Aprender arquitectura puede resultar una actividad fascinante y a la par extenuante. El ejercicio de proyecto, diseño o crítica, supone una de las pruebas más difíciles de abordar para cualquiera, más aún cuando nos encontramos aún en la etapa formativa: necesitamos conocer para ir haciendo. Las sucesivas correcciones y revisiones del profesorado se establecen sobre la idea de la imperfección del material presentado por el alumno, un trabajo reiterativo sobre algo que aspira siempre a ser mejor, en ocasiones algo que aspira incluso a ser perfecto. Siempre. Sin embargo, el hecho mismo de proyectar significa convivir de algún modo con aquello que resulta insuficiente, un estado permanentemente inacabado que nos hace buscar y proseguir. Proyectar significa convivir con lo imperfecto.
En la imagen, un informe sobre el joven estudiante de arquitectura Richard Rogers,1 describe lo que podríamos considerar una crítica feroz, no ya sobre un proyecto concreto del alumno, si no sobre sus capacidades y aptitudes más elementales:
«El acceso de Rogers a 4º Curso no fue exitoso. Tiene un interés genuino y sensibilidad para la arquitectura, pero lamentablemente carece del equipamiento intelectual necesario para traducir esta sensibilidad en edificación. Sus diseños continuarán sufriendo mientras sus dibujos sean tan malos, su método de trabajo es caótico y su pensamiento crítico inarticulado».2
¿Cuáles serían los dibujos buenos, los métodos correctos o los pensamientos ortodoxos para el prescriptor del presente informe? Y como decía alguno, y a la luz de la exitosa carrera profesional del alumno: ¿dónde andará? Enseñar exige simpatizar con lo imperfecto.
Proyectar es una forma de conocer, una manera de construir el pensamiento no exenta de cierta dosis de placer. Sin embargo, disfrutar el proceso de proyecto significa asumir con estoicismo el no-saber, practicar el noble arte de no-encontrar. En palabras de Livio Vaccini:
«El trabajo consiste en perseguir tenazmente una imagen imperfecta. […] Una idea no es más que la promesa de otra».3
Entonces la arquitectura se propone como el oficio del (re)hacer incesante, una ocupación marina como constante (re)configuración de nuestras líneas de costa: los mapas son solo imprecisiones, una aproximación similar a la fotografía de hace algún tiempo y en la que ya apenas nos reconocemos. Proyectar es errar. Proyectar significa convivir con lo imperfecto.4
Miguel Ángel Díaz Camacho. Doctor Arquitecto
Madrid. Abril 2016.
Autor de Parráfos de arquitectura. #arquiParrafos
Notas:
1 Richard Rogers ha sido premio Pritzker en 2007, Medalla de Oro del RIBA en 1985 y ganador de la Thomas Jefferson Memorial Medal Fundación en 1999; ganador del Premio Praemium Imperiale 2000 de Arquitectura, León de Oro 2006 a la Trayectoria (La Biennale di Venezia) y el Tau Sigma Delta Medalla de Oro 2007; galardonado con la Legión de Honor en 1986 y nombrado caballero en 1991, entre otros muchos méritos que desbordarían este pequeño espacio.
2 Informe de la AA School of Architecture sobre Richard Rogers (estudiante), 4 de julio de 1958. Traducción MADC.
3 Livio Vaccini, «Obras Maestras», Barcelona, Gustavo Gili 2009, págs. 57-58.
4 Dedicado al impreciso pero formidable colectivo de los alumnos de arquitectura.