Para un individuo nómada, la guerra es un escenario familiar pues contiene muchos materiales vitales. Durante una guerra se suspenden las reglas de convivencia que la sociedad civil se ha dado a sí misma y se adoptan otras normas ajenas que, de repente, dirigen toda la frenética actividad del momento bélico. El campo de batalla es un espacio definido pero móvil, de extensión y posición inciertas, las reglas no son visibles ni reconocibles, y la supervivencia se convierte en el único objetivo.
Afortunadamente no conozco la guerra por experiencia propia (ni siquiera hice la “mili”). Aunque sea poco conocido, el arquitecto tampoco ha sido a tales circunstancias, e incluso hemos tomado un papel activo aprovechando nuestra formación técnica. Baste recordar aquí a eminencias como Vitruvio o Leonardo, como arquitectos-ingenieros-militares.
Mies van der Rohe en plena época prebélica
En el pasado siglo XX hay historias realmente interesantes como la de Buckminster Fuller con su refugio de emergencia bélico DDU (“Dymaxion Deployment Unit”) encargado por el ejército norteamericano en 1942 y luego paradójicamente exhibida en los jardines del MoMA cual obra de arte. Y, más recientemente, alguna solución más trivial como la propuesta de “Virtual House” de Alejandro Zaera para la ANY Corporation en 1997, un intento de trasladar el capítulo “Tratado de Nomadología: la máquina de guerra” del Mil Plateaux de Deleuze y Guattari al campo teórico de la Arquitectura. De todos esos magníficos episodios he querido rescatar uno que ocupó la mente de Mies van der Rohe en plena época prebélica.
En 1935 Mies van der Rohe, perseguido por el nazismo (aunque a veces el maestro alemán intentase flirtear con él por mera supervivencia antes de su exilio), realiza unos estudios de mobiliario para unas sillas partiendo de sus experiencias precedentes de Barcelona y Brno entre 1928 y 1930. Junto a unos bocetos suyos, aparece un recorte de prensa de la época recogido por Mies: en él vemos a un militar en actitud vigilante del espacio aéreo, cómodamente echado en una extrañan tumbona. Esta ha perdido su habitual estado sedentario en una oficina del III Reich por uno mucho más activo, propio de tiempos de guerra.
La tumbona ya no posee su apoyo estable y su apariencia doméstica que todos conocemos sino que, desnuda de toda esa indumentaria, se revela dramáticamente útil sin perder apenas comodidad. Un punto de apoyo central modo de pivote permite al guardia divisar el vuelo de bombarderos en cualquier trayectoria, sin perjuicio para su ergonomía.
Teoría Nómada de la Arquitectura
Mies, quizá después de haber pensado en diseñar otra silla más (por cierto, cada cual más aburguesada), cambia de estrategia al reflexionar sobre esta foto y opta por trabajar a partir de este modelo de tumbona, seguramente atraído por la ruptura de los convencionalismos. La modernidad de su proyecto reside en la estrategia de pensamiento y el método de trabajo. Así leemos notas en alemán junto a los bocetos de tumbonas donde escribe cosas como “posible también en posición adaptable” / “montada en el suelo sobre un pie” / “pero móvil” / “metal ligero prensado, cromado”. Notas que serían casi mandamientos de una eventual Teoría Nómada de la Arquitectura: adaptabilidad, sencillez de montaje, movilidad, ligereza… Por cierto que el redactor del pie de foto fue terriblemente certero al describirla como
“Der Liegestuhl wird Kriegsgerät”,
o sea,
“la tumbona se convierte en material de guerra”.
La tumbona de Mies
Nunca sabremos cómo podría haberse desarrollado industrialmente la tumbona de Mies, apenas deducible de sus pocos bocetos acerca de la cuestión. Lo que sí sabemos es que, incluso en situaciones tan adversas como los períodos de crisis que entonces y ahora vivimos, el arquitecto es capaz de seguir soñando con “desaforados gigantes” (parafraseando a Cervantes), de ver nuevas posibilidades allá donde otros no ven más que molinos de viento. Fuller convirtió silos de grano de la época del New Deal en sus domésticas DDU; y Mies soñaba con otra nueva y exquisita pieza de mobiliario a partir de una máquina de guerra. No caigamos en el desánimo generalizado y banalicemos nuestras capacidades. Los arquitectos tenemos una formación tan amplia que seguiremos proyectando el futuro incluso sin tener encargos.
¿Qué otra cosa si no sabemos hacer mejor que nadie?
Rodrigo Almonacid [r-arquitectura] · doctor arquitecto
valladolid. mayo 2013
Nota:
Imágenes cedidas por A.James Speyer para el Catálogo de la exposición del M.O.P.U. celebrada en Madrid en 1987: Mies van der Rohe: Su Arquitectura y Sus Discípulos