Cuando en 1923 Sigfried Giedion pronunció su discurso frente a los estudiantes de diseño durante la semana de apertura de la Bauhaus, su mensaje principal fue el de
“escuchar al material y destapar la vida oculta de lo amorfo”.
Para destapar el arte atrapado en la materia no hay que excavar sino tallar, por que tallar es cortar, pero también es dibujar, destacando lo importante respecto de lo superfluo. Constantin Brâncuși explicó que taller era el verdadero camino hacia la escultura. Así lo demuestra en las diferentes versiones de El Beso, su respeto por el bloque era tal que estaba decidido a quitar la cantidad mínima de piedra para representar a una pareja abrazada. El esclavo inacabado de Miguel Ángel también da testimonio de esta manera de actuar.
La pieza del reo, una de las cuatro que decoraría la tumba del Papa Julio II, parece intentar escapar de la masa de piedra que lo atrapa, como si el lento tallado del maestro únicamente retirase la materia que lo contiene. Ni el mejor artista tiene idea de lo que contiene en potencia un bloque de mármol dentro de su masa, declaró el propio Miguel Ángel, dejando claro que en el bloque pétreo hay una escultura latente y que el escultor no es su creador, sino únicamente su libertador.
Al fin y al cabo como en El Beso de Brâncuși la materia abraza a la forma y sus características como la dureza, la textura o el peso no deben sólo verse sino sentirse para representar la verdadera naturaleza del material. Puede que cuando Brâncuși afirmaba que el artista debe saber cómo sacar el ser que está dentro de la materia, no se refiriese a la pieza o escultura sino a la energía interior del bloque, a su esencia, su verdadera naturaleza, que en ocasiones será un esclavo, en otras un bloque geométrico y en otras una pareja imposible de separar.
Íñigo García Odiaga. Arquitecto
San Sebastián. Abril 2016