Confieso que leo tebeos. Pero nunca me han interesado los superhéroes ni el manga, así que algún purista moderno dirá que leo novela gráfica. No me preocupan demasiado las etiquetas: valoro el tebeo, la banda diseñada, como medio narrativo, y disfruto cuando encuentro una buena historia. Algo así me pasó con ‘Come prima’.
Alfred, pseudónimo de Lionel Papagalli, es un autor francés al que su propio nombre delata. Quizá por eso, en ‘Come prima’ relata un viaje entre Francia e Italia de dos hermanos con cuentas pendientes. La narración transcurre entre conversaciones y silencios en el reducido espacio de un Cinquecento, lo que da a ‘Come prima’ un cierto aire de road movie sesentera de la Europa profunda. Durante el periplo, además de la mutación paulatina de dos personajes en principio antagónicos, se abordan temas trascendentes sin abandonar el tono intimista de la narración: la ascensión del fascismo en Italia, la resistencia o la represión. Para ello, Alfred se sirve de un numeroso elenco de secundarios; incluso de un perro.
La diversidad de recursos narrativos utilizados descubren un autor versátil. Recurrentes flashback -enfatizados por un tratamiento gráfico singular de escasas líneas en azul, rojo y naranja frente al detallado colorismo del relato principal-, narraciones simultáneas -que dan lugar a episodios como el que, al inicio de la historia, intercala imágenes de un combate digno de Thrilla in Manila con la noticia que desencadena el viaje- o momentos en los que el paisaje parece imbuido de la atmósfera que domina la historia; incluso unas sábanas al viento cuentan más que todas las palabras en un pasaje que probablemente sea el más memorable de ‘Come prima’.
Y en cada uno de estos fragmentos, Alfred hace un meritorio trabajo gráfico: su dibujo ágil recuerda aquí a Bastien Vives y, lejanamente, a ;Manuele Fior o Joann Sfar, hasta el punto de sostener un relato que en ocasiones pierde algo de nervio.
Pero, al fin y al cabo, ninguna historia es perfecta.
Como la vida.