“La belleza se impone en la sensibilidad del ser humano”
Oscar Niemeyer
Introducción
El deseo de planificar una ciudad ideal entendida como ámbito de vida se ha puesto en marcha en diferentes momentos de la historia. Pensadores y arquitectos han desarrollado su capacidad para imaginar, sentir y, posteriormente, construir en el espacio, lugares capaces de albergar sociedades igualitarias y libres, y que propicien bienestar a sus moradores. La última fase, la de la construcción, requiere una voluntad política y una fuerte inversión económica, por lo que no siempre ha sido posible.
“El ser humano habita poéticamente sobre la tierra”,
escribía Hölderlin. Esa querencia de un habitar poético ha impulsado el diseño, tanto sobre el papel como sobre el terreno, de diferentes ciudades ideales o utópicas, desde los griegos hasta nuestros días.
Brasilia es una de las más hermosas ciudades ideales construidas de la historia reciente, arquitectónicamente hablando, y una de las que ha hecho correr más ríos de tinta, desde su fundación en 1960 tras 41 meses de trabajo. Porque, a pesar de su arquitectura imaginativa, sobria y eminentemente poética, a pesar de la exquisita planificación urbana realizada por Lucio Costa siguiendo los enunciados de “La Carta de Atenas” y a pesar de la intención socialmente igualitaria del presidente Juscelino Kubitschek, el resultado no ha sido exactamente como se esperaba.
Brasilia tiene luces y sombras, aciertos y fallos, como sucede en todas las ciudades. Lo que es indudable es que es distinta a las demás y que posee una gran belleza formal. También es cierto que ha sido muy criticada, posiblemente por haber generado demasiadas expectativas y porque los postulados del Movimiento Moderno sobre los que se levantó, han resultado ser -según la experiencia de vida- enormemente rígidos.
Por otra parte su “genius loci” o espíritu del lugar se percibe tanto en sus rincones, espacios y edificios públicos -diseñados con pasión por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer-, como en la voluptuosidad imaginativa de sus inmensos parques, lagos y jardines. Lo que no impide que se eche de menos esa inexplicable sensación que tienen algunas ciudades que nos acogen y nos hacen confundirnos con ellas. Tal vez, necesita un tiempo mayor de rodaje -o de evolución urbana- para que la memoria de sus moradores se grabe entre las huellas de sus piedras. Hay que tener en cuenta que todavía tiene menos de un siglo.
Pero,
¿existen otras razones que expliquen tanta polémica sobre esta ciudad?
Cristina García-Rosales. Arquitecta
Madrid. Marzo 2012
Vivir, morir, tal vez soñar… Ciudades ideales a lo largo de la historia
Cristina García-Rosales
Soñar es una prerrogativa que posee el ser humano, tiene que ver con desear un mundo mejor para sí y para los demás. Si nos circunscribimos a la arquitectura, pensadores, ciudadanos y arquitectos, han desarrollado su capacidad para imaginar, sentir y, posteriormente, construir en el espacio, lugares capaces de albergar sociedades igualitarias y libres, y que propiciaran bienestar a sus moradores.
La última fase, la de la construcción, requiere una voluntad política y una fuerte inversión económica, lo que no siempre ha sido posible. “El ser humano habita poéticamente sobre la tierra”, escribía Hölderlin. Esa querencia de un habitar poético ha impulsado el diseño, tanto sobre el papel como sobre el terreno, de diferentes ciudades ideales o utópicas, desde los griegos hasta nuestros días.
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La ciudad soñada
Anatxu Zabalbeascoa 24 ENE 2010
Cincuenta años de progreso en sólo cinco». Ésa fue la promesa que el
presidente Juscelino Kubitschek hizo en 1955, cuando llegó al poder en
Brasil. Obsesionado con modernizar el país, organizó un concurso para
construir una nueva capital. Lo ganó el urbanista Lucio Costa y confió a
su aventajado alumno Oscar Niemeyer los edificios más destacados de la
futura Brasilia. Al reubicar la capital a 1.000 kilómetros del
Atlántico, Kubitschek estaba haciendo alta estrategia política. Quería
unir regiones desiguales y buscó cederle al centro parte del progreso de
las urbes costeras. Para comunicar esa decisión necesitaba una
arquitectura elocuente, rompedora y, sin embargo, indiscutiblemente
brasileña. Los arquitectos no fallaron. El 21 de abril de 1960, 41 meses
después de poner la primera piedra, Brasil inauguraba un hito
arquitectónico, una capital improbable y fascinante: un milagro de
hormigón surgido en medio de la nada.
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