Aún recuerdo cuando estudiar arquitectura te aseguraba un futuro. O eso creían todos: tus padres te miraban con aprobación y tus amigos te decían que, a partir de entonces, tú pagarías las cervezas.
Ahora, tras una crisis estructural y un cambio de ley en el horizonte, estudiar arquitectura parece haberse convertido en un capricho o -lo que es peor- en un vicio caro. Cada vez más caro.
El primo Ramón
Albuquerque, Nuevo México, Primavera de 2013