Este texto es la primera parte de una comparación entre dos casas que a los ojos de la mentalidad occidental tienen al mismo tiempo algo de incomprensible y algo de enigma atrayente. Dos casas construidas con una diferencia de treinta años que resuelven una tipología similar, que podríamos denominar de «unifamiliar urbana», ambas en ciudades de Japón y por tanto deudoras del contexto urbano y cultural de aquel país.
En 1976 Tadao Ando finalizó la construcción de la Azuma House en el denso barrio de Sumiyoshi de su ciudad natal Osaka. Un opaco prisma de hormigón ocupa la totalidad del solar. Dentro de la rigurosa retícula de cicatrices dejadas en el hormigón por berenjenos, pasadores y tableros de encofrado, se recorta centrada una estrecha puerta, únicamente dibujada por la sombra que se genera en el interior. En sentido estricto no existe la puerta, únicamente un umbral que parece conectar la calle con otro mundo.
Construida entre medianeras, ésta austera fachada es la única relación de la casa con la calle y por extensión con la ciudad. El interior se divide en tres partes iguales: dos volúmenes cerrados de dos plantas y un patio sobre el que se vuelcan los anteriores. En la planta baja se ubican una sala y una cocina, separadas por el patio, mientras que en la planta superior se sitúan los dormitorios que tiene la casa. El espacio central es la única fuente de luz natural de todas las estancias de la vivienda.
Toda la casa se organiza en relación a este patio descubierto ineludible. Patio insalvable en la vida cotidiana, ya que en este espacio central se encuentra la escalera y la pasarela que permite acceder y cruzar de una estancia a otra en el piso superior. El patio resuelve los elementos de distribución verticales y horizontales de la casa, lugares que en nuestros esquemas mentales son espacios irrenunciablemente interiores. En cambio en la Azuma House estos espacios que hay que cruzarlos bajo la lluvia o sintiendo el frío de la noche mientras se transita de la cocina al dormitorio, del salón al aseo, o de la habitación de los niños al espacio de los padres. A diferencia de los patios o claustros occidentales en el que los tránsitos se realizan a cubierto, este espacio impone su tiranía al obligar a los habitantes de la casa a moverse en la intemperie.
Desde una visión funcionalistas europea resulta incomprensible esta distribución. Si la casa es un ámbito de protección, un lugar en el que el hombre se cobija de las agresiones de la naturaleza, la Azuma House reinterpreta éste pensamiento y cobija al hombre protegiéndolo de la selva de la ciudad, obligándolo a convivir con los ciclos naturales.
El patio de la casa es un espacio exterior, un espacio en el que la lluvia, el sol, el frío, el día o la noche se hacen presentes según los dictados de la naturaleza, pero por contra es un espacio interior, un dominio privado cortocircuitado por completo del contexto urbano. Es este espacio por lo tanto, un espacio ambiguo, un interior dominado por las condiciones del exterior.
Para resumir esta casa habría que explicar este edificio mediante las condiciones de este patio y relatando la relación de la casa con la ciudad. El centro de la casa, su núcleo interior, es un vacío exterior, en el que los habitantes de la casa se relacionan directamente con la naturaleza y con el cielo, pero no con el exterior que supone la ciudad de Osaka.
Pero tal vez, aunque de forma involuntaria, la mejor definición de la Azuma House la elaboró Peter Zumthor cuando en su texto Atmósferas se remitía a la idea de tensión entre interior y exterior y afirmaba:
«Encuentro increíble que con la arquitectura arranquemos un trozo del globo terráqueo y construyamos con él una pequeña caja. De repente, nos encontramos con un dentro y un afuera. Estar dentro, estar fuera.»
Íñigo García Odiaga . arquitecto
San Sebastián. mayo 2013