Mirada náufraga surgió en una conversación mientras revisaba una tesis hace semanas atrás; la estudiante me dijo:
– Profesor ¿Qué quiere decir con eso?
Hizo una pausa…
– ¿Sobre qué? Le respondí.
– Con eso de …tener una mirada náufraga.
Nosotros – le comencé a explicar- debemos de desarrollar una mirada náufraga, de búsqueda, no basta con mirar, ni medir su alcance, es aguardar a que el medio poco a poco nos incorporé en su paisaje. Una mirada naufraga es aquella que busca por todos lados, que intenta en silencio pedir ayuda, se mueve ávida por encontrar cómplices de esa “soledad” hasta agotar incansablemente su perímetro, visual y físico. Es aquella que indaga, que hurga entre el vacío de los límites de la mirada y la razón.
Es una mirada incansable en busca de algo que aún no nos señala, de algún humo lejano, de algún ruido, de algún lugar que nos incorpore, nos decore y nos convierta en una parte de su límite.
Esa mirada tenía Enric, al igual que Le Corbusier, una mirada sedienta, inagotable, re constructiva, regenerativa, auscultativa. Siempre estaba esa mirada que interrogaba- como la de un anciano sin poder físico que mira para dirigirse a alguien-, y, que toda consecuencia y justificación al hacer aparecer una línea era respondida con otra, con un plano, un volumen; cuando visitaban un lugar, construían de forma imaginaria las perspectivas de sus pasos.
Emplazarse – le comenté- además de ser un escrutinio riguroso del lugar cuando miramos, es a su vez, realizar un juicio mágico sobre aquella posibilidad que tiene la arquitectura de aparecer. Esa es la mirada náufraga, que no recuerdo cuando fue que lo mencioné.
La imagen que acompaña el texto se iba narrando a medida que se iba justificando la frase.
José del Carmen Palacios Aguilar, M.Arch. ETSAB
Lima, 2021