domingo, noviembre 24, 2024
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Copiar | José Ramón Hernández Correa

Copiar José Ramón Hernández Correa Sáenz de Oiza en el Partenón, dibujando con Javier Vellés
Sáenz de Oiza en el Partenón, dibujando con Javier Vellés

Es verdaderamente extraordinario inventar algo desde cero*. Lo normal es que incluso los creadores más potentes y originales tomen lo existente como punto de partida y lo mejoren o combinen para obtener cosas nuevas.

Si los seres humanos no copiáramos lo que vemos desde que nacemos no seríamos capaces de aprender ni de hacer nada. Para empezar, el lenguaje lo aprendemos imitando gestos, copiando sonidos, tanteando y probando. Incluso el escritor más original, el que más destruye y recrea el lenguaje, viene de copiarlo para reelaborarlo.

Ninguno de nosotros sabría abrir una puerta si no hubiéramos visto antes a alguien haciéndolo. (Yo soy tan torpe que a poco que me cambien el mecanismo habitual me quedo sin saber abrir hasta que veo cómo lo hace otro. Y de los mandos de las duchas de los hoteles mejor ni hablamos).

¿Cómo se inventa algo nuevo? Para empezar, copiando.

Recuerdo cuando empecé a hacer mis primeros ejercicios de proyectos en la escuela. Supongo que me consideraba un genio o algo así: alguien llegado a este mundo para dar una nueva voz. Quién sabe. El caso es que sin tener ni idea de nada quería crear algo nuevo. (Al mismo tiempo, mientras diseñaba un aseo medía los aparatos del baño de mi casa; para hacer una escalera medía los peldaños de la de mi casa, etcétera. Mi casa era mi Neufert condensado; mis referencias eran limitadísimas, y no obstante yo quería ser original y aportar algo nuevo. La ignorancia es audaz).

En esa tesitura tan extraña (pero que tal vez hayáis experimentado algunos de vosotros) me hallaba cuando mi profesor de proyectos me dijo:

«Copie. Copie. Busque un proyecto que le guste y cópielo».

Yo entendía que eso era hacer trampas. Qué equivocado estaba. Copiar no es calcar un proyecto, porque además no se puede: El solar no tiene la misma forma, no mide lo mismo, no tiene los mismos desniveles… El programa es parecido pero no idéntico… etcétera. Y basta con que al copiar cambiemos una mínima cosa para que todo se mueva y se desbarate, y trabajar para readaptarlo y reencajarlo es un ejercicio fantástico de arquitectura.

Copiar José Ramón Hernández Correa Alvar Aalto. Croquis no definitivo de la planta de la casa Schildt
Alvar Aalto. Croquis no definitivo de la planta de la casa Schildt

Por ejemplo. Tomad la sencilla planta de la casa Schildt, de Alvar Aalto y copiadla tal cual, pero poniéndole un dormitorio más. ¡Uf! Qué difícil. Intentad hacerlo. Tal vez acabéis con toda la casa desarmada, y al principio parecía fácil. O bien, en esa misma casa, suprimid la elevación del cuarto de estar. Aalto lo elevó para tener mejores vistas sobre el mar. Imaginemos que en vuestra casa no hay esas buenas vistas, o que la familia prefiere la comodidad de tener toda la planta al mismo nivel. Vale: pues quitáis los peldaños y ya está. Empezad a hacer secciones y alzados, a ver qué pasa.

Copiar tiene su miga.

Además, tenemos que tener en cuenta que Alvar Aalto también copió, y que adquirir su estilo le costó muchos años de duro trabajo y muchas obras construidas.

Todos los artistas, todos los profesionales, todos los artesanos, todos han copiado. Hemos copiado. Lo que importa no es copiar, sino saber elegir buenos modelos y buenos maestros para copiarlos.

Copiar José Ramón Hernández Correa Le Corbusier. Vista del Partenón desde los Propíleos
Le Corbusier. Vista del Partenón desde los Propíleos

José Ramón Hernández Correa · Doctor Arquitecto
Toledo · Septiembre 2015

Nota. Hay algunos casos sorprendentes, como el del avión. Le Corbusier cuenta en Vers une architecture que durante siglos el ser humano intentó diseñar un aparato volador con premisas equivocadas. Gente muy creativa y muy observadora pensó que para volar había que copiar a los pájaros. Si uno estudiaba el vuelo de los pájaros hasta entender por qué se producía y cómo funcionaba, podría copiar el proceso y construir una máquina capaz de volar.

Fracaso. Fracaso tras fracaso. Una máquina y otra. Alas más grandes. Mayor potencia de batido de las alas. Nada. Fracaso.

Alguien tuvo que pensar fuera de la caja y plantear el problema desde premisas físico-teóricas para concebir otro paradigma: Un plano sustentador no batiente que, propulsado a suficiente velocidad, se elevara gracias a la fuerza de resistencia que oponía el aire. Nada de batir: La solución fue lanzarse con unas alas diseñadas con determinada sección, estudiada aerodinámicamente por fórmulas abstractas y teóricas, y no observando pájaros (que en determinados momentos también toman esa estrategia).

En todo caso, la mirada creativa que observa de lado, que cambia la perspectiva y se sale de lo trillado parte también, al menos en los procesos iniciales de tantear lo existente hasta el momento, probar y trabajar con ello.

 

José Ramón Hernández Correa
José Ramón Hernández Correahttp://arquitectamoslocos.blogspot.com.es/
Nací en 1960. Arquitecto por la ETSAM, 1985. Doctor Arquitecto por la Universidad Politécnica de Madrid, 1992. Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Ahora estoy algo cansado, pero sigo atento y curioso. Arquitecto, bloguero, saxofonero, escritor... pero todo mal.
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