«De todos los edificios que nos rodean en la ciudad, son contados aquellos que nos llaman la atención y, literalmente, responden a nuestra mirada.»
La nueva Kunsthaus de Graz es un museo de arte que se comunica con los viandantes a través de la fachada, en espera de sus respuestas. Sus arquitectos, los británicos Peter Cook y Colin Fournier, la proyectaron para propagar el trabajo de artistas contemporáneos y ser, en sí misma, un punto de reunión para escuchar, responder e intercambiar ideas. Su imagen ya es un nuevo símbolo de Graz: un esponjoso volumen azul marino que flota sobre un edificio histórico de la ilustre ciudad austriaca, que fue la «Capital Europea de la Cultura» durante el año 2003, además de haber sido, en septiembre del 2000, la primera «Ciudad de Derechos Humanos» declarada en Europa.
La ciudad de Graz
Siendo la segunda ciudad del país, con una población de 270.000 habitantes y gran reputación en investigación científica, Graz se ha mostrado históricamente abierta hacia las nuevas ideas y ha sido valiente al yuxtaponer edificios antiguos y modernos en su trazado urbano.
A pesar de ello, no siempre ha existido un equilibrio en su estructura social. La historia moderna de Austria relata su incorporación a la Alemania nazi en 1938 y, más recientemente, el resurgir de los xenófobos durante los noventa. El equilibrio social es un objetivo político de la sociedad contemporánea de Graz, compromiso que ya quedó explícito al solicitar ser proclamada «Ciudad de Derechos Humanos». Con este nombramiento la ciudad invocó el flujo de información, la libertad de opinión y una mejora en la relación con los inmigrantes. Para ello, el Consejo Municipal de Graz ha puesto en marcha diversas iniciativas, por ejemplo, organizando actividades de capacitación en materia de derechos humanos para funcionarios locales o, en los colegios, actividades de educación contra el racismo.
La Casa de las Artes
También en el 2000, y como parte del programa preparativo para ser Graz la «Capital Europea de la Cultura», se organizó un concurso internacional para diseñar la nueva Kunsthaus en un solar de la rivera del río Mur. El grupo Spacelab, dirigido por Cook y Fournier, ganó con una propuesta que tomaba al viandante por sorpresa. Una vez construido el edificio, son todavía muchos los que se cuestionan si éste se encuentra fuera de contexto e incluso si no es un tanto arrogante frente al denso vecindario. A pesar de ello, y aún admitiendo la potente presencia de sus lucernarios, que aparecen como salpullidos en su piel azul, sería precipitado establecer conclusiones sin realizar un análisis más profundo.
Vista desde la calle, la Kunsthaus vuela sobre la histórica Eisernes (1847), el primer edificio de estructura metálica construido en Europa. A él se enlaza delicadamente por medio de una plataforma de observación llamada «la aguja», que ofrece vistas panorámicas de la ciudad y sus montañas circundantes. Comparado con el histórico edificio vecino, que tiene fachadas y planta perfectamente rectangulares, uno no puede realmente referirse al Kunsthaus como edificio de tenga una fachada o un tejado absolutamente determinado. Es más bien una piel compuesta por un millar de planchas de fibra de vidrio acrílico, que está agujereada por dieciséis toberas para dejar entrar la luz y el aire fresco. Estos lucernarios son, además, perforaciones que enmarcan vistas específicas del paisaje e incluso, desde uno de ellos, los visitantes pueden contemplar la pintoresca torre del Reloj, emblema de la ciudad.
Bajo esta burbuja azul hay una sencilla triangulación de acero, revestida con una lámina del mismo material, que geometriza la doble curvatura, y, entre ambas, un total de 925 anillos fluorescentes de 40 watios. Cada anillo de luz funciona como un píxel ya que está controlado por un sistema informático; un sencillo ingenio que convierte la piel azul en una gran pantalla, del tamaño de todo el edificio, donde se pueden reproducir textos e imágenes en movimiento.
Comunicando con la ciudad
Debido al reconocimiento internacional que Peter Cook alcanzó en los años sesenta como miembro del mítico grupo Archigram, autores de increíbles dibujos de arquitectura que aunaban la cultura Pop y la creencia en tecnología para generar posibilidades y alternativas a nuestro modo de vida; no pocos han sido los críticos que catalogan la Kunsthaus como la realización del viejo sueño de construir un edificio a partir de aquellos dibujos. Algunos han llegado incluso a afirmar que esta obra pertenece al siglo pasado.
La Kunsthaus o «el extraterrestre amistoso», como lo llaman sus autores, va más allá de ser meramente un gesto irónico ligado a un nuevo símbolo de Graz. Esta obra se ofrece como un lugar de reunión para percibir diferentes voces en sociedad. Artistas y comisarios de exposiciones pueden comunicar sus creencias, deseos y emociones, a la ciudad a través del alzado, y así el edificio en su conjunto se convierte en un icono contemporáneo de comunicación. En este sentido, la Kunsthaus refleja una actitud, una libertad de palabra, que es cuestión primordial en la «Ciudad de Derechos Humanos». Su alzado no es un mero mensaje sino que provoca un diálogo con la ciudad misma.
Aparte de satisfacer los requerimientos funcionales de todo museo, este edificio da la ciudad una nueva forma de comunicación que anima a grupos radicales a cuestionar su comportamiento: la fachada reescribible de ideas, los distintos lucernarios apuntando a diferentes puntos de vista y la flexibilidad del edificio amoldándose al histórico edificio vecino. La Kunsthaus en Graz produce efectos que pueden llegar a cambiar mentalidades.
Halldóra Arnardóttir + Javier Sánchez Merina
doctora en historia del arte. doctor arquitecto
Murcia. octubre 2014
Muy interesante
Me encanta la arquitectira alemana:
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