Del María Moliner,
(Zocos) Zuecos:
1. Pieza de calzado hecha de madera, que usan los campesinos en distintos países; suele tener algo de tacón y unas piezas que los separan algo del suelo y la punta vuelta hacia arriba; Alcorque, almadreña, cantesa, chanca, chanclo, choclo, corche, galocha, haloza, madreña, zoco.
2. Cierto zapato con suela de madera o corcho
Me refiero en estas breves palabras al Zoco (zueco), zapato de madera y cuero y no a las zocas, o a la descripción 1 del MM, todas en una pieza de madera. Objeto de diseño vernáculo, es decir anónimo y construido por la depuración del uso y la forma a lo largo de generaciones sucesivas. Me agrada de ellos muy especialmente esta orfandad porque en su origen no interviene la hoy inflacionada construcción intelectual del creador, sino la simple lógica colectiva de la sociedad que los usa junto a los límites del material, madera-cuero.
Historia del diseño
Siempre me ha gustado esa sensación de anonimato de esta prenda-invento-mueble para los pies, haciendo historia del diseño sin saberlo, como si fuese la obra del fotógrafo Virxilio Vieitez, que tantos zocos retrató, haciendo arte sin saberlo, sólo haciendo oficio, sin ninguna otra pretensión. Digo prenda porque el zoco es abrigo al contrario de otros calzados y digo invento-mueble, por su lógica aplastante de elemento que nos separa y eleva sobre el suelo, hábil máquina fronteriza entre la geografía y el cuerpo que permite la vida en climas adversos.
Hoy, como muchas otras cosas del pasado inmediato, su uso ya sólo tiene sentido etnográfico, como en las representaciones del baile tradicional o, como es mi caso, un sentido esnobgráfico usándolos fuera de contexto para acudir a actos y celebraciones familiares y culturales, para significar, aunque sólo sea por unas horas, la dignidad de lo humilde y el saber quienes somos o éramos.
Luis Gil Pita. arquitecto
santiago de compostela. enero 2012
Sobre el sentir artesanal en arquitectura
Andrés Martínez
El día en que el arquitecto permitió que se quebrara el fino nervio que
siempre había unido —a través de su mano— a su proyecto con su cabeza,
dejó que algo muy sustancial de su arquitectura, tal y como la había
entendido hasta entonces, se desvaneciera. Mientras él se vio sumido
durante largo tiempo en un estado de desazón, muchos de sus compañeros
(menos sensibles que él a las cuestiones táctiles, menos dados a los
matices) creyeron haber suplantado a ese nervio por un delgado cable
coaxial: el que enlazaba el ratón que sujetaban con su mano derecha con
el ordenador. Incluso algunos de ellos se jactaron, no sin cierta
vanidad, de que gracias a este nuevo apéndice electrónico habían
logrado crear formas inéditas, imposibles de conseguir cuando las cosas
se dibujaban a mano.
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