Lo que sigue es el producto de un encuentro fortuito. Un encuentro, que a modo de confrontación amigable, relaciona dos actitudes paralelas encerradas en un mismo espacio. Me explico…
He visitado una par de veces la nueva sede de la Filmoteca de Catalunya en el Raval de Barcelona, de José Luís Mateo. El encuentro con la contundente desnudez de un edificio sin concesiones, áspero en su rotundidad ya vale para una reflexión ponderada. Sin embargo hacer crítica objetual, constatar los aciertos aparentes y las desviaciones intencionadas de un edificio en particular no me interesa demasiado. En arquitectura el “qué” me interesa menos que el “cómo”. Es más, no sabría disciplinar mis impresiones, ordenarlas, objetivarlas y construir con ello una reflexión sobre un objeto dado. Hay otros que ya lo hacen muy bien.1
No obstante la visita, la experiencia “in situ” de edificios y contextos remarcables sigue siendo una inagotable fuente de recursos arquitectónicos. El tiempo que transcurre dentro de una buena arquitectura, es siempre un tiempo aleccionador, un tiempo audaz y formativo, un tiempo intenso y lúcido. Una visita consciente, no vale cualquier momento, ni cualquier actitud para visitar arquitectura, te hace mejor arquitecto.
Hasta aquí no hay misterio. No conozco ningún arquitecto que no coleccione visitas de arquitectura.
Mi encuentro particular en el edificio de Mateo fue de otro tipo. Tras unas horas de visita, de pasos perdidos, de miradas esquineras, tuve la sensación, como con tantos otros edificios que me interesan, que este era un edificio para tocar más que para ver. No había en toda la brutal superficie de hormigón ninguna intención de esconder la materialidad. De forma cruda, sin llegar a la violencia pero sin atisbos de duda, el edificio se mostraba como lo que es, espacio rugoso, espacio liso, espacio frio, espacio duro, espacio cortante… What you see is what you get dice la frase cuando no hay nada que esconder. Pero What do you get when you touch it?
Al finalizar la visita tuve la habitual tentación de visitar la librería. El cine y la arquitectura no son ni tan siquiera parientes lejanos, son buenos amigos, con mucho que aprender el uno del otro y en ocasiones incluso diría que son amantes, promiscuas disciplinas enzarzadas en tórridos idilios.
Fue en la librería donde entendí el proyecto de Mateo en toda su dimensión arquitectónica.
…
Para ver, cierra los ojos,2 es el título del libro que recopila los textos del cineasta checo Jan Švankmajer, uno de los maestros del cine de animación, con más de veinticinco cortometrajes y cinco largometrajes. Sus animaciones analógicas, se basan en la creación de marionetas, collages, dibujos etc., con especial atención a lo que Švankmajer llama el tactilismo.
De entrada ya es bien curioso que alguien dedicado a cine tenga como tema central la dimensión táctil. En uno de los textos del libro, Švankmajer, hace un repaso a su biografía vital y el descubrimiento de lo táctil. En otros habla de la experimentación táctil o de sus esculturas gestuales. La capacidad de perturbar y conmocionar de Švankmajer es simplemente brutal.
De los textos del libro, exquisitamente editado, hubo uno que en la típica lectura en diagonal y apresurada que hacemos antes de quedarnos un libro, me dejo clavado. El texto Decálogo publicado en la revista Analogon núm. 26-27 de 1999.
Quizás por el siempre efectivo reclamo de la palabra Decálogo, o simplemente por un azar mediado de serendipia,3 me quedé atónito al descubrir como simplemente con la substitución de la palabra cine y todas sus variantes, por la palabra arquitectura y todas sus declinaciones, no solamente había descubierto una nueva dimensión del edificio de Mateo, sino la profunda dimensión de tantos edificios fundamentales que había visitado anteriormente.
El texto, convenientemente manipulado y mutado4 para referir al hecho de arquitecturizar suena como sigue:
1
Graba en tu espíritu que la poesía es solo una. Antes de empezar a proyectar arquitectura, escribe un poema, pinta un cuadro, haz un collage, escribe un relato, un ensayo, etc. Porque solo alimentando la universalidad de los medios de expresión tendrás la garantía de realizar una buena arquitectura.
2
Sé un completo sumiso de tus obsesiones. Tus obsesiones son, con mucho, lo mejor que posees. Son reliquias de la infancia. No se trata de recuerdos sino de sentimientos.
3
Utiliza la arquitectura como si realizases una operación mágica.
4
Toma el sueño por realidad y la realidad por sueño constantemente. No hay pasadizos lógicos. Entre el sueño y la realidad solamente hay un ínfimo movimiento físico: el de cerrar o abrir los ojos. En el sueño despierto, ni siquiera existe ese movimiento.
5
Si tienes que decidir a qué debes conceder prioridad, si a la mirada o a la experiencia del cuerpo, da siempre prioridad a la experiencia del cuerpo, puesto que el tacto es anterior a la vista y su experiencia es mucho más fundamental.
6
Cuanto más profundizas en una historia propiciada por la imaginación (aquí podríamos hablar del relato de la arquitectura), más realista tienes que ser con los detalles.
7
La imaginación es subversiva porque proclama lo posible sobre lo real. He aquí el porqué de que hagas uso de la imaginación más desenfrenada. Imaginación, imaginación, imaginación…
8
Elige siempre temas frente los cuales tu posición sea ambigua. Esta ambigüedad debe ser suficientemente profunda e irreversible como para que puedas caminar sobre su cumbre sin caer a un lado o a otro, o hacerlo a los dos lados a la vez. Solamente así podrás evitar el peor de los crímenes: hacer una arquitectura de tesis.
9
Cultiva la creación como una forma de autoterapia. Esta actitud antiestética es la que efectivamente acerca la creación a la libertad. Piensa en la creación como en una liberación permanente.
10
Nunca trabajes, improvisa siempre.
Al final de este delicioso decálogo, Švankmajer, irónicamente acaba diciendo:
«El hecho de formular estos diez mandamientos no significa que los siga de forma consciente. Estas reglas son consecuencia de mi creación, no la han precedido. Por otra parte, todo mandamiento está ahí para ser transgredido (no desviado).»
Estoy seguro que los autores de las arquitecturas que más me han impactado no estarían de acuerdo con muchos de los puntos del decálogo del cineasta checo, pero una lectura pausada y reflexiva de estas palabras aplicadas a la arquitectura, tienen la capacidad de abrir nuevas lecturas al hecho de arquitecturizar, y son una invitación, no exenta de provocación, para ver arquitectura cerrando los ojos y simplemente tocarla… para ver, cierra los ojos.
Evidentemente no es Švankmajer, ni el primero ni el último en hablar de las propiedades del tacto para “ver”. No puedo dejar de mencionar aquí a Le Corbusier, donde en su Poème de l’Angel Droit F.3. Offre (La Main ouverte) 1947-1953 escribe:
«…
Le pétrissement des mains
La vue qui est dans la palpation.
——————————————-
Pleine main j’ai reçu
Pleine main je donne».5
Pues eso, para ver, cierra los ojos…
Miquel Lacasta. Doctor arquitecto
Barcelona, julio 2012
Notas:
1 Ver el blog de Jaume Prat Ortells, un prodigio de crítica desprejuiciada, a la vez que rigurosa, cimentada en una erudición enciclopédica.
2 ŠVANKMAJER, Jan, Para ver, cierra los ojos, Pepitas de Calabaza Ed., Logroño, 2012.
3 Según la omnipresente Wikipedia, una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. También puede referirse a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque no tenga relación con lo que busca. En términos más generales se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente.
4 Que me perdone Švankmajer desde ahora mismo… He dejado en cursiva las palabras que he introducido como acción mutante, para dejar constancia de la brillantez del texto original.
5 Traducción del extracto Poème de l’Angel Droit F.3. Offre (La Main ouverte) 1947-1953.
El moldeado de las manos,
La vista que está dentro del tacto,
A manos llenas yo he recibido,
A manos llenas yo doy.