Fue en una entrevista en 1960, cuando Stanley Kubrick expresó por primera vez su interés en la obra del escritor Arthur Schnitzler. Y posteriormente, en 1971, tras el estreno de “2001: una odisea del espacio”, ya habló abiertamente de su deseo por trasladar al cine “Relato soñado”, la novela corta que Schnitzler publicó en 1925. Sin embargo, no fue hasta 1999 que se estrenó “Eyes wide shut”, la película de Kubrick que interpretaba la obra de Schnitzler. Casi 40 años imaginando cómo habría de ser la película, maquinando escenarios, fantaseando con un reparto que necesariamente iría cambiando, considerando distintas posibilidades de iluminación. 40 años en los que la película se fue configurando en su cabeza, al ritmo de las pulsiones de su propia vida.
A menudo, lo verdaderamente importante necesita reposo. Ir decantándose, con la cadencia de un reloj de arena; como si la urgencia fuera el óxido que todo lo tiñe.
Algo de ese abandono deliberado de la presteza y celeridad hay en la obra de todo artista. Lo hay, desde luego, también en la producción de Miguel Fisac, que fue transitando por distintas etapas creativas, desde la reinterpretación del clasicismo del quatrocento y el cinquecento italianos, hasta la experimentación estructural con el hormigón en sus huesos, o hasta llegar a la expresión (y expresividad) del material en sus pieles de hormigón flexible. La obra de Fisac está explícitamente compartimentada, con experimentos sucesivos que nunca se entrelazan. Pareciera incluso que se trata de la obra de distintos -e irreconciliables- arquitectos.
El proyecto del polideportivo de Getafe tiene su origen en el concurso convocado para la construcción de un pabellón polideportivo en el barrio de la Alhóndiga. En este proyecto, que Fisac realiza junto a cuatro jóvenes arquitectos (Sara González Carcedo, Blanca Aleixandre, Fernando Sánchez-Mora y Leonardo Oro), se entremezclan, con armonía, las distintas obsesiones de Fisac: recurre a sus huesos de hormigón para resolver la estructura con
“seis vigas especiales de 51 metros de longitud, con una envergadura opaca de 4 metros de ancho dejando un espacio de 2,66 metros trasparente y cada una de estas vigas apoyada en dos pilares extremos con una contraflecha para fácil evacuación del agua de lluvia por los orificios centrados en esos pilares y en comunicación con la red de saneamiento general”;1
y recurre a sus pieles para la fachada, con un encofrado plástico flexible para texturizar el hormigón vertido, con un dibujo geométrico que se marca en los distintos paños hasta la línea en la que éstos se encuentran con las vigas-hueso de cubierta.
Ya había ensayado Fisac con las vigas-hueso desde el Centro de Estudios Hidrográficos (1960-1963), y con las pieles de los encofrados flexibles de hormigón desde la sede de MUPAG en Madrid (1969). Pero necesitó toda una vida para que todo confluyera, melódicamente, en un único proyecto. Huesos y pieles en una misma obra, reunidos por fin, como si Fisac nos redimiera del engaño de Prometeo a Zeus.
(En 2020, Boa Mistura realizó un mural sobre la textura sutil y grisácea -como los sueños- del pabellón, velando las intenciones creativas de Fisac. Nadie osaría marcar el torso de mármol del David de Miguel Ángel, con un tatuaje tribal acorde a la época actual. Pero no rigen los mismos códigos para todas las Artes.)
Sólo leyendo la biografía de Fisac en sentido inverso, de atrás hacia delante, puede comprenderse el sentido último de esa experimentación que transita por toda su obra. Porque es en este proyecto, ya nonagenario, donde prácticamente se reúnen todas sus investigaciones con el espacio y el hormigón, reconciliadas, formando un conjunto unitario y coherente, que hay que contemplar con los ojos bien abiertos. Pareciera que Fisac hubiera necesitado algo más de 40 años para que su arquitectura madurase definitivamente; décadas de ensayos ininterrumpidos que tendrían como objetivo confluir en una última obra. Algo más de 40 años en los que el proyecto se fue configurando en su cabeza, antes incluso de existir el solar, mientras maquinaba estructuras y fantaseaba con texturas que aplicar.
El 07 de marzo de 1999, cuatro días después de un pase privado de “Eyes wide shut” para su familia y actores, fallecía Stanley Kubrick, como si finalizada la película que tardó 40 años en rodar ya nada restase por hacer. Del mismo modo, Fisac fallecía el 12 de mayo de 2006, poco después de entregar la que sería su última obra, el polideportivo de la Alhóndiga. Hay obras que requieren el reposo de toda una vida, la yuxtaposición de todas las emociones y aprendizajes vividos, y que al convertirse en la herencia y el legado de su autor exigen -inevitablemente-, su muerte. La obsesión por la perfección requiere ese sacrificio, para que quede nítida constancia de que la creación final ya no podrá ser superada.
Notas:
1 Memoria del proyecto del Pabellón Polideportivo de la Alhóndiga en Getafe (Madrid), Archivo de la Fundación Fisac (AFF 381)