El Gatopardo lee a Stevenson
Leía el otro día una entrevista que le hacían a Francisco Jarauta en la desaparecida revista Ajoblanco allá por el año 1999[1]. En ella el filósofo era preguntado por el papel que él creía debían tener las bibliotecas en la transmisión de la cultura literaria. Jarauta, certero como siempre, defendía el papel de las mismas como depositarias de un fondo bibliográfico sólido, en oposición al gran muestrario de novedades con las que la industria editorial nos regala sin solución de continuidad, y que parece son los grandes y únicos habitantes de muchas de las actuales bibliotecas, colonizando sus mesas y estanterías.
Hablaba pues de la necesidad de recuperar, de redescubrir, las sólidas bases de la literatura frente a la uniformidad, y cierta ligereza añado yo, de la novedad editorial constante. Una novedad «que domina sobre la tradición», generando algo parecido al aburrimiento de una vanguardia permanente que avanza, si no corre, sin descanso y sin mirar atrás; y por tanto con escaso tiempo para ser pensada o reflexionada. La revolución como perpetuum mobile.
Ambas, vanguardia y revolución, me recuerdan aquella frase de Il Gattopardo de Lampedusa que Visconti ponía en boca de Burt Lancaster interpretando al Príncipe de Salina: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi«; si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Vamos, que una revolución de vez en cuando es necesaria para mantener el sistema (aunque presumo que no es eso lo que motiva a los “indignados”). Pero ¿Que ocurre si esa revolución se torna en motivo de si misma? ¿Cuando el simple hecho de hacer algo diferente de continuo y en carrera constante es objetivo en si mismo? Si Lampedusa levantara la cabeza…
La cultura literaria se ejerce leyendo y los más afortunados, o dotados para ello, escribiendo, creándola. ¿Quién no ha crecido con un libro de Stevenson en la mano?
Los arquitectos, como los escritores, jugamos a componer nuestras respectivas obras con elementos heredados, palabras unos, materiales otros; llenos, vacíos y combinaciones de ambos en los dos casos. Borges se mostraba convencido de que todas las tramas de las novelas escritas, corresponden a unos pocos modelos que una y otra vez se repiten y transforman hasta cegarnos en un infinito numero de variaciones. Puede parecer que todas, sin excepción, son «sólo apariencias de un reducido número de tramas esenciales»[2].
La arquitectura, o mejor dicho la profesión de arquitecto, pasa un mal momento, un impasse, en su más estricta definición[3]. Pero, como antes decía sobre la cultura literaria, la cultura arquitectónica se ejerce construyendo, pero también pensándola y revisitándola; y por supuesto también leyendo(la).
No nos queda más remedio que “aprovechar” el momento para hallar un equilibrio entre lo ya realizado, la tradición heredada, con su historia de errores y aciertos, y los caminos por recorrer, la vanguardia; recordando la obviedad de que uno fue ayer y otro será el mañana, pero ninguno de los dos se puede convertir en un presente continuo “autocomplaciente”. En cualquier caso la reflexión debe partir del convencimiento de que una buena y sana autocrítica es el mejor camino para hallar el rigor necesario para avanzar, aprovechando la ausencia de sensacionalismo y facilidad que estos tiempos de crisis nos parecen brindar.
Recordemos por último a Samuel Beckett: “Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. El arte de Beckett es el arte del fracaso que no un fracaso de arte…
jorge meijide. arquitecto
a coruña. junio de 2012
notas:
[1] Revista mensual «contracultural» Ajoblanco nº107, año 1999. La revista se despide, por segunda y definitiva vez, ese mismo año con el número 125.
[2] J.L. Borges. Arte poética. Editorial Crítica. Barcelona, 2001. Conferencia ”El arte de contar historias”.
[3] impasse: voz francesa que significa “situación de difícil o imposible resolución, o en la que no se produce ningún avance”. Real Academia Española. Diccionario Panhispánico de Dudas. Primera edición (2005).
IL GATTOPARDO / EL GATOPARDO
(Italia-Francia, 1963)
Dirección: Luchino Visconti. Guión: Suso Cecchi d’Amico, Pasquale Festa Campanile, Luchino Visconti, Massimo Franciosa e Enrico Medioli. Produción: Titanus (Italia), S.N. Pathé e S.G.C. (Francia). Fotografía: Giuseppe Rotunno. Intérpretes: Burt Lancaster, Claudia Cardinale, Alain Delon. Duración: 190 minutos.
Palma de Ouro en Cannes, maxistral fresco histórico sobre a derruba
dunha clase social e o nacemento da Italia unificada que consagra a
traxectoria de Luchino Visconti. Baseada na magnífica novela de Giuseppe
Tomasi de Lampedusa, un reparto, ademais de Lancaster, Cardinale e
Delon, que inclúe a Romolo Valli, Paolo Stoppa, Pierre Clémenti e
Ottavia Piccolo (e os logo heroes da acción Giuliano Gemma e Terence
Hill) e un esplendoroso deseño de produción, dá vida ao drama en Palermo
de Don Fabrizio, o príncipe de Salina, coa vida familiar, persoal
alterada para sempre polos disturbios políticos logo da invasión de
Sicilia polas tropas de Garibaldi. Copia restaurada proxectada en Cannes
2010.