‘Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos.’JL Borges
Quizás vivir no sea más que una eterna construcción de recuerdos. Nos empeñamos en anticipar la melancolía que nos traerá la memoria, proyectando nuestro futuro pasado.
Quizás por eso, cuando Enric Miralles hizo su pequeño Kolonihavehus, una casita de no más de 6 m2, una piedra en miniatura en un paisaje bonsái, decidió que tenía que ser un calendario. Así, quedaría registrado el paso del tiempo, que en definitiva, es lo que somos. De lo que estamos hechos.
Quizás, colocó la casa junto a un cerezo para que fuesen sus biorritmos los que anunciasen que el tiempo, a su paso, iba construyendo sus vidas y arquitecturas. Un almanaque nos recuerda que los claveles estarán abiertos los fríos días de Diciembre y disfrutaremos de los nenúfares las mañanas de Junio. Construir un entorno, casi como un reloj de arena, como un instrumento de medida del tiempo.
Quizás también, el crecimiento fugaz de su hija Caterina le hipnotizaba tanto, que quería que el mundo creciese con ella, y así, también su casa. Como un vestido que abraza los movimientos de la pequeña inquilina, que cuando se escapa de su piccolo mondo e interrumpe la charla de sus padres alrededor de una mesa, se siente aun más pequeña. Mucho más. Y también él, cuando asiste como invitado de excepción al religioso ritual que es el juego para un niño, se siente ajeno, de otro tiempo.
Quizás, consciente de la caducidad del tiempo y la eternidad de su recuerdo, decidió que un proyecto es mucho más que sí mismo, es cada uno de los seres que lo constituyen. Y por eso, en la lista de autores del proyecto, Caterina Miralles Tagliabue ocupa un lugar privilegiado.
Quizás este pequeño Kolonihaven no sea nada más que la manera en que Enric Miralles veía pasar la vida. Un constante mirar de izquierda a derecha, sin gafas.
Quizás, como suele ocurrir cada vez que me acerco a Enric Miralles, todo lo anterior solo sea un tremendo quizás.
Jorge Rodríguez Seoane
Diciembre 2014. Coruña
ENRIC MIRALLES Y BENEDETTA TAGLIABUE, El Pabellón Kolonihaven, 1996
Ricardo Devesa, Universidad Politécnica de Cataluña
Un olivo, plantado en un gran tiesto que pisa los restos de un fleje
enrollado en espiral sobre el suelo, es lo que todavía queda de un
pabellón de madera en la parte trasera del Museo de Arte Contemporáneo
de Barcelona (MACBA). El olivo formaba parte de la construcción
experimental que se levantó para la exposición Un-private House, en
2001, obra de los arquitectos Enric Miralles y Benedetta Tagliabue
(EMBT). La instalación, en realidad, fue una versión del proyecto que
presentaron estos arquitectos para la consulta internacional
Kolonihaven, en 1996.
http://goo.gl/Rw0YHR