Una de las principales motivaciones de Peter Zumthor respecto a su propia obra consiste en proponer el entendimiento inmediato del objeto construido, para bucear mediante un atisbo primario la sensibilidad emocional de sus espectadores. En busca de ese objetivo, Zumthor procura que las combinaciones de formas, materiales, colores y texturas, se amalgamen en el pensamiento perceptivo, dando lugar a la creación de una atmósfera arquitectónica de identidad univoca.
A partir de esta idea, manipula cada entidad de diseño perfilando su anatomía, deliberando dónde y cuándo debe influir o no en un contexto determinado, y cómo debe expresar su presencia material en ese medio. La tensión que propone entre el entorno y el objeto busca alcanzar una sensación de lugar de manera natural, sin que la imposición de masas altere el equilibrio existente. Para ello, armoniza las posibilidades cinemáticas de los elementos de la arquitectura mediante secuencias espaciales que estimulan la distensión y la sorpresa.
Los 4 volúmenes que forman parte del conjunto museográfico de la mina de zinc respetan cabalmente estos cánones. Cada objeto parece levitar sobre la ladera, siguiendo la estrategia de recorrido que propone el plan del sitio. De esta forma, Zumthor evita un excesivo peso visual sobre el paisaje, pero además revaloriza los depósitos arqueológicos de la mina de Almannajuvet como el verdadero museo.
Cada uno de los edificios responde a un fin específico y por lo tanto arrogan diferentes configuraciones, pero el arte constructivo es común a todos y se reduce a un manejo lucido de la madera, empleada tanto a modo de elemento estructural como para establecer los límites del espacio habitable.
La estructura de pino, preservada por las cualidades biocidas de la creosota, se disemina sobre la ladera como un bosque de delgados soportes. En algunos casos los tirantillos apoyan directamente sobre el suelo, cubriendo todo el perímetro de la caja que soportan. En otros, se sujetan a las paredes verticales del estrato rocoso, fundando un soporte estructural en voladizo.
Por encima de cada estructura reposan volúmenes de madera teñida de color azul cobalto. Pesadas puertas de acero cincado permiten acceder al interior de esas instalaciones, que contienen las áreas de información, las áreas administrativas y la cafetería. Una cubierta liviana de chapa ondulada separada de la caja azul corona el conjunto.
Los cuatro edificios, estratégicamente ubicados, proponen un espectáculo ambiguo y encantador. Sus formas estrictas se revelan entre los componentes naturales del sitio, pero la complexión delicada de su arquitectura y la característica de sus texturas y colores, permiten que se funda entre el paisaje que forman los abedules, las piedras de granito y el musgo que cubre el lugar.
Zumthor conduce el proceso constructivo con coherencia desde la gestación, consolidando el diseño mediante el desarrollo de maquetas escala uno en uno, que permiten pulir los más variados detalles mediante una paciente búsqueda de la perfección constructiva.
Las estructuras incorporadas salpican el paisaje con la cordialidad que pretende el artista. El entendimiento compositivo es alcanzado de inmediato. Las formas construidas se amalgaman en la montaña, concertando una atmosfera que cautiva mediante el arrobamiento visual.
Zumthor sumerge al visitante en un compendio de sensaciones lúcidas y afables, mediante el estímulo de un espectáculo visual que prospera entre el clima de sosiego y las delicias de la seducción.
Marcelo Gardinetti. Arquitecto
La Plata, Argentina. Octubre 2015