El vertiginoso crecimiento de nuestras ciudades ha generado un paisaje completamente legislado y ante el que algunos comienzan a proponer nuevas estrategias de uso y ocupación.
A lo largo de la historia, el carácter de las ciudades se ha ido forjando de forma intuitiva por sus ciudadanos. La reciente demanda de crecimiento de las mismas ha tenido como resultado, sin embargo, la ampliación de avenidas y la creación de perspectivas visuales que facilitan el acceso de las autoridades para una mayor vigilancia y control urbano. La cuestión que permanece abierta es si todavía existe posibilidad alguna de incorporar aquellas antiguas libertades individuales que crearon nuestras ciudades, si aún se puede trabajar dentro del marco de las normativas urbanísticas para obtener una solución viva que refleje la diversidad social contemporánea.
Como forma de proteger los centros históricos, muchas ciudades han decidido cerrar sus calles al tráfico y sólo permitir el libre acceso a los residentes. Por otro lado, para conservar la imagen de estas áreas, esos mismos residentes están obligados a mantener los colores en las fachadas, usar determinados materiales y soluciones constructivas, y reconstruir de acuerdo con este orden impuesto. En un escenario histórico, por lo tanto, el interior de la ciudad está sujeto a severas restricciones que afectan a ciudadanos con una actitud completamente heterogénea hacia la propia imagen física, respecto a la forma de vestir, a sus peinados, tatuajes, coches o teléfonos móviles; individuos que han llegado a renunciar incluso a sus convicciones intelectuales y culturales.
La libertad que antiguamente tenían los ciudadanos para modificar sus propiedades y, con ello, el entorno inmediato, está ahora seriamente limitada; y en su intento de realizar una reforma, las licencias de construcción les son denegadas automáticamente si no se satisfacen los parámetros o regulaciones dadas. Bajo estas circunstancias la vida contemporánea en ciertos lugares puede llegar a ser un pastiche de historia anquilosada.
Recuperar la Calle
Frente a esta rigidez, el arquitecto Santiago Cirugeda está leyendo entre líneas el planeamiento urbanístico de nuestras ciudades para ofrecer, sin romper las reglas, unas nuevas posibilidades de uso al ciudadano. Un escenario de su trabajo es el centro histórico de Sevilla, ciudad donde él habita, y que se caracteriza por la extremada saturación del suelo y por unas normativas formuladas para mantener el entorno visualmente intacto. Por lo tanto, si el vecindario requiriese un nuevo elemento urbano, como puede ser una zona de juegos o un centro de información, resultaría prácticamente imposible encontrarle un lugar vacante.
Tras estudiar las normativas urbanas, Cirugeda proyectó una solución temporal a la que llamó «Recuperar la Calle» y que consiste en el uso de un contenedor de escombros rediseñado como zona de juegos, punto de información, sala de lectura, espacio expositivo, tablado flamenco o macetero gigante; un elemento urbano autorizado y que puede ser desplazado con facilidad. El arquitecto estudió el coste total de la operación y proveyó a los clientes con un manual de cómo obtener el permiso de la Gerencia de Urbanismo para la instalación de una cuba.
Una vez conseguido el permiso, el contenedor de escombros puede colocarse y adoptar la función requerida por los clientes. Esta acción divertida provoca una reflexión sobre la rigidez urbana que seguramente debería de resultar más accesible a la participación ciudadana.
Construir Refugios Urbanos
¿Qué sucede cuando estos mismos clientes desean ampliar sus propiedades en el centro histórico de Sevilla? Esto implica que el ciudadano tendría que realizar la obra ilegalmente. La ampliación de una de estas viviendas para hacerla más habitable, una operación muy común y generalizada antiguamente en las ciudades, no conseguiría hoy día la correspondiente licencia de obras. Una forma de proceder sugerida por Santiago Cirugeda consiste en el uso de andamios para construir sobre él una habitación.
Para ello se requiere seguir el sencillo procedimiento de solicitar a la Gerencia de Urbanismo una licencia de obra menor para pintar la fachada del inmueble a ampliar. Dependiendo el grado de protección patrimonial, el único requisito sería respetar el color existente. En este punto, Cirugeda aconseja que si la fachada no necesita una mano de pintura, siempre se pueden pintar unos graffitis para justificar los trabajos. Tras pedir la licencia, que también se puede obtener sin rellenar la casilla que define la duración de la obra y hacer así que dure indefinidamente, uno puede entonces construir sobre el andamio su refugio urbano utilizando formas y materiales según su gusto.
Otro proyecto también realizado en Sevilla consiste en reciclar solares en desuso por medio de estructuras prefabricadas desmontables, lo cual ha permitido a Cirugeda disfrutar de un despacho en diferentes localizaciones de la ciudad. Nada puede hacer Patrimonio frente a estas arquitecturas-objetos puesto que no están reguladas por aquellas ordenanzas estilísticas que, tal y como Cirugeda denuncia,
“rigen el parque temático habitable en el que se ha convertido la ciudad antigua.”
Un contrato de acometida eléctrica hecho a un particular cercano al solar y unas cabinas sanitarias de funcionamiento químico portátiles son algunas de las opciones que ayudan a hacer habitables estas construcciones nómadas urbanas. La colocación de un módulo prefabricado se ajusta al supuesto del Art. 3.40.1.c Esparcimientos con instalaciones provisionales de carácter desmontable, del PGOU de Sevilla, que regula el deber de Conservación Específica y Ocupación Temporal de Solares.
Por otro lado, al ser nuestro módulo un objeto susceptible de
“transportar de un punto a otro sin menoscabo de la cosa inmueble a que estuviere unido” (Art. 335 del Código Civil),
y no estando unido al solar
“de una manera fija sin que no pueda separarse de él sin quebrantamiento de la materia o deterioro del objeto” (Art. 334.3 CC),
además de que tampoco está unido de modo permanente o con el propósito de que llegue a formar parte de la finca, se entiende que nos encontramos claramente ante un bien mueble. Por todo ello, la colocación secuenciada en los distintos solares elegidos sería completamente libre y no se sometería a ninguna restricción normativa que nos obligue a solicitar autorización.
La Casa Insecto o la estrategia de la Garrapata
Cuando Santiago Cirugeda fue invitado por la plataforma Alameda Viva para ayudar a evitar la tala de La Alameda en Sevilla, éste construyó la casa-insecto. Más allá de ser un refugio de guerrilla urbana situado encima de un árbol y con una carcasa de protección a frente a posibles agresiones con pelotas de goma o chorro de agua, el proyecto ayuda a
“recodar que en el desarrollo de la ciudad, los individuos y grupos humanos siguen teniendo una capacidad, aunque mermada considerablemente, de actuar y decidir sobre el uso y manera de actuar sobre ella.”
Como los proyectos anteriores, ésta es una solución que no pretende provocar a las autoridades locales sino de concienciar a los ciudadanos con mayor compromiso con su hábitat.
La obra de Santiago Cirugeda es una arquitectura que otorga a los ciudadanos posibilidades de uso y de participación en la construcción de sus entornos, y con ello, de ganar libertad.
Halldóra Arnardóttir + Javier Sánchez Merina
doctora en historia del arte. doctor arquitecto
Murcia. noviembre 2013
En resumidas cuentas: de una ética socialdemócrata, a una liberal.