El domingo 12 de octubre de 1924, el trasatlántico alemán Deutschland atracó en un muelle del West Side de Manhattan, entre sus pasajeros estaban el arquitecto Erich Mendelsohn y los cineastas Erich Pommer y Fritz Lang, al parecer, este último anotó en su diario que había visto
«una calle, iluminada, como si fuese de día, por neones, todos ellos agresivos, cambiando constantemente, encendiéndose y apagándose, espirales gigantes, inmensos rótulos publicitarios».
Años después, Lang reflexionaba sobre esta visión:
«todo ello, entonces, era completamente nuevo y casi mágico para el visitante europeo. La impresión que me hizo me dio una primera intuición de la ciudad futura»
y además escribió:
«los rascacielos casi parecían no tener gravedad, como una gran capa lujosa que cuelga del cielo para deslumbrarnos, para turbarnos, para hipnotizarnos. De noche la ciudad tenía una impresión de vida irreal; vivía como viven las ilusiones».
Las fotografías que tomó muestran una ciudad iluminada, un efecto que además multiplicó al realizar dobles exposiciones, y confesó:
«la vista de Nueva York de noche es un faro de belleza suficientemente vigoroso para ser la atracción principal de una película… Hay destellos de rojo y azul y blanco reluciente, verde chillón… calles llenas de luces móviles, cambiantes, espirales, y en lo alto sobre los coches y trenes elevados, los rascacielos aparecen en azul y oro, blanco y púrpura, y todavía más altos hay anuncios eclipsando a las estrellas con su luz»
y mucho tiempo después Lang declaró:
«allí concebí Metrópolis».
En el folleto de un DVD de Metrópolis, editado por la fundación arquia, escribí sobre las impresiones de Lang que
«una ciudad contemporánea, aunque desconocida para él, le asombra tanto que imagina la gran urbe del porvenir. El europeo cae fascinado ante Nueva York, como le podía haber sucedido a un indígena africano ante al Berlín donde por aquel entonces vivía Lang»
y desde entonces tenía claro que realmente,
«si Fritz Lang concibió algo en Nueva York fue el aspecto que habría de tener la ciudad de su próxima película, ya que en junio de 1924 él y su esposa, Thea Von Harbou, ya habían terminado el guión de Metrópolis».
Gracias a Patrick MacGiligan y su libro Fritz Lang: The Nature of the Beast, se sabe que Lang era, por decirlo sin herir susceptibilidades, un fantasioso y que, por ejemplo, la famosa aventura de su apresurada huida de la Alemania nazi, tras entrevistarse con Goebbels, es completamente falsa. Teniendo esto en cuenta cabría preguntarse si también sería falsa su afirmación de que concibió Metrópolis cuando contempló Nueva York.
En las revistas estadounidenses de la época dedicadas al cine, se publicaron bastantes noticias sobre el viaje de Lang y Erich Pommer. El único indicio que se ha encontrado por ahora, es una columna que se publicó en la primera página del Film Daily el 14 de octubre, en la que se dice que
«Lang esta todavía tremendamente impresionado con Nueva York. Su barco atracó por la noche, permitiéndole una vista de la ciudad desde el puerto. El recuerdo todavía persiste. Su nueva película será «La metrópolis» [sic] y por eso está ansioso por tener a Nueva York como fondo».
Esta nota no puede justificar lo dicho por Lang, sobre todo, porque su afirmación es muy subjetiva, pero sí hace pensar que desde entonces el director estaba creando otra leyenda que ha trascendido.
Un último apunte. En todo esta «concepción arquitectónica» de Metrópolis se olvida a su creador real -o al menos uno de ellos con Otto Hunte y Karl Vollbrecht-, al estupendo escenógrafo cinematográfico Erich Kettelhut, cuyos dibujos han sobrevivido y podían verse en el Filmmuseum Berlin, aunque también cabía preguntarse si los hizo antes del rodaje de la película o después, lo que es completamente esencial para valorar su importancia en el aspecto visual de Metrópolis.
Jorge Gorostiza, Doctor arquitecto. Autor del blog Arquitectura+Cine+Ciudad
Santa Cruz de Tenerife, septiembre 2017