Siempre he pensado -desde que lo pienso- que los viajes que hacemos al interior siempre han pertenecido al alma, y que los que hacemos al exterior al tiempo. Cuando ambos espacios se llegan a tocar- en uno de esos tantos viajes– aparece en nosotros de forma muy nítida la noción de nuestra medida, y con ello la vida que guiamos; esos caminos no volverán jamás a encontrarse en el mismo punto, pero si en varios otros, por eso es importante emprender ambos viajes.
Hay lugares testigos que nos han visto recoger sus recuerdos, hay páginas que al vernos sorprendidamente nos han devorado y hecho personajes de su ficción; sin embargo, ya hemos dejado de ser aquellos que mirábamos lo que mirábamos, continuamos siendo hijos del tiempo mirándonos desde el alma.
Los viajes nos han encontrado en ese punto exacto, en el que cuando nos detenemos somos capaces de reconocernos, no nos deslumbra nunca su imagen, porque no es un reflejo de lo que somos, somos nosotros mismos y ese viaje es nuestro.