Ser o no ser un icono. ¿Es esa la gran responsabilidad que asumen los arquitectos al aceptar un encargo o la única manera de, como lo fue en este caso, alzarse con un premio en concurso? Si eso es así, contemplando el resultado final del Teatro y Centro de Congresos que Mecanoo finalizó en Lleida y el efecto rejuvenecedor en el alcalde la ciudad que aparecía en los vídeos promocionales enamorado de su nuevo juguete, no hay duda: misión cumplida.
Además de satisfacer al gobierno local y sorprender a los ciudadanos, el nuevo edificio de Mecanoo se debate entre la voluptuosa sensualidad del Centro de Artes Escénicas de Taiwan y el rigor volumétrico de otros proyectos como al torre Montevideo de Rotterdam o los proyectos españoles en Málaga (con dosmasuno arquitectos) y Córdoba, lo cual habla a favor de la versatilidad de Ms. Houben y la escasa obsesión por mostrar un estilo propio que no obstante sí se deja entrever en otros detalles como la creación de atmósferas y ambientes interiores.
Comenzando por el exterior, la rotundo y extraña volumetría (obviando el intrascendente y quizás malintencionado debate sobre la originalidad de la forma y sus posible inspiración en un edificio tan familiar como el Auditorio de Delft de Van den Broek y Bakema) ofrece una de las claves del trabajo de Mecanoo en su relación con la ciudad a la que regala un espacio exterior para representaciones y un foyer al aire libre donde encontrarse, si bien es verdad que el entorno periurbano y un pasado difícil de abandono complicarán su completa integración en la ciudad.
No ayuda demasiado la elección de un cerramiento que necesita aliarse con el tiempo para suavizar un brillo excesivo que lo delataba como una arquitectura urgente envuelta en papel de regalo pixelado, eludiendo los matices que a un volumen monolítico y homogéneo le hubiera proporcionado la luz cambiante de los días y las estaciones para confiar en una impresión directa y apresurada a través de los diferentes tonos de la piedra elegida, restando quizá así razón a la valiente apuesta formal.
A propósito de las losas de piedra procedentes de Brasil, no parece demasiado sostenible su elección al no ser un material local, ni siquiera con la excusa de la mímesis con los colores de la Catedral o de la tierra ilerdense (énfasis camaleónico llevado al extremo por la oficina b720 en el aeropuerto de Lleida) si bien el edificio intenta defender una cierta sostenibilidad con otros argumentos.
Un vez en el interior, el edificio funciona con corrección, como no podía ser de otra manera, y sin grandes alardes. Intenta de nuevo abrirse a la ciudad a través de una gran ventana horizontal que no rompe el volumen mientras se deforma en vertical para alojar la gran caja escénica del teatro dibujando una interesante sección que recuerda la imagen de la serpiente que se comió al elefante en el cuento de Antoine de Saint-Exupéry .
Los espacios de circulación y el gran auditorio no pueden negar el sello Houben, que hace tiempo nos contaba en su estudio de Delf su indisimulada preocupación por buscar la belleza sin tapujos y no enmascarar su intención con pátinas conceptuales próximas a una cierta histeria mínimal alejada de las sensaciones, percepciones, incluso olores y emociones de la arquitectura hecha para goce y disfrute de las personas, para lo cual recurre a referencias frutales y motivos vegetales que se suceden en paramentos verticales, ya sea recortados o impresiones, destacando los árboles que flanquean la gran sale central iluminándola.
En el camino se han quedado algunas promesas como la cubierta ajardinada que serviría como mirador en altura de la Seu Vella y el río, pero se cumplieron con precisión y rigor los plazos y presupuestos, lo cual fue una gran novedad por la que felicitar a Ms. Houben y a sus socios locales, los catalanes Labb.
Artículo publicado orginalmente en el número 4 (abril) del 41 (2010) de la revista holandesa De Architect con traducción del inglés al neerlandés por Merel Pit. El título original del artículo, en inglés, “Mecanoo lands in Lleida”, es un pequeño homenaje a Ralph Erskine. El número 8 de la revista sueca Arkitektur (año 1959) reseño un proyecto para una casa de campo en Suecia con el título The Erkines Have Landed! aludiendo a su imagen un tanto futurista.