En el momento de proyectar el edificio Florey para el Queens College (St.Clements, Oxford, 1968-71), James Stirling ya había visto terminados dos de sus mejores obras: la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Leicester (1959-63) y la biblioteca de la Facultad de Historia para la Universidad de Cambridge (1964-67). Los tres proyectos constituyen su ya mítica “Trilogía Roja”, nombre que los identifica como una serie de edificios construidos con ese color en apenas una década.
Una estructura de hormigón de gran escala muy visible eleva y separa el cuerpo de apartamentos estudiantiles del nivel de calle. Una dura piel rojiza (de plaqueta cerámica y no de ladrillo, como habitualmente se piensa) lo defiende y aísla del anodino exterior circundante, procurando una paz en el patio interior que no dista mucho de la de un claustro de los clásicos colleges universitarios de la ciudad. Y unas amplias superficies acristaladas, de cualidades volumétricas, evocan lejanamente con su transparencia y el despiece vertical de sus carpinterías al gótico perpendicular inglés, pero en clave y costumbres contemporáneas1.
Evidentemente, esta descripción simplificada reduciría notablemente la profundidad de su planteamiento arquitectónico, pues supera con mucho a su mera (e interesantísima) materialidad. Sin entrar en su magistral composición en términos formales y geométricos2, no cabe duda de que el maestro escocés quiso concluir esa trilogía con una pieza de marcado carácter simbólico, reforzado por un carácter introspectivo que le viene muy bien al proyecto en su localización a la orilla del río Cherwell.
El edificio es extraño, más aún entonces que ahora. Se retuerce sobre sí mismo, y no se conforma con achaflanar las esquinas como en Leicester o Cambridge sino que aquí todo él es una concatenación de chaflanes enormes. Sugiere casi una traza ochavada incompleta, al que le faltan solo 3 de los 8 lados debido a un recorte drástico ante la presencia inminente del riachuelo que delimita el lado norte del solar. Así resuelto, a nivel tipológico responde más a un teatro griego que a ningún otro: su forma radial orienta el graderío (léase dormitorios) hacia el paisaje abierto de los meadows que circundan la zona oriental de Oxford, y sitúa su orchestra en el centro del espacio cóncavo donde se desarrollará la actividad humana, aunque en esta obra es realmente escasa3.
El espacio del patio es rodeado por un muro ciego de ladrillo que anula las vistas desde la calle. De hecho, el nivel del patio está elevado respecto al pasillo periférico que discurre bajo el volumen de los dormitorios, limitando aún más la fluidez interna del recinto central. En el lado abierto del río el patio se eleva aún más con 9 peldaños configurando un “escenario” central al que se dirigen todas las miradas desde cada ventana del edificio. Y, simultáneamente, permite esconder debajo y disimuladamente el volumen del comedor y su cocina en un nivel intermedio entre el del patio y el del paseo fluvial.
La ausencia de vida colectiva en el patio se compensa con la extraña actividad de un elemento vertical de cierto carácter antropomórfico, que ocupa el vértice más adelantado del escenario elevado, un desconcertante objet trouvé. Su presencia es tan notable que incluso curva el peldañeado, convirtiéndolo en un pivote visual que concentra toda la atención. Siguiendo la metáfora dramática se podría decir que es una actriz en acción, pues, aunque incapaz de mover sus pies, no cesa de agitar sus brazos: se trata de una veleta, movida por acción directa del viento en el lugar o por la evacuación de humos que contiene en su mástil central (proveniente del techo de la cocina sobre la que se asienta). Sostiene un gran disco de intenso color verde, con lo que quizá pueda ser interpretado como una suerte de “árbol mecánico”, único resquicio permitido por el arquitecto a la naturaleza4 en esta última obra de su serie roja. Su irónica presencia no es, pese a todo, excepcional pues ya en Leicester Stirling jugó con una pareja de chimeneas para enfatizar sus vínculos con la ingeniería, y en Cambridge abatió el artefacto para convertir a la góndola de limpieza del vidrio en una escultura constructivista en voladizo desafiando a la gravedad. Naturaleza y artificio, una dialéctica no superada desde la Modernidad…
Rodrigo Almonacid [r-arquitectura] · doctor arquitecto
valladolid. noviembre 2016
Notas:
1. Brown también alude al aspecto “gótico” de la Escuela de Ingenieros de Leicester al analizar esa primera pieza de la “Trilogía Roja” de Stirling (revista Forum, abril de 1972).
2. Rykwert llega a decir al respecto que “aunque sea aparentemente su edificio más simple, es, por el contrario, el de composición más concienzuda” (revista Domus, noviembre de 1972).
3. Francesco dal Co criticó precisamente que en este edificio de Striling la vida comunitaria fuera reducida a su mínima expresión, y, por tanto, mostraba una cierta incoherencia entre la innovación en el planteamiento formal y el “paso atrás” en términos de uso colectivo del espacio.
4. En los últimos años el pavimento cerámico rojo del patio ha sido sustituido por césped, perdiendo esa idea de artificialidad que tenía en su origen el patio, quizá por problemas constructivos (siempre ha sido esta obra objeto de numerosas quejas de buena praxis constructiva y de funcionamiento) o, más probablemente aún, por su falta de uso.
[Imágenes tomadas de la monografía: ARNELL, P. y BICKFORD, T. (eds.): James Stirling. Obras y proyectos. Barcelona: Ed. Gustavo Gili, 1985.]