«La belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes»
Antonio Gamoneda
En épocas de crisis y de palabras vacuas, la belleza es un atributo que algunos consideran superfluo.
Otros ya lo han apartado como un término banal, desarrollando en los últimos tiempos una estética kitch, de índole Disney o considerándola como una fórmula para satisfacer a la «mayoría» (hortera, se supone), acepción equivocada y equívoca, ya que entrega a esa mayoría una cualidad que no le pertenece. La mayoría, por el contrario, ama la belleza, tanto la interior de las personas como la exterior (reflejo de la primera). Y en la arquitectura ocurre lo mismo.
Tanto la estética «glamurosa y lujosa«, de planos imposibles o de materiales de altísimo coste y no necesariamente buenos, bellos o sostenibles, como la estética «costumbrista» o simplemente fea, está atragantando a la población que requiere una vivienda digna y bella. Dentro de su sencillez. Unas bonitas vistas. Un cocina cómoda. Una pintura blanca. O un cuarto propio con un suelo de madera donde los niños puedan jugar… Espacios para el descanso y para la íntimidad. En la ciudad, lugares públicos para la ciudadanía, donde pueda desarrollar su esencia lúdica, participativa y cotidiana. Lugares para reconocerse y ser reconocidos. Y sentirse bien.
Pero esto no es lo que hay. Y no nos conformamos. Los colectivos ermergentes que están abogando por una nueva forma de entender el espacio, urbano o interior, también están comprendiendo que en los últimos tiempos -propios de un urbanismo descontrolado y dirigido a conseguir las mayores ganancias económicas-, la estética era «especulativa» o del «pocero» que ya lo dice todo. Y apuestan por una estética ligada al procumún y la participación colectiva.
No se puede entender la belleza, por tanto, como un valor añadido como el IVA, sino como un atributo esencial de las cosas, de los espacios, de las fachadas, de las ciudades, de la vida…
La arquitectura ha de ser buena, bella y útil. Todos estos factores han de ser tenidos en cuenta.
Cristina García-Rosales. arquitecta
madrid. mayo 2012