De vueltas a las aulas, no saber cuándo podrás disfrutar de tus próximas vacaciones es casi tan sofocante como haberla disfrutado. La burguesa depresión posvacacional coincide además con la incertidumbre de mantener tu trabajo, encontrarlo si se ha perdido o, en el caso de los estudiantes, continuar con la rutina igualmente incierta en relación a unos estudios, los de arquitectura, que han dejado de ser garantía de nada y se han convertido en una puerta hacía el abismo, al menos materia laboral.
Ante este escenario, profesores y alumnos se enfrentan constantemente a las preguntas formuladas en el título de este texto, si no lo hacen, deberían hacerlo, al menos en términos de motivación, y no sólo de contenidos o materias, que también, dado que el grado de arquitectura recuerda ahora tanto a la licenciatura en derecho de hace veinte años, quizá, cuando todo el mundo asumía que dichos estudios conducían directamente a una pasantía (de carácter gratuito probablemente) en primer lugar y luego a una difícil situación laboral si no se era contratado por un despacho o se realizaban unas oposiciones.
Si las oposiciones en arquitectura siempre fueron una opción casi residual, la contratación por un tercero ahora también lo es, con lo cual las oposiciones son muy pocas y pasan por la difícil reinvención con sus múltiples y conocidas variantes de éxitos y fracasos en forma de tartas, talleres infantiles, mecedoras, mobiliario urbano, diseño web y un largo etcétera.
En Madrid, la Universidad Politécnica quiso despedir a más de trescientos trabajadores (no profesorados, si bien los asociados tienen ante sí la posibilidad de que sus jornadas de 6+6 se redujesen a 3+3) de las distintas escuelas y en la ETSAM se han movilizado conjuntamente el colectivo de alumnos y de trabajadores el colectivo de alumnos y de trabajadores para poder protestar de forma organizada y continua. En el vestíbulo de entrada colgaban fotografías de los trabajadores afectados cuyo despido es inminente y su relación con la escuela (biblioteca, informática, mantenimiento,…) Los alumnos, sensibilizados o no con la cuestión, contemplan a diario las caras de los mártires y soportan o se suman a los cánticos, asambleas y paseos con percusión y pitos de los compañeros que se han solidarizado de forma unánime con sus desafortunados colegas.
Mientras tanto, en las aulas, la vida sigue; se suceden, las entregas y las clases y uno se pregunta si es suficiente motivación para los alumnos el enfrentarse a enunciados cada vez más extraños, muchas veces ajenos a la disciplina (al menos a lo que por ella se entendía hasta ahora), donde la originalidad y la extravagancia se encuentran y las distintas unidades de proyectos compiten sin tregua como primera reacción ante una durísima realidad que todos asumen: que apenas nadie formándose ahora mismo en una escuela de arquitectura va a construir en el futuro y quizá por ello, la enseñanza de la arquitectura ya no tiene sentido tal como la conocíamos.
Es por ello que la esperanza de nuevo emerge a través del conocido concepto atribuido a Peter Eisenman y otros arquitectos de su generación que disfrutaron con la etiqueta de paper architects hasta que la economía les permitió construir sus endiabladas e intelectualmente complejas paper architectures, y es ahí donde puede que esta generación se pudiera mirar con algún optimismo en la historia reciente.
Eso suponiendo que el horizonte constructor puede aportar algún optimismo a las jóvenes generaciones, viendo los ejemplos de destrucción paisajística que pueblan nuestras costas e interiores o los engendros construidos por los que Charles Jencks considera destinados a ser nuevas estrellas de nuestra profesión y que han conseguido arruinar a comunidades enteras como Galicia o Valencia.
¿Sería una quimera valorar si no sería mejor en momentos así formar paper architects, arquitectos que no quieran y no estén habilitados por ley para construir? ¿No son más interesantes los escritos de muchos arquitectos que sus obras?
Proyectos es, aún y cada día más, asignatura central y casi lo único que importa. El resto de departamentos se contraen y mendigan recuperar horas suprimidas primero por la imposición de un grado casi minúsculo en relación a la carga lectiva del anterior plan, y después por la aparición de nuevas asignaturas o intereses que marginan áreas antes fundamentales como estructuras, construcción o historia de la arquitectura, comprimidos los programas de esta última en ocasiones hasta algo más que cursos intensivos que abarcan lecciones desde las pirámides a nuestros días, en una ambición desmedida e imposible de alcanzar.
A pesar de todo, la buena noticia es que la arquitectura, o al menos los estudios conducentes a ser arquitecto, ya no está de moda, y eso significa que se vuelve más que nunca, vocacional, y así no será más, ojalá, un lugar donde enriquecerse e insultar a la ciudad y sus ciudadanos, lo cual podría redundar en una noticia mejor aún para el medio físico que llevara implícita la supervivencia, porqué no, del planeta.
bRijUNi architects (Beatriz Villanueva y Francisco Javier Casas Cobo).
Riyadh (Arabia Saudí), Septiembre 2011