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¿Siguen teniendo sentido los concursos de arquitectura? | Stepienybarno

Pizarra Clase, concursos de arquitectura | Stepienybarno

Nos volvemos a animar a tocar uno de los temas más conflictivos: los concursos de arquitectura. Pero no lo haremos desde un punto de vista analítico de los mismos, pues ya lo hicimos en su día durante cuatro artículos. Hoy no toca entrar en bases, jurados, posibles tongos o plazos, sobre ello ya han escrito, excelentemente, otras publicaciones digitales como n+1 o CCAD .

Así que, si os parece bien, mejor nos centraremos en las consecuencias de la participación en los mismos y cómo afecta este hecho al colectivo de arquitectos de manera determinante. Si os animáis podéis acompañarnos en este apasionante viaje.

Por cada concurso de arquitectura que se convoca se están presentando no menos de cien propuestas, de las cuales una gran parte pertenecen a estudios de escala media o pequeña. Vamos a suponer que por cada propuesta se ha destinado una media de un mes, con un mínimo de tres personas, durante media jornada, trabajando en el concurso. Recordemos que la media jornada de los estudios de arquitectura no suele ser  de 4 horas, sino cuando menos (y seguro que nos quedamos cortos) de  5 horas por persona. Así que, 5 x 5 (nos tememos que los sábados debiéramos contarlos, pero vamos a ser generosos) son 25 horas por persona y semana. Así que, si hacemos la cuenta del mes, nos salen 100 horas por persona, por lo tanto, tenemos un total de 300 horas invertidas por cada oficina.

Si multiplicamos estas horas por cada una de las 100 propuestas presentadas, nos dan la friolera de 30.000 horas dedicadas por unos 300 profesionales. De momento, nos olvidamos de los gastos indirectos (Colegiación, Asemas, Hermandad, alquiler, luz…) que se derivan del hecho de ser arquitecto. Para el tema de material invertido (impresiones, planos, paneles, envíos y demás zarandajas) también haremos la vista gorda pues no es cuestión de cargar las tintas con menudeces. Por lo tanto, habíamos quedado que eran 30.000 horas las invertidas, que multiplicadas por un precio módico, digamos de 20 euros la hora (ya veis que no estamos tirando la casa por la ventana), obtenemos 600.000 euros invertidos en cada concurso de arquitectura. ¡600.000 euros! que regala el colectivo de arquitectos a lo sociedad para que puedan disponer de las mejores ideas y profesionales para llevar a cabo el soñado proyecto cada vez que alguien organiza un concurso.

Una de las consecuencias inmediatas es que, por mucho que se empeñe, cada estudio no podrá hacer más de 15/20 concursos al año e independientemente de su calidad (ser un buen estudio para nada garantiza que se pueda ganar el concurso), el 80% de ellos no habrá ganado ningún concurso cuando finalicen los doce meses. Si a esto añadimos que, con los tiempos que corren, es probable que no tengan otro tipo de ingresos, lamentablemente quedarán abocados al cierre inminente. Es decir, solo veinte de cada cien estudios de arquitectura que se dediquen a concursar tienen posibilidades de sobrevivir.

Ganar un concurso de arquitectura nunca ha sido tarea fácil y menos lo va a ser ahora. Existen estudios muy buenos, que además son especialistas en la ejecución y presentación de los mismos. Muchos arquitectos ya tienen auténtico instinto para saber qué bases huelen a podrido y son maquinarias perfectamente engrasadas para llegar sacar algo decente en muy poco tiempo. A su vez, hay que asumir que a unos se les da mejor y a otros peor esto de concursar, sin contar con que muchas veces una buena propuesta (incluso bien presentada) es pasada por alto por la propia incompetencia del jurado.

Pero claro, alguno pensará “!qué poco hablan estos de lo bien que les va a aquellos de ellos que sí que  ganan alguno de esos concursos!”. Pues sí, efectivamente. No era un mal plan, hasta hace poco tiempo. Había algunos concursos que eran limpios e, incluso, contaban con un buen jurado, donde a la propuesta ganadora (de las diez o quince propuestas que se presentaban, no más) se le respetaban unos honorarios dignos. Pero a día de hoy, la realidad ha cambiado radicalmente. Como comentaba hace poco Iñaki Alday, en una entrevista1:

 “Los concursos de arquitectura suponen poner a trabajar a profesionales, cuyos trabajos pueden ir al cubo de la basura si uno no resulta vencedor. Es como si pusieras a trabajar a los cinco mejores cocineros de España para que preparen una merluza y una vez presentadas, cogieras una y tiraras el resto. Se debería valorar primero las otras cuatro merluzas y aprovecharlas porque aunque no sean la mejor, son excelentes. Las ideas no son gratis. En los países avanzados, las ideas son lo más caro, lo más valioso.

(…)

Existe una especie de liquidación de los honorarios de los trabajos profesionales. Entiendo que esto es un error gravísimo, porque uno no pediría precio de saldo al cirujano que le va a operar o al abogado que le va a defender. Sin embargo, la coyuntura actual genera exigir lo mínimo a un arquitecto que implica mucha responsabilidad y cuyo trabajo se enmarca dentro de una operación económica de gran envergadura, de la cual nuestros honorarios son una parte muy pequeña.

Así que, si  alguien tiene la inmensa fortuna de ganar ante esas más de 100 propuestas, se encontrará con que para hacerlo, además de tener un buen proyecto que convenza al jurado, casi seguro que ha tenido que hacer una bajada desproporcionada de los, ya de por sí, bajos honorarios que ofrece la administración. A ello, tenemos que añadir que los plazos en los que se ejecutará el proyecto, también habrán tenido que ser menores de lo deseable.

Por lo tanto, con semejante panorama, ¿qué puede hacer el ganador? Pues de momento, ir pensando en ver cómo con tan poco dinero es capaz de subcontratar parte del trabajo y apañárselas para entregar a tiempo. De hecho, lo que tocará, casi seguro, será comer tortilla de patata como plato único y rezar para que todo vaya bien y no tener la mala suerte de que te toque una constructora que para acceder a la construcción del edificio haya hecho una bajada del 40% del presupuesto. Si es así, con las plegarias no será suficiente.

Esta es la triste realidad que nosotros vemos. Pensar que alguien puede sobrevivir ganando concursos, salvo honrosas excepciones, lo vemos complicado. Aun así, quedamos expectantes por saber si vosotros encontráis sentido a seguir concursando tal y como está el patio.

Stepienybarno_Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó, arquitectos
Estella, julio 2011

Notas:
1 Entrevista a Iñaki Alday en CincoDías

Stepienybarno
Stepienybarnohttps://www.stepienybarno.es/
Stepienybarno está formado por Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó, ambos arquitectos y formados en temas de Identidad Digital y Comunicación online. Desde el 2004 tenemos nuestro propio estudio de arquitectura, ubicado en un pequeño pueblo de Navarra, Estella, y ambos estamos embarcados en nuestras tesis doctorales. A su vez, colaboramos con otros profesionales tanto del ámbito de la arquitectura, sostenibilidad y comunicación online. Vivir en Estella nos da la tranquilidad necesaria para poder encarar el día a día con energía y la red nos posibilita contactar con un mundo maravilloso que de otra forma hubiera sido imposible.
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Alberto Alonso Oro
Alberto Alonso Oro
10 years ago

Concursos públicos
Texto de Eduardo Cadaval
En mi anterior colaboración escribí sobre la necesidad de democratizar el proceso por el cual se gestan y asignan los proyectos públicos. En aquel texto no utilicé una sola vez la palabra concurso. No lo hice, porque creo que es un término comúnmente mal utilizado y que simplifica una problemática de mucho mayor complejidad.

Los concursos per se no son más que meros trámites administrativos: el mecanismo mediante el cual se resuelven intereses en conflicto al tiempo que se aprovecha para obtener un beneficio de dicha coyuntura. Esta práctica es utilizada en muchos ámbitos profesionales tanto públicos como privados donde las licitaciones forman parte de la
cotidianidad y a través de las cuales se discriminan propuestas económicas o alternativas técnicas, pero también se seleccionan proveedores o se desincentivan posibles actos de corrupción.
[…]
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