En mayo de 1958 el arquitecto y crítico italiano Bruno Zevi lanzó un ataque furibundo contra la Exposición Universal de Bruselas, describiéndola como una feria de las vanidades, en la que cada edificio luchaba por la atención del público1. Incluso Miguel Fisac bramó contra el alarde estructural, el formalismo estéril y la extravagancia arquitectónica sin contenido presentes en dicho evento2. Ni tan siquiera los pabellones más discretos y de menor escala se libraron de aquellas voces críticas que condenaron el espectáculo planteado, al convertir la tecnología en un elemento fetiche para diseñadores y arquitectos3.
Esta reprobación derivaba del eslogan elegido para la Expo58, el cual llevaba por título «Por un mundo más humano». A través de él se reclamaba una mayor atención hacia los conflictos e injusticias del mundo, aunque no quedase muy claro cómo este compromiso con el humanismo debía incorporarse a la arquitectura, o si era necesario hacer evidentes los problemas domésticos de un país en un evento que suponía un escaparate público. Sin embargo, hubo quien sí lo hizo: quién mostró sus miserias y problemas internos al mundo, antes de que los demás los aventasen. Frente a lo que se podría esperar, este ejercicio de autocrítica y de psicoanálisis en plena guerra fría lo realizó un país como los Estados Unidos. Envuelta en una atractiva y multicolor piel, la propuesta denominada Unfinished Business4, que se podría traducir como «asuntos pendientes», complementó al pabellón oficial y se situó junto al mismo en el recinto de Heysel.
La construcción era extraña en muchos sentidos. No fue financiada por el gobierno estadounidense, sino por una revista relacionada con el mundo de las finanzas –Fortune–, que se convirtió en patrocinadora del Departamento de Estado. No fue diseñada por un arquitecto, sino por un ilustrador de cuentos infantiles de origen holandés, Leo Lionni, que era el director creativo de la revista. Y no era un solo edificio, sino que eran tres volúmenes, situados sobre un jardín y conectados entre sí. Cada uno de ellos, con una altura de seis metros, representaban el pasado, el presente y el futuro, respectivamente. La primera pieza, de aspecto plegado, fue empapelada en su interior con un confuso collage de periódicos estadounidenses donde se podían leer titulares relacionados con el urbanismo, el agotamiento de los recursos naturales y el racismo. La segunda pieza, la del presente, mostraba las investigaciones realizadas y los pasos dados para solucionar los problemas anteriormente mencionados. Pero fue curiosamente la tercera, la del futuro, la que resultó más incendiaria: en sus paredes lisas había una gran fotografía donde se veía a niños de distintas razas (blanca, negra y asiática) formando un corro, lo que enervó los ánimos de los políticos segregacionistas. Tanto es así que en abril de 1958 fueron enviadas delegaciones a Bruselas, exigiendo fotografías del presunto agravio5.
Los informes sobre el extraño artefacto fueron contundentes y comenzaron las modificaciones, cierres y renovaciones que obligaron al propio Lionni a volar a Bruselas apresuradamente. Tantas clausuras y aperturas hicieron que al final nadie supiese en Estados Unidos si la construcción estaba abierta o cerrada, pues en el mes de agosto aún llegaban críticas, a pesar de que la imagen de la discordia había ido encogiendo hasta volverse insignificante, sepultada bajo las letras de una canción infantil6. A mediados de ese mismo mes, los tres volúmenes albergaron nuevos contenidos temáticos, relacionados con la salud, la educación y el bienestar. La censura se impuso así en el lugar donde se pretendía mostrar justo lo contrario: la libertad de los medios de comunicación estadounidenses para generar un debate libre7. Según los diarios belgas de la época, los espectadores no pudieron evitar sentirse turbados al ver, cómo paso a paso, el desconocimiento, el miedo y los prejuicios iban asestando navajazos a la inocencia.
Silvia Blanco Agüeira, doctora arquitecta
Viveiro, junio 2015
Notas:
1 Zevi, Bruno, “Bruxelles 1958: primi interrogative”, L’architettura, cronache e storia 31 (1958): 4.
2 Fisac, Miguel, «Exposición Universal de Bruselas», Blanco y Negro, 2398 (1958).
3 Persitz, Alexandre, “Notes et Images”, Architecture D’Aujourd’hui 81 (1958): 94.
4 Los medios belgas lo rebautizaron como «Unfinished Work».
5 Quek, Raymond; Deane, Darren y Butler, Sarah (eds.), Nationalism and Architecture (Surrey: Ashgate Publishing Company, 2012), 86.
6 «Ring Around the Rosie».
7 Mallo, Álvaro; Blanco, Silvia y Carballo, Francisco: «Denostada Bx´58» (Conferencia impartida dentro del curso Secretos de la Arquitectura, Fundación Luis Seoane, A Coruña, 19 de mayo de 2014).
Este texto ha sido realizado a partir de la información recopilada por el grupo «BRXLLS´58», centrado en la investigación sobre los pabellones que conformaron la Exposición Universal de Bruselas de 1958. Más información: grupo BRXLS58 o BRXLS58@groups.facebook.com