No necesitamos volver a la cabaña primitiva para reencontrar un equilibrio con la naturaleza. La sofisticada tecnología del mayor jardín botánico cubierto del mundo es una lección de ecología y una apuesta por el uso de los materiales reciclados.
El Proyecto Edén nació de la voluntad de mostrar cómo podemos recuperar, e incluso llegar a convivir, con la naturaleza. Para llevar a cabo esta idea, su arquitecto, el británico Nicholas Grimshaw, avanzó en la investigación de estructuras extremadamente ligeras con las que rescatar un paisaje desolado por la explotación de una cantera. Durante la construcción del Proyecto Edén, el estudio Grimshaw también desarrolló un sistema de gestión medioambiental que controlase la influencia de sus estructuras sobre aspectos como la flora, los recursos naturales, la atmósfera o la comunidad local. A esto se debe el haber llegado a ser el primer gran estudio de arquitectura en obtener el estándar internacional ISO 14001, un certificado que les avala entre sus objetivos prioritarios la protección del entorno y la prevención de contaminación, en un balance con las necesidades socio-económicas.
En la actualidad, el estudio Grimshaw ha adoptado como herramienta de diseño su propio sistema de auditoria que, con el nombre EVA (Environmentally Viable Architecture), consiste en un programa informático que comprueba el impacto de un proyecto en cada una de sus etapas de diseño y construcción.
El Proyecto Edén.
Su fundador, Tim Smit, es un antropólogo holandés, compositor y productor musical, que alcanzó popularidad por su peculiar restauración de “Los Jardines de Heligan” en Cornualles. Estos extraordinarios jardines victorianos, que mostraban plantas exóticas y tecnologías hortofrutícolas innovadoras, quedaron arrasados en 1990, tras la gran tormenta que asoló Inglaterra. El logro de Smit consistió en regenerarlos potenciando su autosuficiencia, por lo que han llegado, desde entonces, a ser los jardines privados más visitados de Gran Bretaña.
En 1996, Smit quiso alcanzar una mayor audiencia a la que transmitir la importancia de la relación existente entre el hombre y las plantas. Para ello fundó el Proyecto Edén, un inmenso jardín con miles de plantas de diferentes climas. Éste no sería un invernadero convencional a gran escala, ni un parque temático; su objetivo básico era el de animar a los visitantes a aprender a encontrar un equilibrio con la naturaleza.
En búsqueda del lugar adecuado, Smit encontró un terreno cercano a St Austell, en la península del extremo suroeste de Inglaterra que apunta a las cálidas aguas de la Corriente del Golfo. Era una gran cantera de arcilla, ya en desuso, con una superficie equivalente a 35 campos de fútbol y con una profundidad de 60 metros. Smit encargó a Nicholas Grimshaw una estructura que fuese lo suficientemente alta para albergar los árboles de bosques tropicales y lo suficientemente amplia para dar cobijo a los soleados paisajes mediterráneos.
Cúpulas geodésicas.
Debido a la inestabilidad del terreno y a su fuerte pendiente, Grimshaw propuso que las estructuras de los invernaderos se apoyase ligeramente sobre la superficie. Como si se tratasen de burbujas de jabón conteniendo un clima específico cada una de ellas, él proyectó una secuencia de ocho biosferas dispuestas en dos cadenas, cada una con cuatro bóvedas insertadas las unas en las otras. Para construir las estructuras lo más etéreas posible, reutilizó la bóveda geodésica que el diseñador, inventor y ecologista americano Buckminster Fuller patentó a finales de los años cincuenta. El principio geodésico consiste en unir superficies planas para formar una forma curva, permitiendo cubrir más espacio sin soportes internos que cualquier otro cerramiento, además de admitir enormes variaciones en los bordes. De esta forma, conforme la estructura incrementa en tamaño se hace proporcionalmente más ligera y fuerte.
Basado en este principio, Nicholas Grimshaw diseñó dos inmensos biomas, que cubren 15.600 y 7.000 metros cuadrados respectivamente, para acomodar el Invernadero Tropical Húmedo y el de Zonas Cálidas. Cada bioma está protegido por bóvedas que están realizadas con secciones tubulares de acero galvanizado, montadas y atornilladas como un mecano gigante para formar 625 hexágonos. El conjunto de la estructura está constituido por un entramado tridimensional de dos capas con curvatura esférica interconectadas, que incluyen casi 4.000 uniones y más de 11.000 barras, alcanzando la mayor de las cúpulas los 200 metros de longitud, 100 metros de ancho y 55 de altura.
La lámina ETFE.
El enorme tamaño de los hexágonos, con vanos de hasta 11 metros, hacía imposible el uso de un solo vidrio para cubrirlos. Al examinar materiales que fuesen ligeros, a la vez que resistentes, los arquitectos comprobaron que la lámina de etil-tetra-fluoroetileno (ETFE) tenía un comportamiento óptimo. Este producto industrial, que es de común utilización en componentes de bombas, válvulas, equipamientos químicos y mecanismos eléctricos, es muy transparente a la luz ultravioleta, no se degrada por la luz solar y presenta gran capacidad de aislamiento térmico con respecto al vidrio, además de ser 10 veces más ligero que él. La lámina, aunque es vulnerable a las perforaciones, puede ser fácilmente reparada con cinta adhesiva del mismo material, es reciclable, se limpia por sí sola y soporta hasta 400 veces su propio peso, es decir, llega a ser lo suficientemente resistente como para mantener el peso de una persona.
ETFE era sin duda alguna ideal para conformar unos elementos en forma de almohadilla que se ajustasen fácilmente en los hexágonos y se adaptasen a las variaciones geométricas de los biomas sin tener que realizar un exhaustivo proyecto previo. La lámina conforma una triple membrana cuyo interior se mantiene hinchado insuflando aire constantemente a baja presión por medio de pantallas solares. También se tuvo en cuenta la vida útil de este material, que es de 25 años, con un diseño que facilita el sencillo cambio de paneles a medida que se desarrollen nuevas tecnologías.
Para recuperar la naturaleza perdida por la cantera, Grimshaw mostró una capacidad extraordinaria de utilización del Sol como fuente principal de energía para calentar los biomas, y el agua de lluvia para humidificarlos. Además empleó aluminio reciclado, maderas procedentes de bosques sostenibles, el uso de papel de periódico para aislar térmicamente y gaviones de acero inoxidable rellenos con la zahorra del lugar como muros de contención. Todos éstos son materiales importantes en nuestra concienciación de los limitados recursos naturales. Otro mecanismo de establecer relaciones directas con la sociedad fue la colaboración con compañías que producen alimentos orgánicos, perfumes naturales y aquellas que promueven el uso de materia base reciclable en la industria.
El Proyecto Edén continúa evolucionando: el nuevo Centro de Educación de Recursos abrirá sus puertas en la primavera del 2005, se construirá un futuro Bioma de Trópicos Áridos, y ya se ha proyectado el edificio de acceso. Con una gran iniciativa y conocimiento se ha llegado a crear una nueva arquitectura que responde al balance entre naturaleza, turismo y economía. Como gustaba argüir a Buckminster Fuller,
«no hay crisis energética, sólo una crisis por ignorancia.»
Halldóra Arnardóttir + Javier Sánchez Merina
doctora en historia del arte. doctor arquitecto
Murcia. diciembre 2017