Albert Speer, arquitecto que Hitler hizo responsable de la mayor parte de los proyectos de edificio importantes del Tercer Reich, habitualmente hacía dibujo de las futuras ruinas de sus propios edificios. Speer reclamó, con la razón, que el verdadero potencial de la arquitectura reside en la fuerza evocadora de su futura ruina o destrucción. Y para justificar este argumento, él recordó las estructuras monumentales del pasado, los restos de civilizaciones como la romana, griega y egipcia.
Los trabajos de Luis Úrculo tratan esta caida del poder y su manifestación sobre la base de la arquitectura monumental. Usando las composiciones de objetos domésticos, arreglados según el ideal neoclásico, él representa el derrumbamiento y la interrupción de los símbolos de la estable y eterna Europa, la celebración de fracaso como un acto estético. Al mismo tiempo, Úrculo retrata el concepto mismo de derrumbamiento o destrucción en un momento exacto en la vida de una persona.
Iván López Munuera explica:
«Un culto para disminuir, como Andreas Huyssen indica, ha saltado de una de las mayores obsesiones de la época contemporánea. Como la disminución o la ruina piden para un lugar que es acusado de la nostalgia; [es] una llamada a un pasado que más existe, que pregunta el presente de una posición que considera no sólo el pasado, pero también la incertidumbre para venir.»