El siguiente texto nace de la inquietud generada a partir de la revisión entrometida a dos proyectos de Le Corbusier: La pequeña casa en Corseaux-Vevey de 1923 y la villa Savoye de 1928, me he preguntado el por qué la colocación de muros y ventanas en donde aparentemente no hace falta, la una en la terraza de la villa Savoye y la otra en el jardín sur de la casa Corseaux-Vevey. Algo que me resulta extraño es que en ambos proyectos se construye un muro frente a unas magnificas vistas, y esto es algo que a través de el siguiente texto me tratare de responder.
Pienso que hallando respuesta a estas preguntas es posible encontrar valores, que aparentemente insignificantes, sirvan para proyectar; intuyo que es posible encontrar estas respuestas en el origen mismo de la arquitectura, y es justamente por ahí donde inicio. Como estrategia, se reconocen, tres aspectos para el desarrollo de esta indagación, objeto, tema y problema, en este caso el objeto son dos obras de Le Corbusier, el tema son estos muros-ventanas en particular, y el problema es el por qué de la disposición de estos en lugares aparentemente casuales. Para ello me pregunto,
¿qué es arquitectura?, ¿cuál es su cometido?, ¿cuál es su origen?
Pienso en los orígenes de la arquitectura, mucho antes de los cánones clásicos de belleza, de sus órdenes, de Vitruvio. Algunos autores sostienen que el origen de la arquitectura se encuentra en la cabaña primitiva, conformada por troncos de árboles y pieles de animales, dispuestos de alguna manera para que, bajo ella, pueda albergarse una o un grupo de personas, el gesto primigenio, disponer de una cubierta que los proteja de la intemperie y de la inmensidad del planeta en esa remota época. Si vamos más atrás en el tiempo, se dice que, la primera arquitectura son las cavernas, esa concavidad de superficie rocosa, húmeda y oscura, invadida y domesticada por el hombre para asegurarse un refugio.
Así, uno de los gestos primigenios de la arquitectura es el de establecer relaciones con el mundo, permitir al hombre, orientarse con respecto a la geografía que le rodea, a las montañas, el alba, el ocaso. Bajo esta reflexión, revisemos entonces algunos proyectos de Le Corbusier, y veamos lo que podemos encontrar.
La residencia Corseaux-Vevey (latitud 46°28` N, longitud 6°49` E), organiza sus espacios a lo largo de una ventana horizontal, orientada hacia el sur, aprovechando así, en esta latitud norte, la luz solar austral y en especial la escasa luz rasante de invierno. Su fachada norte, es un muro ciego con moderadas aberturas que protege a la casa de los vientos fríos del norte. En la esquina Sur-Este se dispone un patio conformado por un muro, una mesa y un árbol que acompaña el espacio a manera de una sombrilla, el muro agujereado a manera de una ventana, orientado hacia el sur, encuadra sus vistas hacia el lago Léman, sobre él, de tanto en tanto aparece un bote, al fondo el espectáculo de las montañas de los Alpes.
“El problema planteado: una casa para dos personas solas, sin servicio domestico. Región: el extremo este del lago Léman; a orillas del lago en la ladera dominante; vista frontal al sur. Se procedió de forma contraria a lo acostumbrado: se estableció el plan riguroso de la casa, funcional, respondiendo exactamente al programa, verdadera pequeña máquina para vivir. Luego, con el plano en el bolsillo, se busco el terreno que podría convenir”.1
“.… haciendo entrar en la casa la grandeza de un lugar magnifico: el lago, con su movimiento, los Alpes, con el milagro de la luz”.2
Este recurso de encuadrar el paisaje lo encontramos en la villa Savoye, (latitud 48°55` N, longitud 2°01` E), cuando al final de la rampa y de toda la promenade se dispone de un muro agujereado a manera de una ventana. En la terraza a través de este muro horadado, se aprecia la naturaleza desde un punto más elevado, esto es al nivel de las copas de los arboles.
Alguién pensará que la colocación de estas ventanas es un caso fortuito o aislado, pues así lo hice, pero al inspeccionar los carnets de viajes de Le Corbusier, vemos que, este recurso es vislumbrado por Jeanneret ya en 1911, antes siquiera que haya construido sus celebres obras, esto lo atestigua sus dibujos de viaje a oriente, travesía en donde el joven Jeanneret explora el mundo observándolo de una manera atenta y aguda. Durante cuatro años se dedico a estudiar edificios y lugares, tomando nota, dibujando, midiendo, y cuestionándose cosas.
Específicamente en el croquis de la cartuja de Ema, ubicada en las cercanías de Florencia, al final del pasillo en las celdas de los monjes, una ventana enmarca el paisaje de toscana, este hecho es registrado y valorizado por el joven Jeanneret a través del dibujo, nótese como el horizonte de las montañas y su vertical, la columna del pasillo, forman un ángulo de 90 grados, este croquis es acompañado por otro que consiste en una planta de una de las celdas de la Cartuja donde traza una flecha con la palabra vue, esto es, la vista desde el alto pasillo de la célula, hacia el tenue reflejo de la luz del valle, junto con el sinuoso perfil del horizonte Italiano, nótese que el punto de la columna en planta, esta fuerte mente trazada.
Otro de sus bocetos, registra esta manera de apreciar la naturaleza, boceto realizado en su visita al monte Athos, desde su habitación del hotel karyes en la sagrada montaña, dibuja, a la derecha de su composición el monte, una pirámide vertical, vegetación en sus faldas, y a la izquierda vista infinita hacia el mar horizontal en reposo, desde su habitación, Jeanneret dibuja, piensa
“poseo lo que veo”.
Esta sensibilidad, no solamente se observa en sus dibujos, sino también se lee en sus apuntes registrados en su libro Le Voyage d´Orient, publicado poco antes de su muerte, el texto registra las agudas impresiones de su visita al Athos.
“Los cipreses eran negros, el convento del gris más delicado, los olivares de plata verdosa y el cielo de un verde crudo invadido por un violeta venido del mar y de las blancas estrellas del zénit, que entraron en escena en ese decorado móvil cuya rampa luminosa se iba apagando…” 3
El monasterio de la Tourette de 1953 (latitud 45°49` N, longitud 4°37` E), está conformado por tres bloques de celdas que giran en torno a un claustro, orientadas cada una hacia el Este, Sur y Oeste, el conjunto está delimitado en su fachada Norte por la iglesia, esta cierra todo el conjunto como un gran muro ciego que protege al claustro de los vientos fríos del Norte, con respecto a la disposición de estos bloques, hay algo que siempre me ha llamado la atención, que es la separación que existe entre los bloques de celdas y la iglesia, es algo que hasta hace poco, no conseguía entrever plenamente la razón definitiva de esta operación, existen varios motivos de esta separación, el que considero más potente es dejar este vacío para que la misma arquitectura encuadre el paisaje, una operación aparentemente inocente, que al ser tan obvia, personalmente, la había dejado pasar por alto, pero es justamente ahí en donde la buena arquitectura se hace presente.
El monasterio de La Tourette, un dispositivo que incentiva al hombre a tener una aproximación contemplativa hacia la naturaleza y el paisaje, de una manera silenciosa, de meditación, es precisamente lo que incentiva a los monjes, a reflexionar sobre el lugar en el que habitan. El espacio entre la iglesia y las demás dependencias enmarcan el paisaje de una manera monumental por su tamaño, (recordemos las pequeñas ventanas en los dos proyectos anteriores). Elementos arquitectónicos como: el balcón, las “metralletas de luz” de la sacristía, la rampa, la chimenea, y el puente en la terraza, crean una fuerte composición escultórica, entre paisaje natural y paisaje construido.
El primer trazo de arquitectura comienza con el hombre y su actitud con respecto a la situación geográfica en la que habita. Eligiendo el lugar se comete el acto criminal o valedero de la arquitectura. Tomando conciencia de cómo es su topografía, el horizonte, el cíclico recorrido del sol en el transcurso del día, Le Corbusier toma decisiones de proyecto. Horizonte, orientación solar y topografía son factores del lugar que esperan ser proyectados y vivenciados. En este caso, Le Corbusier toma estos elementos del lugar para trazarlos como parte del proyecto.
Si damos repaso al libro Acerca del Purismo de Ozenfant y Jeanneret, en la pagina sesenta y ocho, reconocían como un valor del arte el ser capaz de percibir el orden de la naturaleza
“Uno de los mayores deleites del espíritu humano es percibir el orden de la naturaleza y medir su propia participación en el orden de las cosas; la obra de arte nos parece que es un trabajo de ordenación, una obra maestra de orden humano”.4
Así, el Monasterio de la Tourette toma posición con respecto al mundo, su arquitectura se convierten en la medida que hace mensurable y por lo tanto apreciable a la geografía, y al paisaje, permite a su habitante reconocer el orden de la naturaleza y medir su participación en ese orden. Todo empieza a cobrar sentido cuando inspeccionamos otras obras de Le Corbusier.
¿La clave de su arquitectura? Un dispositivo, hacer al paisaje conmensurable, apreciable, ya que
“… el paisaje omnipresente sobre todos los frentes, omnipotente, acaba cansando… ¿Habéis observado que en tales condiciones no se le mira más? Para que el paisaje sea tenido en cuenta es preciso limitarlo…” 5,
y así lo hace, en el pabellón l’Esprit Nouveau de 1924, el departamento Beistegui de 1929, en la Unité d’habitation de Marsella de 1945, en el Monasterio de la Tourette de 1953, su arquitectura intensifica la experiencia del espectador hacia el paisaje, la clave, un muro alto, tras él se oculta la ciudad, ala ves que este muro hace de base para el espectáculo del horizonte lejano, las montañas, las nubes, la luminosidad del cielo desde el amanecer hasta el atardecer, con todos sus colores. Estar en la terraza de la Unité de Marsella es estar en la cubierta de un transatlántico varado a orillas de Marsella, entre el mar y las montañas.
¿Cuántas personas pagan por un crucero cada año, pudiendo vivir en uno?
En la terraza, alejados del ruido de la ciudad, descanso, sol, espacio, aire, teatro, esparcimiento, deporte.
“Creo que al menos una vez en la vida el hombre debería concentrar su mente en el recuerdo de la tierra. Debería entregarse a un paisaje de su vida. En particular, mirarlo desde tantos ángulos como pueda, preguntarse acerca de éste, morar en él… Me interesa la manera en que un hombre mira un determinado paisaje y toma posesión de éste en su cuerpo y en su mente”.6
Santiago Carvajal. arquitecto
Cuenca (Ecuador). septiembre 2013
Notas:
1. BALTANÁS, José, Le Corbusier, promenades,
Gustavo Gili, Barcelona 2005.p.37
2. Ibidem.p.38
3. JEANNERET, Charles Edouard, Le Voyage d´Orient,
Colegio oficial de aparejadores y arquitectos técnicos de Madrid, 1984. Extracto p. 145
4. OZENFANT, Amédée, JEANNERET, Charles Edouard, Acerca del Purismo escritos1918-1926,
Madrid, El croquis editorial, 1993, p. 68.
5. BALTANÁS, José, Le Corbusier, promenades,
Gustavo Gili, Barcelona 2005.p.37
ESCONDER LA MIRADA · Santiago de Molina
La práctica de la ocultación no solo
corresponde al arte del vestido y la política. La arquitectura la ha
empleado con astucia y éxito tanto en Oriente como en Occidente como
base operativa generalizada desde antiguo:
En
Oriente, Sen-no Rikyu, maestro afamado de la ceremonia del te, hizo
plantar dos setos que ocultaban completamente el mar en un templo cerca
de Osaka. Al lado mandó colocar una pileta de piedra. Sólo cuando el
visitante se inclinaba para tomar agua en el cuenco de las manos, su
mirada encontraba la abertura escorzada entre los setos y se abría la
vista al mar ilimitado.
“La idea
de Rikyu probablemente era esta: al inclinarse sobre la pileta y ver la
propia imagen achicada en el limitado espejo de agua, el hombre
consideraba la propia pequeñez, después apenas alzaba la cara para beber
de la mano, lo capturaba el resplandor de la inmensidad marina y
cobraba conciencia de que era parte del universo infinito. Pero son
cosas que cuando se las quiere explicar demasiado se malogran; a quien
interrogaba sobre el porqué del seto, el maestro se limitaba a citar los
versos del poeta Sogi:
Aquí, un poco de agua
Allá entre los árboles,
el mar.” (1)
De igual modo en el otro extremo
del mundo, 1500 años antes, Adriano hizo construir el único lugar en
todo el imperio donde contemplar un sol saturado y móvil, lento entre
los cuarterones antiguos de la cúpula y los mármoles hoy rehechos de los
muros. Desde entonces, el mejor lugar para ver el sol y el cielo romano
no es tanto la Piazza Navona, el Campidoglio o los foros, como el
Panteón.
La arquitectura oculta
las ocasiones obvias para redescubrir lo evidente, señalarlo y ponerlo
en valor. Oculta una vista gastada para, de improviso, mostrarla de
golpe y con sorpresa; como rejuvenecida y actualizada: Nueva y limpia.
Tal paradoja se repite desde que la arquitectura es arquitectura y el
hombre, hombre, allá donde significarse en relación al mundo sea
necesario.
(1) CALVINO, Italo, Colección de arena, Siruela, Barcelona, 2001 (1984), pp.202
http://goo.gl/JV8reU
Un artículo interesante. La idea de que una gran vista se disfruta más cuando está enmarcada me la encuentro últimamente por todas partes. De hecho, acabo de escribir un texto sobre el asunto relacionando a Christopher Alexander con Siza y Barragán, que parecen tener una visión similar sobre el problema. Adjunto el enlace por si a alguien le interesa echarle una ojeada:
http://bailarsobrearquitectura.wordpress.com/2013/09/13/vista-zen/
Saludos,
Iago López
Debería ser de lógica elemental buscar en la definición de arquitectura la explicación de los fenómenos arquitectónico.
Sólo teniendo claro el objeto de estudio se puede realizar un análisis profundo y objetivo de las características de dicho objeto.
El artículo da una pequeña muestra de los alcances que puede tener una definición clara de la arquitectura. En la primera parte se pueden apreciar elementos sociales, culturales, históricos, físicos, económicos, artísticos, biológicos y otros tantos.
La segunda parte circunscribe al conjunto del arte el universo de elementos que integra la arquitectura mostrando las limitaciones que está práctica implica.
¿Cómo vivían las personas que habitaban el espacio? ¿Cuántos recursos se consumieron? ¿Qué elementos trascienden al mundo del arte en esta construcción? ¿Cómo funcionan los espacios interiores? ¿Qué tanto mantenimiento se le da al espacio?
Todas son preguntas que se abren al pensar en arquitectura como la interacción ser humano-entorno… Con todas las implicaciones que tendrían sus posibles respuestas. Pero todas se cierran violentamente al retomar de nuevo las limitantes de la definición arquitectura-arte…
Espero que algún día otros arquitectos venga y puedan demostrar que la arquitectura no debe ser considerada más un arte… La arquitectura no es un arte.