“Vivimos en un mundo crepuscular, pero tan brillante y poético que llega a confundirse con una nueva aurora. Sin embargo, la aceleración de las comunicaciones, las múltiples conexiones en red, la circulación incesante de personas, de mercancías y de información escapan a todo control”.
Existe en la mitología del norte de Europa un concepto denominado el tiempo del lobo. Es un período imaginario que tiene lugar al final de la historia, durante el cual se trastocan las valores que caracterizan al ser humano y caen las más altas torres del conocimiento. El caos se apodera de todo. También recibe ese nombre el momento entre la noche y la aurora, cuando el sueño es más profundo y cuando los temores acechan a los insomnes.
Encontramos varias obras artísticas inspiradas en esa idea: las películas Le temps du loup de Michael Haneke, o Vargtimmen de Ingmar Bergman son sólo dos ejemplos en los que la humanidad, bien como colectivo o como seres individuales, se enfrenta a una incipiente catástrofe al tiempo que se derrumba a su alrededor un mundo que antes parecía totalmente conocido y controlable.
Aunque fueron escritas hace tiempo, reviso estas líneas a finales de marzo de 2020, durante el periodo de confinamiento forzado por el virus SARS-CoV-2, y a raíz del encargo de una nueva serie de artículos para Veredes, en su mayor parte textos ya iniciados en el blog El Tiempo del Lobo entre 2006 y 2016. En estos días tan extraordinarios retomo el título dado en origen a aquel lugar, creado para compartir reflexiones e inquietudes.
Recluido entre las paredes del hogar, pienso en esta moderna edad de lobos que estamos viviendo. «Apart. Not alone», como nos recuerda el reportaje especial publicado por el New York Times con motivo de la pandemia global, frente a la cual necesitamos estar más unidos que nunca y, al mismo tiempo, aislados.
Gracias a los avances en las tecnologías de comunicación e información, resulta fácil estar próximos en esta «relación a distancia» con la familia y el trabajo. Frente al presente cotidiano, que nos confinaba a ver pasar imágenes frenéticas y a la sucesión acelerada de conceptos, estilos y tendencias, transformando lo que conocemos como historia en noticias inmediatamente obsoletas, este paréntesis impuesto nos puede permitir reencontrarnos en el pensamiento pausado y reflexivo.
Bruno Latour afirmó que la única verdad es lo que circula. Afuera se mueven por igual gérmenes y fake-news, mientras se solicita que las personas resistan inmóviles en sus casas. Los modos de ser y estar en el mundo se están distanciando, cada vez más, de las modalidades precedentes de ser y estar en el mundo. Ya hace tiempo que la cultura, el arte, la docencia… incluso las cosas más tradicionalmente materiales como nuestro dinero se van situando en un emplazamiento virtual, inestable, en constante movimiento. Nuestras fotos, música, libros y diarios están cada vez más lejos de nuestro recuerdo.
La razón más obvia para que un lobo aúlle es para mantenerse en contacto; es difícil pensar en alguna manera mejor de comunicación entre los miembros de la manada cuando se está en un área forestal muy densa. Nos encontraremos, de nuevo, a través del bosque. Mientras tanto permanezcamos separados, no solos.
Antonio S. Río Vázquez . Doctor arquitecto
A Coruña. Mayo 2020
Una primera versión de este texto se publicó en el blog El tiempo del Lobo en agosto de 2006 y está incluido en el libro Textos compartidos. Apuntes y artículos breves 2004-2019 (2020)