“En internet hay mucha basura”.
— Un antiguo profesor ante la pregunta de un alumno si se podía aprender fuera de las aulas universitarias.
Hay en YouTube una entrevista al escritor Isaac Asimov que, fuera de contexto, se reproduce ocasionalmente por las redes sociales. En ella, el ruso asegura que el futuro — o lo que podría ser nuestro presente — pasa por un mundo donde el acceso a la información sea posible sin esfuerzo desde cualquier lugar — lo que podría ser nuestro internet — . Ello permitiría reformular completamente los criterios con los que el aprendizaje se realiza.
La arquitectura, como otras muchas disciplinas, se centra, aún hoy, en las figuras del maestro, como aquel que tiene el conocimiento, y del aprendiz, quien debe poner su esfuerzo en la reproducción de modelos “clásicos” que idealizan, frecuentemente, la arquitectura como un proceso de gran esfuerzo mental.
Por ello, y volviendo a Asimov, la red es hoy vista como una oportunidad y como una amenaza, en la medida que el profesor deja de tener la autoridad completa sobre la producción de un conocimiento que se encuentra, además, alterado y desordenado y donde las cosas ya no siguen viejas secuencias lógicas o históricas.
Herramientas como Pinterest ofrecen a los alumnos un catálogo completo de soluciones que — más o menos torpemente — “sólo” deben copiar y acoplar como parte de su trabajo. En un momento donde todo está — no necesariamente de forma correcta — a golpe de click, urge pensar en qué significa esto para la comprensión y la producción de la arquitectura.
La forma de pensamiento se encuentra, por tanto, alterada por las nuevas tecnologías, que imponen una inmediatez de tiempo a la que la universidad no estaba acostumbrada. Después de todo, el mundo ya ha cambiado: la información no nos llega hoy como si pasáramos de una página a otra — como sería en un libro — sino que se superpone y se cuela a través de múltiples estímulos: redes sociales, webs, etc.
La atención, en definitiva, está saturada. La red ha impuesto un modelo donde se puede ir saltando de una idea a otra de forma continua y fugaz en donde algunos ven una falta de compromiso
¿Cómo operar entonces frente una carrera “de fondo”, larga en el tiempo, como es arquitectura? ¿Es realmente posible involucrarse con algo de forma plena?
Si, además, tenemos acceso a una ingente cantidad de información, donde una nueva idea desplaza a otra, ¿elegir no se torna casi siempre una tarea complicada? Y es que en el mundo post-Netflix, lo queremos todo ya y de la forma más accesible posible, fuera de las frustraciones y limitaciones que supone el esfuerzo de dedicarse a una carrera demasiado larga sin satisfacciones a corto plazo y lo mismo para un el modelo universitario con horarios regulados.
Pensar en estas lógicas puede llevar a imaginar un mundo donde, si necesitamos más clases, sólo habría que escribir al profesor a su correo para que nos las ponga; si no me gusta este profesor, tendría que poder votarla con una carita enojada o con pocas estrellas. Este sería pues un desarrollo estimulante, que pone a la universidad contra cartas cosas mucho tiempo asentadas.
¿Es ir demasiado lejos?
Toca tomar posición mientras las líneas se siguen definiendo: o vemos la universidad como un escenario autónomo que “ensaya” el proyecto o nos empapamos por completo de las nuevas fórmulas instantáneas. La solución no es fácil y no es una u otra, sino una posición intermedia que tome cosas de todas las partes, que asuma que el mundo ya ha cambiado y seguirá cambiando.
Es difícil, pero es o eso o apuntarnos a las clases que un octogenario Frank Gehry que desde el año pasado anda metido a youtuber: el arquitecto asegura que, al igual con un tutorial para aprender a tocar un instrumento o maquillarse para estar a la moda, el acceso al conocimiento de la arquitectura pasa por una módica suscripción. Quizás, así, si acierta y tiene éxito, sabremos entonces que ser arquitecto era casi tan fácil — y cuestionable — como acercarse a una pantalla.
¿Será posible? ¿Enseñanza a la carta y universidad como servicio?
Pedro Hernández · arquitecto
Ciudad de México. Enero 2018