trumanizada”, en general, ha crecido postrada al sector inmobiliario, y los arquitectos han sido un actor más de esta triste función.
Pero no todos los arquitectos han ido dejando su huella de manera tan poco afortunada. Muchos otros han construido de manera digna y han trabajado apostando por una arquitectura silenciosa, seria y honrada. Numerosas viviendas de particulares han sido diseñadas con buen criterio y se ha producido una buena comunicación entre usuarios y proyectistas.
El único problema que vemos es que estas arquitecturas no han tenido la difusión que se merecían. Por ello, su influencia ha quedado limitada y por tanto, no se han convertido en el referente que hubiera sido deseable a la hora de estrechar lazos entre arquitectura y sociedad.
Llegar a un público no especializado.
Hay que destacar que, más allá de la potencia que han ido pillando durante estos años varios blogs de arquitectura, es importante la presencia de firmas solventes en medios generalistas como es el caso de David García-Asenjo, Fredy Massad, Anatxu Zabalbeascoa o Jaume Prat.
Aun así, son pocas las ocasiones que tenemos de que conceptos arquitectónicos lleguen a un público no especializado.
En este sentido, la red social de youtube cada vez es más fuerte –su buscador es el segundo más importante después de google- y son muchos los que ya se consideran youtubers. Una de ellas, es Ter, una arquitecta que normalmente trata temas ajenos a la arquitectura y tiene un canal de más de 200.000 seguidores. La cosa es que cada vez que sí que habla de arquitectura se planta delante de miles de personas y además con bastante éxito, a juzgar por el número de comentarios (cientos) y visitas de sus vídeos.
Resumiendo, vemos que, por suerte, muchos arquitectos han dado vacaciones a su potente ego para poner los pies en la tierra e intentar ser más cercanos al resto de la ciudadanía.
Otros muchos navegan en los límites de la propia arquitectura resultando sus propuestas mucho más cercanas, atractivas y entendibles.
De todo ello y mucho más, nos gustaría seguir hablando de ello en artículos venideros.
Creemos que para tener ciudades amables, sanas, vivas y sostenibles, los arquitectos tenemos que bajar la guardia, olvidarnos de nuestro “selecto” lenguaje, buscar vías de verdadera participación ciudadana y aprovechar las nuevas tecnologías para acercar la arquitectura a la sociedad y la sociedad a la arquitectura.
Mucho por pensar, mucho por debatir, mucho por hacer.
Stepienybarno_Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó, arquitectos
Estella, Julio 2018
Artículo publicado originalmente en la Plataforma de La Ciudad Viva.